CRÍTICA DE LA RAZÓN EMPRENDEDORA

* Una reseña de David Soto Carrasco. @dsotocarrasco A propósito de: Jorge Moruno, La fábrica del emprendedor. Trabajo y política en la empresa-mundo. Madrid, Ediciones Akal, 2015, 256 …

portadaulo* Una reseña de David Soto Carrasco. @dsotocarrasco

A propósito de: Jorge Moruno, La fábrica del emprendedor. Trabajo y política en la empresa-mundo. Madrid, Ediciones Akal, 2015, 256 pp.

Una escena habitual. Un ingeniero en una entrevista de trabajo ante un grupo de empresarios comienza a exponer su formación. Además de su carrera posee dos másteres, cinco idiomas, etc. Hasta aquí la cosa va mal. Se compromete a trabajar los fines de semana, a hacer horas extra gratis y aceptar un miserable sueldo mensual de 400 euros -va mejorando-, cobrando todo en negro, haciéndose falso autónomo y que no se le ocurra para nada sindicalizarse. En ese momento, el empresario pulsa el botón y se lo queda. El trabajador acaba dando las gracias al empresario y sale de la entrevista entre saltos de alegría. Lo que se trata de un sketch cómico del conocido programa Vaya semanita es el pan de cada día.

Esta imagen, que recoge Jorge Moruno en su último trabajo, ilustra bien el estado de ánimo y el espíritu de la nueva figura del trabajo que acompaña al proyecto neoliberal. Dicho de otro modo, revelaría los nuevos procesos de subjetivización del trabajador contemporáneo al tiempo que evidencia su instalación en un régimen de servidumbre que tiene como centro la precariedad y cuyo eje trasversal tanto en lo laboral como en lo cultural giraría en torno a la figura del emprendedor. Emprender significaría convertirse en empresario de uno mismo pero también convertirse en un producto que se ofrece a otros, los que tienen el capital y que pueden advertir en uno un valor a explotar, a emplear.

El afilado libro de Jorge Moruno, escrito al más puro estilo La Tuerka, reúne y amplia una serie de textos que han ido viendo la luz en el blog “La revuelta de las neuronas” del diario Público y plantea la necesidad obligada de examinar el trabajo más allá del empleo. No estamos por lo tanto aquí ante un libro más de management o coaching, sino ante un libro militante que desde el mundo laboral nos ofrece una oportunidad para repensar críticamente la relación contemporánea entre capital y trabajo.

La ruptura del pacto social en los años 70 ante el desarrollo del mundo del trabajo ocasionó la transición del capitalismo productivo de diseño económico-político fordista al capitalismo financiero. Las consecuencias son ampliamente conocidas: la desregularización de los mercados, la globalización económica, el aumento de las rentas del capital, el endeudamiento de las familias, etc. En esta derrota del mundo laboral, la precariedad se ha levantado como modelo hasta el límite de imponer una situación de servidumbre en la que disponer de un empleo ya no garantiza salir de la pobreza.

Al mismo tiempo hay que señalar, como han concretado los análisis de Foucault sobre el ordoliberalismo y los desarrollos del pensamiento italiano contemporáneo, que la economía neoliberal es una economía que produce procesos de subjetivización, cuyo modelo ya no es el hombre que simplemente intercambia y produce. El nuevo modelo es el emprendedor, entendido como empresario-de-sí, el que hace de sí-mismo una empresa. Esta premisa ha dado lugar a que ya no haya nada que no se mida y que no se entienda como una relación empresarial.

Como Moruno explica, todo el trabajo abarcable, todo el tiempo vivible y pensable está absorbido bajo el manto de la empresa-mundo, que transforma la vida al completo eliminando cualquier relación social previa. La empresa imponiendo un nuevo totalitarismo ha colonizado aquellas zonas a las que hasta ese momento no había llegado. De este modo, ha desaparecido la tradicional separación entre tiempo de vida y tiempo de trabajo. Ahora, todo se convierte en campo virgen para las relaciones mercantiles, para la extracción de plusvalía, y así cualquier faceta de la vida pasa a estar en venta. La empresa como relación social se extiende no solo a la jornada laboral, sino al ocio, al saber, a la comunicación, a las pasiones y a los deseos. De igual manera, la sanidad, las pensiones, la educación se piensan ahora como áreas que ofrecen posibilidad de negocio.

Asistimos, en cierta manera, a la tradicional fusión premoderna, casi mítica, entre el tiempo de la vida y el tiempo del trabajo, pero con la salvedad de que ahora todo el tiempo está cubierto por la relación social capitalista. De esta manera, todo el espacio tanto social y comunitario como personal se vez envuelto por la forma empresarial. De modo que mientras se reducen las garantías asociadas al trabajo, la nueva gestión empresarial demanda cada ve más mantener un contrato emocional entre el trabajador y la empresa. Aquí adquieren su relevancia las reflexiones sobre capitalismo cognitivo de Virno. Ya no es suficiente con hacer tu parte e irte, es necesario sentirlo como parte de uno. Así, la empresa se convierte en una comunidad de sentido, en un vía a la felicidad, pero también en una vía de servidumbre en la medida en que exige al trabajador conjugar precariamente los tiempos de (su) vida con los tiempos del trabajo que la empresa decida. Muy foucaultianamente podríamos expresar en las palabras que Moruno recoge de Bob Marley que no hay cadenas a mi alrededor, pero no soy libre.

En este punto, resulta necesario señalar el perspicaz análisis que se lleva a cabo de la interiorización de la cultura del coaching como disciplina despolitizadota o pospolítica en la medida en que niega los antagonismos sociales mediante la insistencia en la motivación permanente, la incorporación de factores lúdicos y en la asunción como propias de las tareas empresariales. En otras palabras, se hace una tara psicológica individual de lo que es un conflicto colectivo. Habría que recordar aquí las reflexiones de Zizek sobre el budismo vulgar y el espíritu de capitalismo global. En verdad, esta visión que puede resultar pacificadora es en sí una forma de violencia ideológica extrema, pues cierra el espacio de lo posible, el de la transformación política y social. “Es una vacuna cultura contra el contra el antagonismo, el conflicto y la posibilidad de acabar con las razones que producen pobreza y explotación. La arquitectura no entra en discusión”, concluye Moruno. El autor sabe bien que la mejor forma de ideología es aquella que no tiene que reivindicarse como tal.

Bajo este marco discursivo todos somos empresarios pero al mismo tiempo todos somos precarios. Ahora todo queda reducido al contrato individual, al servicio que es capaz de proporcionar el emprendedor que todos somos. En este contexto, tus posibilidades de éxito van a depender de tus posibilidades de empleabilidad (de tu fuerza de trabajo). En verdad, un eufemismo para hablar de la capacidad que tienes para aceptar bajos salarios y malas condiciones. Porque lo que pone de manifiesto el modelo neoliberal, según Moruno, es que no hay empleo para todos. Hay trabajo pero no empleo.

El relato neoliberal del emprededor, o ‘empredeudor’ como la figura explotada contemporánea bajo los términos de Moruno, es en cierto modo una salida (neoliberal) a la crisis del capitalismo financiero que al tiempo que desecha el relato crítico social intenta dar una respuesta al problema del desempleo poniendo el acento en el discurso individual de la libertad y la responsabilidad. La felicidad, el éxito y el fracaso recaen ahora sobre uno mismo no sobre el modelo. Todo dependerá por tanto de la suerte de la empresa de uno. Aquí la deuda y el crédito juegan un papel fundamental como ha observado Maurizio Lazzarato. Sobre ella se asienta todo el modelo. La deuda es el dispositivo perfecto que nos constituye como empresa, que rompe la relación social aislándonos del resto, que interioriza la culpa y que garantiza la acumulación privada de riqueza. “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, ha sido el paradigma repetido hasta la saciedad para mantener el marco discursivo. Por todo ello, declara Moruno, cualquier alternativa que quiera romper en círculo de la servidumbre y de la empleabilidad pasa por cuestionar la economía de la deuda. En ese contexto, el autor defiende la rente básica como uno de los posibles pilares del bienestar del siglo XXI.

Bajo la hipótesis de que el trabajo entendido como empleo para toda la vida no va a volver, el sociologo ha construido un libro de lectura ágil que lejos de viejas categorías, revela las transformaciones contemporáneas del trabajo, pone en tela de juicio la figura del emprendedor y plantea de forma realista la necesidad de politizar el campo laboral mediante la activación de subjetividades colectivas a través del despliegue efectivo de las pasiones. En este sentido, Moruno es un buen discípulo de Lenin el publicista, no la momia.

El volumen se completa con dos capítulos dedicados a los límites de la izquierda que superan el marco de esta reseña y que deben entenderse bajo lo que se ha denominado hipótesis Podemos. Por otro lado, se le podría recriminar al autor cierto eurocentrismo aunque el texto venga marcado claramente por la urgencia de este país. Asimismo se asume un fuerte discurso comunitarista, que aunque pueda resultar efectivo en la movilización política puede ocasionar cierto riesgo de creación de bandos. De más calado pero fuera también el límite de este trabajo, se debería subrayar que si bien es verdad que la batalla política pasa por los afectos, hay también que recordar que la política no solo pasa por diseñar hipótesis discursivas, o reducirla a un mero juego de lenguaje, sino también por la construcción e identificación de realidades objetivas. Caminar o no hacia la neoservidumbre dependerá de cómo conjuguemos estos dos factores.

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