«LOS TERRITORIOS DEL LIBRO» DE M. D. GALINDO OLIVARES, #RESEÑA DE D.LERA

Título: Los territorios del libro Autor: Manuel Dávila Galindo Olivares Editorial: Trama ISBN: 978-84-943800-3-7 91 pp.   *Una reseña de David Lera, librero de Artemis (León) La visión …

Título: Los territorios del libro
Autor: Manuel Dávila Galindo Olivares
Editorial: Trama
ISBN: 978-84-943800-3-7
91 pp.
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*Una reseña de David Lera, librero de Artemis (León)

La visión externa es a menudo superficial. Aglutina realidad velada e ilusiones. Lo que percibe admite con gusto todo tipo de subterfugios que no cuestione el sueño romántico preconcebido. El lector observa el escaparate de una librería, que le resultará más o menos de su agrado; quizás se decida a entrar y pose su mirada en la mesa de novedades; quizás su curiosidad le haga franquear ese primer reclamo y recorra el resto de secciones con más o menos detenimiento. Al final, con su elección en la mano y prendado por el maravilloso olor de la tinta y el papel manifiesta al librero su envidia sana por ese trabajo y ese lugar. Como corolario de la experiencia le dice que le encantaría trabajar aquí porque leería casi todo el tiempo. El librero esboza su media sonrisa y apenas aclara lo errado del juicio, pues no está en su ánimo desarmar pensamientos candorosos ni referir los entresijos de un mundo no tan idílico. Si lo hiciera, debería hablar de una industria ahormada a golpe de expectativas irreales, mientras el vértigo y la desmesura sustituían a cualquier análisis pausado. Se lamentaría por la frontera casi inexistente entre mucho de lo que se imprime y el resto no publicado, en que la búsqueda del «clásico del futuro» -expresión genial que Alessandro Gallenzi usa en su irreverente y deliciosa novela Bestseller- gesta un asfixiante ritmo de novedades editoriales que sepulta en demasiadas ocasiones la suerte comercial de los libros, con un periodo de vida en las librerías cada vez más corto. Y, desde luego, advertiría que entre sus quehaceres no hay tiempo para el ocio de la lectura.

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La virtud -y el drama- de estos años de crisis económica es que ha acentuado las contradicciones de este modelo de negocio, ya sin el paraguas de un consumismo frenético. Fin a la huida permanente. Se había generado una burbuja y, como las demás, pinchó. El resultado se concreta en una reducción significativa de ventas, el cese de actividad de muchos agentes del sector, la soledad circunspecta del librero pareja al sentimiento de incomprensión que envuelve al editor. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Los territorios del libro de Manuel Dávila Galindo Olivares puede ser una respuesta.

El mapa de estos territorios presenta unos límites difusos, por la propia naturaleza del terreno cartografiado y por el deseo del autor de apoyar sus explicaciones en otros campos de la cultura, y toma como puntos cardinales a la editorial, el escritor, la librería y el lector, que en su conjunto serán citados como «la cadena del libro». En el nudo de relaciones entre unos y otros varios son los motivos objeto de análisis, todos ellos con un denominador común: su carácter transversal.

Uno de ellos es la librería y su supervivencia depende de cómo sea el librero del futuro. Cuesta imaginar en los tiempos que corren una librería que desaproveche la tecnología en su labor diaria y aparte por completo las técnicas de marketing para la promoción de su negocio, pero el quid de la cuestión, según el autor, es la lectura equivocada que se hace de su importancia y necesidad. El valor en sí opaca el uso más conveniente. Así, «el futuro no está en Internet, eso seguro, pero la herramienta que moldeará el futuro sí es Internet». Los fenómenos de ventas animan una mercadotecnia absoluta con el librero como despachador de libros, en detrimento de la complejidad del oficio sin que siquiera tal renuncia asegure réditos a medio o largo plazo porque esa figura demediada nunca podrá competir en eficacia con las infinitas posibilidades de los big data, por ejemplo; y es que la solución pasaría por aunar en una persona ese tipo de (nuevo) conocimiento con la esencia del librero tradicional que se definía por su capacidad para la prescripción, «la posibilidad de la venta sugerida, personalizada, arriesgada y con un alto índice de satisfacción. [Porque] es ahí donde el algoritmo no puede ser mejor que un librero, simplemente porque el algoritmo sólo puede presentar unas cuantas opciones de primera instancia»

La princesa y el guisanteCuento de la Princesa y el guisante, Libreria Artemis Julio Llamazares 2Julio Llamazares en la Librería Artemis, León

Pero una adecuada formación sólo sería un paso correcto, aunque insuficiente. Si la librería ha dejado de ser el epicentro de la cultura escrita y ha cedido protagonismo a otros canales, Manuel Dávila Galindo Olivares sostiene que también puede perder su vía principal de negocio: la venta de libros. Entonces debería concentrarse en el resto de aspectos relacionados, ser «la traslación del pasado a través de la experiencia de un usuario que mutará y nos marcará el paso para seguirlo a través de estos cambios». Un lugar que albergue presentaciones de libros, ofrezca el merchandising alrededor de éstos, propicie clubes de lectura e incluso haga de su fisonomía una particular mezcla entre librería y café, soluciones todas que revelan una parte buena de inconformismo, pero a las que me cuesta ver aplicadas en contextos determinados y cuya promoción de este modo supone colocar actividades complementarias casi como único sostén de continuidad . Quizás algunos discutan -con razón- la mera posibilidad de una librería así, desnaturalizada.

Es menos defendible, sin embargo, la actitud adoptada por editoriales y librerías cuando nuevos actores entraron en escena y trastocaron unas estructuras en buena parte anquilosadas. «Amazon no destruyó la cadena del libro» sino que, con sus ideas, mejoró el negocio de venta de libros. Y resulta una indulgencia hacia sí mismos muy peligrosa convertir al gigante estadounidense en el chivo expiatorio de todos los males porque «el problema reside en la cadena del libro, la misma cadena que ha visto las maravillas que Amazon puede hacer con su producto y aún así decide mirar hacia otro lugar esperando que mágicamente los astros se alineen y no tenga que dar un paso al frente». Más que levantar acta de un cúmulo de agravios, deberíamos de interrogarnos acerca de las oportunidades que estamos dejando escapar y por qué una industria que no nació ayer da de lado el poso de experiencia que eso supone. Los nuevos lenguajes auspiciados por el desarrollo tecnológico son, en muchos casos, la puesta al día de un conocimiento que ya se poseía. La extrañeza hacia ellos aviva la idea de que nos alejamos de nuestra identidad si los asumimos y el autor deduce con acierto que «en la incomprensión de los nuevos símbolos estamos condenando nuestra forma de vida al aislamiento social». Para Manuel Dávila Galindo Olivares vivimos en una «época dorada», en la que el acceso a un nivel cultural medio está al alcance de un porcentaje de población muy extenso. Esta masa de potenciales lectores encuentra en el libro un medio de satisfacer sus inquietudes, pero a medida que otros formatos lo reemplacen habrá un desplazamiento y será entonces cuando «todos los nuevos términos y sus respectivos valores, pequeños o amplios, nos dejarán ver que la solución está en el problema, y que el problema al mismo tiempo también es una solución».

Queda casi como estación término de este viaje el asunto muy espinoso de la piratería. Ésta nace, según el autor, de un deseo y su insatisfacción la refuerza. Yerran quienes la confunden con el acto de compartir y colocan en el punto de mira las comunidades nacidas entorno a unos intereses comunes. En la medida que la industria se ha obcecado con soluciones desacertadas el problema ha crecido hasta convertirse en una enfermedad de difícil cura que afecta a órganos vitales. En vez de el intento de impedir el intercambio de contenidos, que cuestiona la neutralidad de la Red y puede ser la antesala y la justificación del cercenamiento de la libertad en nuestras propias vidas en busca de un bien mayor, y que allana el camino a los verdaderos piratas, «gente que genera ingresos a partir de la venta de copias ilegales de contenido», los esfuerzos deberían haberse concentrado en hacer lo más sencillo posible el acceso a quien sí está dispuesto a pagar, pues el que no quiere -o no puede- nunca decidirá basándose en el mayor o menor número de trabas. Aquí también los nuevos actores han sido más perspicaces. No han traído la libertad, pero su apuesta por una experiencia mejor y más agradable para el usuario ha provocado que a éste no le importe la imposición de ciertas limitaciones. «Apple nunca fue nuevo, Apple siempre fue mejor» es un epitafio cruel, pero justo.

Manuel Dávila Galindo Olivares no quiere dejar dudas de que «la piratería es una aberración que nunca debió haber surgido en un mercado comprometido con la innovación y el consumidor desde un principio». Su análisis, sin embargo, considera al lector -o al usuario- siempre y sólo víctima, mientras otra perspectiva más crítica hubiera podido relacionar el nivel de tolerancia hacia la piratería y el capital social del país donde esto ocurre. Sus objeciones al comportamiento de la industria guardan afinidad con los argumentos contrarios a las tesis utilitaristas a favor de leyes en defensa de los derechos de autor que Stephan Kinsella razona en su opúsculo Contra la propiedad intelectual. A diferencia de éste, no son las páginas de estos territorios una refutación, no abordan las cuestiones iusnaturalistas ni poseen su calado filosófico. No creo que el autor lo pretendiera, pero la insuficiencia que resulta de la comparación se nota a efectos persuasivos.

Si como se nos dice en este libro «en muchos sentidos, tenemos que entender que la era dela industria ha terminado», el viaje que propone Manuel Dávila Galindo Olivares pretende dar fe de un tiempo decadente encaminado a su fin. Como el autor no se resigna, al diagnóstico de males añade posibles remedios, siempre con la esperanza de que las situaciones de crisis permiten hallar nuevos vías para quienes asumen sus carencias y atisban las posibilidades de un contexto inédito. Reinventarse, en una palabra.

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