CUANDO LOS NÚMEROS ASFIXIAN A LAS LETRAS

      *Un artículo de Eduardo Litrán, autor de CERO Números, números y más números. Una indigestión de números para intentar explicar qué pasa con el libro. Los números …

 

Números y letras (1)

 

 

*Un artículo de Eduardo Litrán, autor de CERO

Números, números y más números. Una indigestión de números para intentar explicar qué pasa con el libro. Los números son un síntoma de la crisis del sector editorial que deben permitir poner remedio a la enfermedad. Pero, ¿cuál es la enfermedad?

Se suele plantear la crisis del sector editorial como un problema multifactorial; una suma de factores entre los que no pueden faltar: pirateo, inadecuadas políticas de fomento de la lectura, aparición del libro electrónico, autopublicación, Amazon, crisis económica, IVA… Y mi impresión es que semejante listado de causas sólo contribuye a ver el problema como algo imposible de resolver.

 

En este post, sin embargo, voy cambiar de perspectiva. Como profesionalmente pertenezco a otro sector, también en crisis, para mí verlo desde otro ángulo es relativamente sencillo.

Ampliemos el campo visual: lo que le sucede al sector editorial no es más que otra de las piezas del rompecabezas que conforma la crisis económica global. Es curioso ver cómo todos los sectores se rasgan las vestiduras con un dramatismo tal que invita a pensar que ellos y sólo ellos son los damnificados del cataclismo económico (cuyos responsables existen y no me voy a privar de recordarlo hoy aquí mediante este enlace a mi blog).

Es como si en una fiesta de cumpleaños infantil, de repente se retira la tarta. Todos los niños llorarán porque ya no hay tarta, pero no porque el compañero se quede sin comer, sino porque él se ha quedado sin el trozo de dulce que esperaba ilusionado.

 

¿Nos hemos pasado una década sumidos en una espiral consumista vertiginosa?

¿Nos hemos pasado una década con hiperliquidez por unas políticas crediticias expansivas, agresivas e irracionales?

 

Si crees ver una respuesta afirmativa a estas preguntas, entonces te será sencillo aceptar que tal vez esto no es una crisis sino un retorno a un consumo de base racional y que, por contra, lo que ha sucedido desde mediados de los noventa hasta principios de esta década ha sido una excepción, una rareza no motivada por el interés de lo que se compraba (fueran libros, coches, pisos o depilaciones láser) sino porque había una fuente de dinero abierta que parecía que nunca se iba agotar.

Todo lo que ha crecido alimentándose de esa fuente va a sufrir una drástica selección que separará el trigo de la paja; los productos, servicios y, por extensión, las empresas y sectores que tienen valor de los que no lo tienen. ¿Doloroso? Sí, por descontado. Son puestos de trabajo e ilusiones.

Sin embargo, una vez llegados a este punto tenemos dos opciones: o quedarnos lamentándonos en un eterno rol de víctima, o bien cambiar; buscar qué es lo que aporta valor a esta sociedad, a esta comunidad humana global, y ofrecerlo.

 

En el caso del sector editorial ahí es donde toca olvidarse de números para retornar a las letras: ¿qué es lo que da valor a un libro?

En mi opinión, esta pregunta, se trate de lo que se trate, sólo se resuelve yendo a la esencia del bien en cuestión. Y para mí la esencia de un libro es el estímulo. Un libro debe ser un estímulo para la inteligencia. Un libro debe mantenerte despierto, encenderte, cautivarte, y ello debe suceder a todos los niveles, desde los cuentos infantiles hasta el más complejo libro de ensayo. Esta ecuación es sencilla: qué se cuenta y cómo se cuenta. Si pretendemos que en la lista de la compra, bajo el agua, el pan y la sal, aparezca garabateado el título de un libro, los escritores debemos esforzarnos en conseguir que nuestras frases interesen y, de forma idónea, tanto por su fondo como por su forma; y las editoriales deben seleccionar las obras que cumplen esos requisitos. Exigir más a los escritores consagrados y buscar constantemente nuevas voces, voces que deslumbren, que aporten aire fresco, será la misión de toda editorial que pretenda sobrevivir a esta selección natural que está teniendo lugar en todos los sectores económicos.

 

Como comentaba en «Gracias, gratitud, gratis», no parece que la captación de talento sea la estrategia adoptada por la industria editorial. En este contexto de crisis, al parecer no se quiere oír hablar de «nuevas voces». Los departamentos de marketing o sus responsables en estas editoriales deberían sentirse ofendidos. A ellos, que han conseguido vender al famoso de turno como si fuera un genio de las letras, se les niega el reto de dar notoriedad a una nueva voz con una buena obra bajo el brazo. Y, ojo, que digo con una buena obra bajo el brazo, pues tal vez se haya abusado de «nuevas voces» sólo por la etiqueta «nuevo», sin que la obra alcanzara cotas de originalidad y calidad dignas de arrancar el motor del boca-oreja.

Estoy convencido de que el futuro del sector será de aquellos editores que tengan la capacidad de descubrir esas obras y el valor de publicarlas y promocionarlas con pasión, como si el negocio les fuera en ello. Esto incluso sería un buen revulsivo para que los escritores consagrados dieran lo mejor de sí en cada nueva obra.

 

Escribía Amalia López, en el blog de Sinerrata Editores:

 

[…] el mismo Einstein llegó a decir: «Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados». Llevamos diez años de malos resultados, cambiemos la forma de hacer las cosas para que estos puedan ser distintos.

 

Puede haber muchas cosas nuevas por hacer, pero, sin lugar a dudas, el primer trabajo para escritores y editores es una profunda autocrítica sobre si lo que se escribe y se publica tiene verdadero valor para los lectores y, de no ser así, cambiarlo antes de empezar a darle vueltas al cómo venderlo.

 

 

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1 comment

  1.    Responder

    Como tu bien dices, muchos factores se han aliado para crear la crisis del libro, pirateo, inadecuadas políticas de fomento de la lectura, aparición del libro electrónico, autopublicación, Amazon, crisis económica, IVA… Pero falta otra causa, que no se por qué, no aparece nunca reseñada. que a mi juicio también tiene una buena culpa de la decadencia del libro. La competencia de las actividades digitales en el tiempo de ocio, de la lectura con otros muchas actividades, que se han sumado y que le roban tiempo no solo a la lectura sino a todas las actividades de ocio.

    Basta subirse a un vagón de cercanías para ver a unos leyendo, libros o ebook (que no es igual desde el punto de vista económico pero se le parece como actividad), pero la gran mayoría tiene en sus manos el smartphone y están desde hablando por telefono, a jugar a videojuevos, pasando por contestar WhatsApp, participar en redes sociales etc.

    ¿Cuántos de ellos iban leyendo el periódico o libro hace unos años?¿Nos extraña la decadencia de la prensa?.

    Pues lo mismo pasa en casa, basta con ver las estadísticas, para observar el avance meteórico del tiempo de ocio dedicado a la actividad frete al PC o tablets y consolas de juego. ¿Cómo no va restar tiempo a otras actividades que antes llenaban ese ocio, de la lectura a la televisión pasando por ir al cine?

    La crisis no ha hecho más que ampliar esa brecha, pues ademas el ocio digital es BARATO en su gran mayoría solo cuesta la conexion a Internet que tienen pafgada la uen o no, por lo que se percibe como GRATIS.