El lector conectado: Luis González de la Sánchez Ruipérez

Continuamos nuestro recorrido por las ponencias del curso sobre libro 2.0. En esta entrada comentaremos la muy sugerente y estimulante intervención de Luis González Martín, quien es actualmente …

Fundación Germán Sánchez RupérezContinuamos nuestro recorrido por las ponencias del curso sobre libro 2.0. En esta entrada comentaremos la muy sugerente y estimulante intervención de Luis González Martín, quien es actualmente director general adjunto de la fundación Germán Sánchez Ruipérez. Esta entidad fue creada por el fundador de la editorial Anaya, que le da nombre a la misma. Actualmente el grupo Anaya, que desde 2004 está integrado en el conjunto de empresas Hachette livre, que a su vez forma parte del conglomerado Largardère, está integrado por importantes editoriales entre las que yo destacaría Tecnos, Cátedra y mi querida Alianza.

Me permito en la antesala de esta crónica describir a Luis. Parece un hombre entusiasta, con carácter y lleno de ilusión. Provisto de unas gafas peculiares, nos trasmite mediante sus palabras su amor por la tecnología y su esperanza en un futuro mejor, más complejo y rico. Su discurso parece flotar, es tan liviano como penetrante.

Aclarado el contexto y hechas las presentaciones, entremos ya en el contenido de la intervención. El título que Luis le ha querido dar a la misma es “el lector conectado”. Para comenzar, nos describe la imagen que suele tenerse del lector clásico. Cuando a un inmigrante del Sur de Madrid se le pide que describa a alguien que lee nos dibuja un cuadro que, invariablemente, nos muestra un señor con barba, gafas y pipa, que, aislado del mundo, disfruta tranquilamente de los ratos ociosos que le permiten sus rentas, pasando las horas en compañía de textos juiciosos y ejemplares. Frente a esta estampa, propia sobre todo del imaginario popular de la Europa continental, tenemos una sociedad anglosajona, tanto británica como estadounidense, que da a la lectura un valor más instrumental y la vive más como una actividad diaria, concretada en el consumo de best-sellers y tabloides. No puedo dejar de recordar la influencia del protestantismo, que, al requerir la lectura del la biblia por cada uno de los fieles, puso las bases para la primera alfabetización general.

Luis GonzálezEstas dos ideas de lectura nos enfrentan a un hecho actualmente incontrovertible: cada vez leemos más. Eso sí, lo hacemos de forma diferente. Aquellos mismo inmigrantes antes mencionados, que a bote pronto no se incluirían en el grupo identitario “lector”, sí leen y mucho.

Uno de los objetivos de la fundación Germán Sánchez Ruipérez es comprender estas lecturas diversas, siempre plurales. Ha querido, con sus estudios, valorar el grado de compresión lectora y apropiación del texto cuando se usan medios digitales. Desarrollan un proyecto conocido como “territorio e-book”, en el marco del cual han analizado las experiencias de 250 personas divididas en grupos de control.

La nueva lectura, según González, se caracteriza por ser más social, profunda y satisfactoria. El uso de herramientas digitales permite potenciar una actividad en común, que recupera el carácter oral de aquellas historias evocadas en las noches pretéritas. De nuevo me viene a la memoria el excelente texto de José Manuel Lucía, “Elogio del texto digital” ya citado aquí. Estas nuevas formas de leer potencian la conversación entorno al texto y su historia. Los miembros de esta comunidad leyente viven los escritos más intensamente, porque el contenido queda ligado a interacciones emocionales.

Estos nuevo libros son abiertos, viven un edición continua. Son móviles, creativos e infinitos. Pura vida líquida, como diría Z. Bauman. Todo este nuevo cosmos, en mi opinión, ha sido claramente descrito en un artículo por Craig Mod, traducido por Anatomía de la edición.

De todo esto, ¡alerta editores!, se deriva según Luis un cambio en el negocio del libro: al tender, gracias al digital, el valor del contenido a 0 (léase a C.Anderson) lo que se ha de comercializar no es el producto sino la experiencia entorno al mismo.

Llega el turno de preguntas y yo, quizás instintivamente identificado con aquel señor barbudo, aburguesado y serio (¿exceso de Ortega y Gasset?) o tal vez habiendo observado durante años a chavales del planeta ESO que no son capaces de leer 3 líneas concentrados, le pregunto a Luís por los peligros de estas nuevas aventuras. Creo que algo sí se tiene que perder con estas mutaciones…el ponente responde que las recompensas tradicionales de la lectura lineal en papel puede no ser satisfactorias para las nuevas generaciones. Sí reconoce González que la lectura solitaria y tradicional es la base de las demás. Pero, desarrollada esta capacidad, no podemos despreciar las oportunidades que ofrece el futuro…ya en el pasillo seguimos debatiendo y Luis nos ilustra con un ejemplo: para explicar como funciona el sistema solar el mero libro de texto, la lectura plana, es un recurso pobre e ineficiente. Los instrumentos digitales ayudarán a que el proceso de aprendizaje sea más atractivo y efectivo.

Pudimos disfrutar, en definitiva, de un ponente efervescente que me permitió poner en cuestión algunas ideas. No obstante, considero que los defensores del proyecto de la ilustración hemos de estar atentos para que toda esta nueva lectura asociada a lo lúdico no reste capacidad a la lectura individual. Dejemos sin embargo a un lado los prejuicios…¿acaso el aprendizaje no tiene en su centro un componente ligado al juego y la base de la motivación humana no se encuentra en el sentimiento?.

Addenda:
1- Muy pronto se inagurará la casa del lector, gran equipamiento creado por la Fundación Germán Sánchez. ¡Enhorabuena!
2- Hace tiempo que trato de no leer “Superficiales, ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes?”. Temo que confirme algunas de mis sospechas negativas aquí expuestas.

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