¿Y SI LA PIRATERÍA NO FUESE TAN MALA?

*Un articulo de Eduardo Vicent Clemente Introducción Tras la llegada de lo digital la lógica de la industria tradicional se ha visto superada y contestada. Las facilidades para realizar …

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*Un articulo de Eduardo Vicent Clemente

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Introducción

Tras la llegada de lo digital la lógica de la industria tradicional se ha visto superada y contestada. Las facilidades para realizar copias y distribuirlas ha permitido la emergencia de todo un mercado no legal que funciona con sus propias lógicas y escapa al control de la industria cultural. La puesta en marcha de este mercado solo es la punta visible de un problema con serias implicaciones para todos los actores. Todos pierden.

Tradicionalmente el debate sobre esta cuestión esta tintada de adjetivos y valoraciones poco respetuosas con aquellos que recurren a este mercado. Se les suele tratar de ladrones y de criminales, se les suele acusar de querer acabar con el mundo de la cultura o de no respetar el trabajo de los artistas y se les suele condenar en consecuencia. En general, la percepción que se tiene de este tipo de consumidor es negativa y desconfiada. Por su parte, los autores y las editoriales son percibidas por los consumidores de igual modo. La razón subyace en la voluntad de querer explotar económicamente las obras más allá de lo que consideran justo. En la voluntad de controlar el mercado y tomar decisiones sobre como se debe leer y en que condiciones. En definitiva en querer mantener un control férreo y poco flexible sobre cuestiones que son materia de los consumidores y los lectores. En este contexto el punto de encuentro resulta verdaderamente difícil y complejo.

A través de este ensayo, que completa los otros dos que se publicaron sobre las medidas de DRM y los autores autoeditados, se pretende abordar en profundidad la cuestión del pirateo. En el primero se puso el énfasis en las concepción de las grandes editoriales, y en general en los propietarios de los derechos de explotación de las obras, sobre su necesidad de mantener el control de las mismas. En el segundo el interés giraba en torno a la postura general de los autores y la manera en los que estos poco a poco han ido adaptando su oferta a las necesidades del mercado. En este ultimo se pretende ahondar en la importancia que los consumidores le dan a determinados elementos y aportar nuevas visiones al debate sobre la piratería.

No hay que perder de vista que la existencia misma de la piratería es un símbolo inequívoco de los cambios que se han dado en la audiencia y representa como ninguna el enorme desajuste que hay entre la industria y los consumidores. No en vano ya en el año 2001 los editores se planteaban que la llegada del libro digital representaría un enorme problema para el sector. En aquellos años en los que los mercado digitales recién se estrenaban (aún no había aparecido la iTunes Store que llegará en 2003 y cambiara definitivamente las reglas del juego) la Asociación Americana de Editores afirmó que a la luz de los informes del momento, en los que se preveían perdidas de hasta 1.5 billones de dólares, el pirateo de libros impedía la puesta a punto de un mercado digital.

Hoy, en el año 2015, no se han hecho grandes avances y las posturas se han terminado de alejar. Los editores, siguen enrocados en sus posturas (defendiendo y adoptando medidas como el DRM o los entornos de lectura completamente cerrados y controlados) y los consumidores en las suyas (recurriendo a mercados no legales y obteniendo obras con derechos de autor sin pagar por ellas). Este enfrentamiento no es sostenible a largo plazo y las implicaciones van mucho más allá de lo monetario.

La piratería: Acto vandálico o de amor al prójimo

Los datos sobre piratería son verdaderamente desoladores, aunque muy difíciles de calcular de forma exacta. Aún así la Asociación Americana de Editores estima que en Estados Unidos están perdiendo entre 80 y 100 millones de dólares anuales para todas las categorías de libros. Por otro lado para la empresa de protección antipiratería Muso, estos datos resultan muy conservadores. Solo en el año 2014, eliminaron un total de 580.000 archivos no legales. Esto implica, desde el punto de vista de Chris Anderson (responsable de clientes de la empresa), que si cada archivo eliminado se ha descargado un total de 100 veces nos acercamos mucho a los 60 millones de descargas con sus correspondientes perdidas. Ahora bien no hay que perder de vista que estamos hablando de dinero que se deja de ganar y no que se pierde. Esos 60 millones de descargas no necesariamente se traducirían en compra si el libro no estuviese accesible en el mercado no legal.

Desde la industria la postura más habitual es la de criminalizar a los lectores y llevarlo todo a argumentos reduccionistas y de tipo esencialista. Es decir, las generaciones actuales, que no tienen ningún respeto por nada, acostumbradas a consumir diferentes medios audiovisuales sin pagar repiten la pauta con los libros. Lo lógico es, pues, este tipo de actitudes y son precisamente los consumidores los que aparecen como el verdadero problema ignorando todo lo que hay detrás de este fenómeno y lo que es más importante todas las oportunidades que se abren.

La influencia de internet ha sido verdaderamente crucial a la hora de crear una nueva audiencia. Ahora no se contentan con consumir un libro, una canción o una película en su ámbito privado, de una forma anónima y silenciosa. En muchas ocasiones utilizan los medios a su disposición para compartir dicha experiencia y crear información alrededor de la misma. Ampliando las posibilidades y el alcance de las obras hasta cotas completamente inhóspitas, muchas veces inimaginadas por los distribuidores y los artistas. Algunos de los ejemplos más paradigmáticos de esto lo vemos en las obras derivadas que sirven para poner en marcha los llamados universos expandidos. Así es como los universos de Star Wars, El Señor de los Anillos, Juego de Tronos o Harry Potter se han desarrollado exponencialmente gracias a la altruista colaboración de sus fans. Estos al pensar posibles destinos para sus personajes favoritos y compartirlo con los demás usuarios a través de la red, le aportan capas de existencia a la obra y prolongan la vida útil de las mismas. Este fenómeno, evidentemente, entraña un componente altamente positivo para los autores, pero serios problemas para las editoriales ya que pierden el control de las obras.

Además todo esto es extensible a otros fenómenos como las guías de lectura (por ejemplo en el caso de la saga Discworld, en la que muchos fans han dedicado mucho tiempo y esfuerzo para asegurar una buena comprensión de la obra de Terry Pratchett), los subtítulos para series que aseguran el alcance global de estas y, quizá la más controvertida de todas, la digitalización de libros hasta el momento no digitalizados (ya sea por viejos, o por desinterés).

En este sentido, la definición general de la piratería, se complica. Es muy difícil establecer un consenso de mínimos entre los consumidores y los dueños de los derechos sobre este tipo de usos. Desde el punto de la DMCA, todo uso no autorizado de la obra constituye un delito y es punible. Sin embargo ¿Este tipo de usos, son verdaderamente nocivos? ¿Dañan en algo la integridad de la obra? ¿Resultan en algún caso un ataque a los derechos de autor? La respuesta es verdaderamente complicada y requiere un análisis exhaustivo de los argumentos principales detrás de este fenómeno.

Principales argumentos para defender la piratería: Autoconstrucción del pirata.

La piratería no es necesariamente un capricho y entraña muchas dificultades en su comprensión, de esto no hay duda. Desde su punto de vista no están llevando a cabo ningún delito, al revés están participando activamente en una comunidad a la dedican mucho tiempo y ponen al servicio de todos los miembros una gran cantidad de recursos. Por esta razón, hay que ir con mucho cuidado con los argumentos fáciles, ya que alejan el debate de los puntos verdaderamente importantes y generalizan situaciones que no necesariamente representan a la mayoría. Es importante matizar que en ningún caso se pretende defender actitudes contrarias a la ley, si no mas bien poner de manifiesto las contradicciones en el discurso general sobre la piratería.

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La información quiere ser libre

Uno de los principales argumentos que se esgrimen por parte de los usuarios es la de la necesidad de la cultura de ser libre y accesible para todo el mundo. Es decir, ellos en realidad están llevando a cabo una labor democratizadora y de justicia social al liberar los contenidos y ponerlos a disposición de todo el mundo gratuitamente. La frase acuñada por Stewart Brand: “Information wants to be free” en 1984 durante la primera conferencia Hackers, representa todo un leitmotiv defendido a capa y espada por muchos usuarios a lo largo y ancho del mundo. Los escritores producen información y esta es beneficiosa para la humanidad lo que implica que lo mejor que se puede hacer es compartirla desinteresadamente con el mayor numero de gente posible. Aquí, la red se presenta como el medio por excelencia. Por lo tanto, faltar a este argumento, es per se una excusa justificada para la piratería masiva.

El concepto de cultura libre tiene un origen muy claro y unas metas muy bien definidas. Al principio de la década de los setenta, los lenguajes informáticos se empezaban a poner en marcha y muchas de las empresas de entonces empezaron a diseñar y blindar sus software mediante licencias y copyright. El enorme éxito de Microsoft y Ms-Dos probablemente sea el mejor ejemplo. Muy preocupados por esta cuestión, un grupo de desarrolladores (entre los que destacan nombres como el de Richard Stallman o Linus Torvalds) decidieron poner a disposición de la comunidad sus trabajos de forma gratuita permitiendo la modificación del código y los ensayos. Esto ha generado grandes resultados que hoy forman parte de nuestra vida cotidiana. Sin ir más lejos el sistema operativo Android le debe mucho a Linux y ambos se encuentran bajo licencias de código abierto.

La colaboración entre usuarios y la capacidad de estos para generar contenidos es uno de los grandes cambios que se han dado en la forma de entender el consumo. Los consumidores ya no son pasivos, si no que más bien son capaces de crear y compartir información. Esto es especialmente evidente cuando se trata de medios audiovisuales. Sin embargo no hay que perder de vista que todo el mundo tiene derecho a vivir de lo que hace. Los músicos, los autores, periodistas y directores de cine han visto como cada vez las cosas se les ponían mas complicadas y poco a poco han ido apareciendo nuevos modelos de negocio para poder responder a estos cambios. Lo más común ha sido el refugiarse en la industria y los grandes medios frente a la ofensiva pirata.

En un articulo publicado para el Huffington Post en el 2011, la autora de Freezing Point Karen Dionne lo deja bien claro:

“Tradicionalmente los autores y los lectores estaban en el mismo equipo. Los autores crean contenido y los lectores los leen en una relación de beneficio mutuo. Sin embargo, la piratería ha puesto a los lectores contra los autores al ofrecer el contenido gratuitamente”

Frente a este cambio de tornas, la reacción más lógica ha sido aliarse con las tiendas y los grandes grupos para integrarse en entornos completamente cerrados. Así el uso de DRM o la reciente puesta en marcha de los servicios de streaming aparecen como soluciones infalibles para luchar contra la piratería.

Por esta razón, es muy importante no confundir información con cultura. No todo vale. Cuando se trata de productos culturales los creadores tienen que tener asegurado la recompensa económica sobre aquello que han creado y les pertenece. Destaca en este sentido el planteamiento de García de Aristegui (del que ya se ha hablado, Aqui y Aqui) en ¿Por qué Marx no habló de copyright? donde plantea las consecuencias de abrazar un modelo de cultura libre sin reservas. Los autores dejarían de tener una recompensa lo suficientemente interesante como para seguir creando contenido, lo que a largo plazo seria muy poco deseable y eliminaría de facto el sector editorial y los libros. Ninguno de los actores implicados quiere esto.

Todo esto, sin mencionar que dicha información contiene un gran valor añadido para aquellos que lo ponen a disposición de la comunidad. Es importante tener en cuenta que no se pude generalizar, sin embargo, muchos usuarios aprovechan este tipo de contenidos para convertirlo en negocio a través del uso de publicidad gracias a servicios como Google Ads. Esta actitud es un verdadero problema, ya que representa una paradoja en si misma. Si la información quiere ser libre ¿Porqué se plantean la posibilidad de ganar dinero con obras que no les pertenecen? Es muy importante concienciar a los individuos de que no todo vale y ser críticos y consecuentes a la hora de adquirir contenidos digitales. Resulta muy difícil pelear contra el coste 0.

¿Por qué son tan caros los ebooks?

En el año 2010 estalló la polémica. El incipiente mercado de libros digitales había sufrido un gran revulsivo gracias a la comercialización del Kindle dos años antes. La campaña de promoción de Amazon contó con enormes rebajas en el precio de los eBooks, llegando hasta el 20% y ofreciendo los best sellers a 9.99$ algo que no gustó nada a las grandes editoriales. Hasta ese momento el acuerdo entre la tienda y las editoriales contemplaba la cesión de los derechos de explotación de las obras a mitad de precio. Esto implicaba que el precio final de los libros bajaba drásticamente ya que Amazon tenia libertad para ajustar todo lo que quisiese sus márgenes de beneficio. El impacto a largo plazo representaba un fuerte cambio la percepción de los consumidores sobre los precios y lo que estarían dispuestos a pagar. El futuro en aquel momento pasaba por imaginarse un monopolio dominado por Amazon marcando los precios unilateralmente y al margen de los deseos de las editoriales.

Estas, en parte movidas por el miedo, en parte hostigadas por Apple vieron en un pacto con Steve Jobs la mejor manera de frenar la escalada imparable de Amazon. El acuerdo consistía en que serian las editoriales las encargadas de fijar los precios siempre y cuando Apple se llevara el 30% de cada venta. De esta manera las editoriales podían presionar a Amazon a ofertar las mismas condiciones bajo la amenaza de quitar su contenido del catalogo. Este enfrentamiento acabó con el dominio de Amazon, que perdió casi 10.000 títulos en su catalogo, y a largo plazo generó un importante aumento del precio de los libros digitales.

En toda esta pugna entre los grandes distribuidores y las grandes editoriales no se tiene en cuenta ni los derechos de los consumidores, ni sus percepciones sobre esta cuestión. Se esta dando por hecho que los consumidores van a pagar el precio que ellos pongan sin importar las condiciones. Precisamente en este punto es donde radica el error fundamental tanto de las grandes editoriales, como de Apple (que pensaba que podría repetir la jugada de la iTunes Store con los libros).

Desde el punto de vista de los consumidores, un libro electrónico jamás puede tener el mismo precio que un libro impreso. No están dispuestos a pagar un precio equivalente por un producto que no lo es. Para muchos el libro impreso tiene un valor añadido en forma de recipiente, de objeto. Valoran los detalles de producción y toman decisiones teniendo este tipo de cuestiones en mente. La calidad del papel, la impresión o las portadas son elementos ajenos al contenido que justifican en muchos casos los elevados precios. sin embargo, nada de todo esto está presente en un libro digital, donde lo que importa verdaderamente es el contenido.

A la hora de marcar los precios de los libros digitales las editoriales toman como punto de partida el precio del libro impreso y le restan los gastos derivados de la producción y distribución. Una vez realizada la resta, estos pasan a costar entre un 20% y un 40% menos de lo habitual. Ahora bien, teniendo en cuenta el auge y preponderancia de la piratería, evidentemente los usuarios no están dispuestos a pagar estos precios. Los consideran excesivos. Es cierto que detrás del precio de un eBook hay muchos gastos a tener en cuenta pero en este sentido lo primordial es que tal y como plantea Alberto Vicente en ¿Por qué nos parecen caros los libros electrónicos? publicado en 2012 en La Vanguardia, hay que cambiar la cultura de los precios. Se debe abandonar el paradigma impreso y dejar de considerar al eBook como un subproducto, una especie de apéndice derivado. El punto de encuentro pasa por aceptar que los consumidores no van a pasar necesariamente por donde las editoriales quieran y mientras siga existiendo el mercado a coste 0 tienen las de perder.

Quizá la postura más lógica es la de aceptar que el libro digital es un producto diferente en todos los sentidos y que deben ser tratados de forma diferente. Es decir, las dinámicas que rigen el mercado impreso son inaplicables en el mundo digital, por lo tanto no tiene ningún sentido ligar el precio de lo digital al comportamiento de lo físico. El éxito de Amazon con los autopublicados o las pequeñas editoriales exclusivamente digitales demuestran que este tipo de estrategias de precios competitivos y ajustados a la demanda son realmente provechosos para todas las partes. El problema no es que los consumidores no quieran pagar, es que no quieren pagar tanto.

La falta de catalogo

Durante el año 2014, la Agencia del ISBN reportó una caída en el registro de eBooks. Estos datos fueron corroborados por la Federación del Gremio de Editores (FGEE) en su ultimo informe. Según esta entidad privada (fue privatizada en 2010) en 2014 se registró un total de 6.22% libros electrónicos menos que en el año anterior. Para hacernos una idea se trata de un total de 19.077 en todo 2014, frente a los 20.338 de 2013. Muchas editoriales defienden que el negocio de los eBooks no está siendo todo lo beneficioso que esperaban y se escudan en ello para justificar la caída de la oferta. Efectivamente con un total de facturación cercano al 3% del total de libros vendidos aún resulta muy poco rentable editar libros digitales. Si toda esta dinámica además se suma a los problemas que arrastra el sector del libro, en general, la situación se vuelve verdaderamente apocalíptica.

Para los editores las causas de este fenómeno son otras. Desde su punto de vista esta bajada es completamente normal y justificada. Durante los años pasados el numero de ediciones digitales era anormalmente alto, ya que se estaba procediendo a la digitalización de todo el fondo editorial a su disposición. A día de hoy, este proceso esta casi terminado y solo se van digitalizando las novedades a medida que van saliendo. Además no hay que olvidar que muchas editoriales estaban percibiendo ayudas por parte del estado para llevar a cabo esta labor y que han sido bloqueadas por parte del estado. Esto evidentemente ha truncado el proceso y ha parado en seco la edición digital.

Por otro lado, tal y como adelantábamos al principio del epígrafe, este proceso se suma a otro de crisis generalizada. Por lo tanto la caída de la publicación de libros digitales se enmarca en la caída de la publicación de libros en general. La caída alcanza el 2,5%. Para hacernos una idea de la importancia de estos datos, Santos Palazzi (responsable del área digital de Planeta) comenta en una entrevista publicada en eldiario.es que las novedades publicadas en el 2014 bajaron un 15% con respecto a 2013. Desde este punto de vista la caída no parece tan importante y sin embargo lo es y mucho. Estos datos esconden una actitud muy clara con respecto al libro digital.

Aunque desde el sector se diga que se apuesta por la edición digital y que esta representa uno de los mayores intereses de las editoriales, la realidad es que no factura lo suficiente. Muchos editores se quejan de la falta de retorno que les supone un libro digital con una media de descargas de 30 ejemplares al mes. Para explicar esta situación utilizan argumentos como por ejemplo la falta de demanda, o las expectativas puestas en el mercado y, que es donde esta la clave, la piratería.

Para Luis Solano, de Libros de asteroide, las editoriales han hecho los deberes y han puesto a disposición del publico más cantidad de libros, mejores ediciones y sobre todo, precios competitivos, pero el problema de la piratería no es un problema que les atañe a ellos si no más bien a los poderes públicos. Una vez más, nos cruzamos con la idea de la criminalización de los consumidores. Ellos justifican que el libro digital no despegue, porque prefieren piratear en vez de comprar. Por esta razón están decididos a apostar por modelos de suscripción, que llevan asociados todo un marco de lectura impuesto y determinado por las grandes editoriales, aún a pesar de estar claramente demostrado que no funcionan. Según los datos que publica The Economist Amazon, Oyster y Scribd apenas han sido capaces de atraer un 4% de los compradores de eBooks en EEUU, y en España los datos que arrojan Nubico, Kindle Unlimited o 24Symbols tampoco son muy diferentes.

En este sentido, la queja siempre es la misma: la falta de contenido. Parece irreal pensar que una novedad recién salida al mercado no solo no este disponible en estas plataformas, si no que además no tenga versión digital. Sin embargo ocurre, y ocurre muy a menudo. La explicación pasa por la actitud conservadora y desconfiada de las editoriales, que lejos de querer participar en este nuevo nicho que se les abre adoptan una actitud distante como si la cosa no fuera con ellos.

Ahora bien, los tiempos han cambiado mucho y a día de hoy, los consumidores tienen la oportunidad de rellenar ese hueco dejado por la industria cultural. Muchos de ellos forman parte de comunidades muy grandes que intercambian archivos y que se prestan muchos recursos. en la mayoría de los casos basta con que uno de ellos necesite tener acceso a un libro electrónico y que no este disponible para que el resto de miembros de la comunidad decidan buscarlo, escanearlo y ponerlo a disposición de los demás. De esta manera, logran saltarse esta limitación y siguen teniendo acceso al libro que querían leer. No hay que perder de vista que muchos usuarios están familiarizados con los procesos de edición, tienen acceso al software y para ellos resulta muy valioso el prestigio que obtienen en la comunidad. Así, las dinámicas y el equilibrio de fuerzas ha cambiado mucho. Si en la lógica del mercado impreso las editoriales se podían permitir el no editar un libro porque no les era rentable lo peor que podía pasar era que circularan algunas copias fotocopiadas. Sin embargo a día de hoy esas fotocopias se pueden convertir en libros digitales con todas las letras y en muchos casos estarán mejor editadas que las originales.

Lo mismo ocurre con las obras antiguas de autores que siguen teniendo éxito. Muchos lectores querrían poder leer libros antiguos de sus autores favoritos que por diferentes razones suelen no estar digitalizados. El procedimiento en este caso es el mismo se hacen con la copia escaneada, lo editan y lo distribuyen. La comunidad abre en este sentido el mercado editorial y le da nuevas salidas a obras antiguas. De esta forma viven una segunda época de juventud y tienen la oportunidad de enganchar a nuevos lectores que a la larga podrían querer comprar libros de esos autores, si tuviesen la ocasión. El problema fundamental es que entra en seria contradicción con los derechos de autor de dichas obras. Este pertenece al autor, que suele ver con horror como la red se llena con sus títulos.

Por lo tanto, hay mucha fuerza en la comunidad. Esta es capaz de rellenar los huecos que las editoriales no quieren llenar con una oferta amplia y de calidad. Mientras esta situación se mantenga, el mercado digital no solo no va a evolucionar, si no que se va a llenar de obras completamente fuera del circuito comercial. Este problema, por mucho que se intente eludir el bulto, no es de las instituciones publicas, si no más bien de las editoriales. Son ellas las que tienen el poder de integrar a los usuarios en el proceso.

Conclusiones: La piratería es un universo lleno de contradicciones, un universo lleno de oportunidades.

Como es bien sabido, desde el sector se suele señalar a la piratería como el gran freno del mercado digital. Puede que desde su punto de vista, tal y como hemos tenido la ocasión de comprobar, efectivamente sea así. Sin embargo, hay una cosa que es clara y evidente para que los libros sigan existiendo los lectores tienen que comprarlos. De esta forma se mantiene todo el engranaje. Los editores cobran por su trabajo, los autores por el suyo y los lectores reciben el contenido que desean leer.

A lo largo de este pequeño recorrido por los argumentos principales tras la piratería hemos visto como hay muchas maneras de entender el fenómeno y cada uno encierra en si mismo cuestiones de calado muy profundo. Los cambios en la audiencia, a día de hoy son innegables. Los lectores ya no leen como antes. Los consumidores ya no consumen como antes. Las causas de todo esto se encuentran en el establecimiento de internet como medio fundamental para intercambiar información. La red configura y construye redes de todo tipo, las de consumo solo son un ejemplo.

Sin embargo, no todo vale y es primordial ser consciente de lo que estamos consumiendo. En este sentido es necesario que los lectores hagan un examen de conciencia y se lo piensen seriamente antes de descargar un libro digital por el mero hecho de no pagar. Detrás de ese libro hay todo un trabajo de documentación y todo un esfuerzo de escritura que merece ser recompensado. Sobre todo si el libro te resulta interesante. El respeto a los autores y las obras debería ser una línea roja en toda regla. La información quiere ser libre, y la cultura también. Libre de DRMs y libre de control por parte de las grandes distribuidoras, pero no necesariamente gratis.

La misma lógica se puede aplicar a la cuestión de los precios. Pensar que en un contexto como el actual los lectores van a pagar lo que las editoriales quieran de manera aquiescente resulta un error de magnitudes épicas. Existen miles de maneras, y muy sencillas, de romper los DRMs o de obtener el mismo producto a un coste mucho menor y evidentemente ante la disyuntiva van a hacer uso de ellos. Por esta razón resulta verdaderamente primordial no solo bajar los precios de los eBooks para que resulten competitivos y atractivos, si no también otorgarles la entidad que merecen como producto. Los proyectos de crowdfunding, el éxito de los autores autoeditados o el éxito que están alcanzando algunas editoriales exclusivamente digitales son un ejemplo de que el mercado digital es posible y que los usuarios están dispuestos a pagar por aquello que consumen. Abrazar el paradigma digital en toda su esencia es cada vez más urgente.

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Además, como hemos podido observar, existe mucho poder en la comunidad. Es capaz de hacer cosas verdaderamente increíbles. Hemos visto muchos ejemplos en los últimos años, sin embargo en el caso de los eBooks se vuelve especialmente interesante. El mercado del libro digital se enfrenta a un importante freno, el miedo por parte de los editores a perder su posición dominante y regalar sus obras. El problema es que manteniendo esta actitud están perdiendo la oportunidad de utilizar esas redes de intercambio, esas comunidades, para generar productos que les resulten atractivos. Para que difundan y puedan adaptar a sus necesidades. Los lectores juntos debatiendo sobre un libro lejos de ser un problema resulta un nicho de mercado impresionante y debería ser explotado cuanto antes. En caso contrario, llegará el momento en que la oferta más importante y mas interesante en materia de libros digitales dependerá directamente de los lectores y pasaran por encima de las editoriales.

En definitiva, no se trata de justificar la piratería. Es un problema muy serio y es normal que genere muchas dudas en el sector. De lo que se trata es de mostrar como incluso en un contexto como el de la piratería, hay oportunidades que se abren y que pueden ser verdaderamente claves a la hora de desarrollar nuevos modelos de negocio.

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Soy Eduardo Vicent Clemente. Tengo 30 años y trabajo de camarero. Estudié Sociología y Ciencias Políticas en la Universitat de València. Hice una estancia Erasmus en París (Francia) y estuve de voluntario en Guayaquil (Ecuador). Mi interés por la cultura y el mundo de lo digital ha sido siempre una constante y me ha acompañado a lo largo de mi vida. Actualmente estudio el máster de Edición Digital de la UOC y hago mis prácticas para librosensayo.com. Estoy a vuestra disposición ¿Y SI LA PIRATERÍA NO FUESE TAN MALA?en @eduardovicent o www.eduardovicent.com
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1 comment

  1.    Responder

    Buena aproximación; equilibrada a pesar de ser un tema polémico