Los acontecimientos son lo que son, no hay elección. Sólo contamos con la elección de los conceptos; pero es una elección a la que hay que aferrarse. De ningún modo debemos permitir que los acontecimientos nos impongan la suya: su figura ideológica y su escenificación en la información. En este orden de cosas, cualquier acontecimiento puede valer. Cada acontecimiento encierra toda la situación en un momento dado, siempre que se la aísle del montaje propagandístico de los acontecimientos. Hay que luchar contra ese bluff de los eventos, y debe encontrarse en el acontecimiento lo que constituye el acontecimiento, es decir lo que excede cualquier interpretación, cualquier idea convencional de lo político y de la historia.