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Antonio Adsuar.
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2 noviembre, 2013 a las 11:11 #6258
Antonio Adsuar
SuperadministradorHola de nuevo,
Ya estamos en Noviembre y vamos a comentar este texto breve e intenso. ¡Allá van las preguntas/incitaciones de rigor para comenzar el debate!
1.¿Realmente puede existir la edición sin el mercado?, ¿Son todas las dinámicas de mercado negativas para el mundo del libro y la lectura o únicamente ciertas prácticas que llevan a la especulación?
2.¿Se puede hacer “buena” edición dentro de los grandes grupos?, ¿Pueden editoriales pequeñas y perfectamente independientes editar para el mercado y buscar casi exclusivamente best-sellers?
3.¿Qué condiciones pensáis que se tienen que dar para que siga existiendo la edición “combativa” que reclama Schiffrin?, ¿qué necesitamos mantener y qué nuevas iniciativas tienen que surgir?
4.¿Cómo afecta la disrupción digital a todo esta situación descrita en “La edición sin editores”?, ¿Servirá para consolidar la edición sin editores o ayudará a fomentar la edición artesanal?
5 noviembre, 2013 a las 11:34 #6272Antonio Adsuar
SuperadministradorOs dejo aquí el comentario que ha hecho sobre «La edición sin editores» de Josep Mengual, autor de un reciente libro sobre el editor Janés titulando «A dos tintas» (debate): http://www.megustaleer.com/ficha/C923277/a-dos-tintas y blogger en «negritas y cursivas», bitácora sobre libros e historia editorial: http://negritasycursivas.wordp
Estupendo planteamiento. La cuestión de fondo tiene mucho que ver con la banalización o trivialización de la cultura. El ensayo en particular cobra cuerpo a medida que su influencia se va ampliando, sus ideas se van asentando y debatiendo. Y eso lleva tiempo, no es suficiente con tuitear el título, autor y editorial. A mi modo de entenderlo, el editor ha de actuar como prescriptor, debe tener un cierto margen de error (inevitable) y eso de nuevo lleva tiempo. Sé de programas en grandes grupos que, simplemente, no aceptan que uno introduzca como dato de la tirada 5000 ejemplares. Eso explica mucho. Se nos pide que nos homogeneicemos para podernos vender a todos lo mismo (no necesariamente la misma mierda, pero lo mismo). Y añadiría que la calidad no atañe sólo al texto, también al libro como objeto (se ven maquetas y cajas últimamente…).
Gracias Josep por comentar!
13 noviembre, 2013 a las 0:52 #6329Silvia
ParticipanteRespondiendo a la segunda pregunta planteada, mi experiencia es que sí se puede hacer buena edición en las grandes editoriales, pero con matices, únicamente si el editor responsable de determinados títulos se deja la piel en cada uno de los proyectos que pasan por sus manos. Lo que se publica, cuándo se hace y bajo qué condiciones presupuestarias según un determinado porcentaje de beneficio estimado lo deciden desde «arriba» y es inamovible.
Pero esto no impide que el editor encargado del título, dentro del margen que los recursos asignados le permitan, asegure una buena calidad del producto editorial en la línea de la «edición artesanal» de que habla Schiffrin. Solo que aquí nos limitamos únicamente al proceso de edición entendido como trabajo de desarrollo del manuscrito hasta su finalización y envío a máquinas.
Por experiencia también he comprobado que es posible, aunque cada vez lo es menos, la edición artesanal en toda su amplitud, desde la elección de autores y títulos y la apuesta fiel del editor en defensa de los mismos. Pero no como algo generalizado procedente de las políticas de empresa, sino más bien como resultado de la apuesta personal de determinados editores en pro de la calidad. Es decir, si el editor está comprometido con la calidad como ética personal, y las limitaciones marcadas por «los financieros y sus ROI» lo permiten, con una buena gestión del proyecto editorial y un aprovechamiento excelente de los recursos asignados es posible obtener productos editoriales de calidad de los que uno pueda sentirse orgulloso y que, además, cumplan con los márgenes de beneficio que la Editorial requiere.
Pero insisto, son resquicios y dependen más de una apuesta personal que de las políticas editoriales en sí. Si eres capaz de hacer un buen libro con un presupuesto y tiempo limitados, y que además cumpla los objetivos de ventas marcados, ningún financiero va a venir a impedirte que lo hagas.
Pienso que, a menudo, lo que acaba ocurriendo con estos editores «combativos» es que tener que hacer tantos juegos malabares para defender la calidad de forma continuada sin saltarse los límites financieros puede llegar a tener un gran coste personal y elevar bastante el nivel de frustración, por lo que muchos acaban independizándose de los grandes grupos e intentando sus propias aventuras editoriales.
Aunque sea más arriesgado y puedas acabar en la ruina, estas aventuras emprendedoras pueden salir bien (como dice Schiffrin, los lectores diferentes no han desaparecido, sólo hay que ir a buscarlos). Y, aunque no lleguen a buen puerto, creo que pueden aportar una experiencia de vida inolvidable y muy gratificante.
14 noviembre, 2013 a las 12:13 #6341Antonio Adsuar
SuperadministradorHola Silvia,
¡Gracias por abrir el fuego de este debate!.jejej…creo que es interesante que aporte una perspectiva “desde dentro” al haber trabajado como editora. Veo que confirmas que el compromiso personal del editor interesado en la calidad es fundamental pero que siempre ha de ajustar y luchar por “cuadrar” dentro de las cuentas de resultados que exigen alta rentabilidad, muchas veces incompatibles.
De todas formas la clave estaría en que los Grandes grupos aceptaran subsidiar libros deficitarios mediante sus best-sellers que no les aporten ventas pero sí capital simbólico. Creo que las grandes coorporaciones mantienen por este motivo algunos sellos de ensayo, les aportan una visibilidad diferente, influencia social y política…pensemos en el caso de “Indignaos” que he llevado al editor de Destino Ramón Perelló a Península y la influencia que ha tenido a nivel social este libro, esta serie de libros del fallecido Hessel.
Para terminar mi comentario entiendo lo que dices: muchos editores se “queman” en este juego de malabares y apuestas por micro-estructuras de alto riesgo pero en las que, tirando mucho del carro y a base de buenos libros y voluntad personal, se puede salir adelante. Diría que es el caso de @javierforcola entre muchos otros
¡Saludos a todos y a ver si se anima la charla!
19 noviembre, 2013 a las 7:57 #6372Eugenio-Navarro
Participante¡Hola a todxs!
Hice reciente lectura completa del libro de Schiffrin, del que he tomado múltiples notas que -creo- me servirán en adelante para visualizar mejor los futuros hacia una edición de calidad, gracias a la extensa e intensa experiencia que nos cuenta este profesional tan emblemático.
La primera impresión es de esclarecimiento respecto a los motivos de crisis en el sector: un punto más de la general ofensiva contra las libertades públicas, sociales e individuales (salvo las de aquellos cuya presencia rentabiliza -y es rentabilizada por- el sistema); una de tantas estrategias políticas del neoliberalismo hacia el exterminio de toda amenaza ideológica sobre su imperio de extrema explotación. Hay una insensata carrera por incrementar las ganancias, con la vista fija sobre la cuenta de resultados; pero también existe la inconfesable intención de atrincherarse en el poder y en sus prebendas («lo inconfesable», cuando se llena la boca en nombre de la Libertad Económica), pues se está atacando de raíz el principio fundamental (y fundacional) del liberalismo clásico, precisamente: a cada cual según su mérito y capacidad. Rescato este fragmento -edición de Destino de 2000, traducción de Eduard Gonzalo-: “Estos libros, de los que se vendían decenas de miles de ejemplares a precios comparables a los de Peguin, contribuyeron a crear una opinión pública de izquierdas extremadamente bien informada. Es interesante señalar que los libros del mismo tipo que se publican hoy provienen de editoras universitarias con tiradas muy bajas y precios prohibitivos, con el pretexto de que no hay público para este tipo de obras” (p.41).
Y esos detalles que transcribe Schiffrin acerca de las medidas tomadas para «sanear» las editoras, cuando éstas se incorporan a un gran grupo (no deja de ser sorprenderme que tarde o temprano sea tan imprescindible esa incorporación: atarse a un proyecto mayor para poder sobrevivir en el mercado…), cuando se ven obligadas a justificar su pertenencia al emporio aportando su grano de beneficios; estos detalles bastan para comprender que el sector se ha hundido de lleno en un laberinto donde las nuevas tecnologías de edición y distribución, no sólo han dejado de ser el oasis que parecían en la distancia, sino que la mina de oro era un pozo vacío. Dice el autor: “la disminución del nivel intelectural es el camino más seguro hacia los grandes beneficios” (p. 75). Siempre me he sentido orgulloso de estar ligado al mundo del libro, pues cuantos profesionales encontré en el camino me hablaban de sus -para bien… o para mal- peculiaridades comerciales; y me alegra que aquí no funcione el principio del rasero bajo para homogeneizar a los consumidores.
A principios de los años noventa se introdujeron en el mundo del libro un tipo de personal ejecutivo cuya función residía en hacer rentable la edición; hoy han tocado fondo, y creo que es una estupenda noticia. Lo que han logrado estos competidores de alto rendimiento, es convertir sus productos en meros objetos de ocio, incapaces si quiera ahora de hacer sombra a un simple teléfono (y cuya política de anticipo de derechos ha convertido el mayor best-seller en un posible detonante de quiebra). Y mientras esto sucede, estamos comprobando que se fue forjando en aquellos años una red de pequeñas y medianas editoras -en su día llamadas «independientes» para desligarlas de aquella política unidimensional- que nos están descubriendo, a través de nuevos espacios y modos de llegar al libro, un tesoro que diría infinito. Por ejemplo: aquéllas siembran de narrativa-basura los escaparates de los centros comerciales, mientras éstas traducen el acervo cultural de los últimos siglos y lo exponen en la web 2.0. ¿Quién crea una verdadera demanda? Creo que salta a la vista.
Ha sido una lectura muy enriquecedora. Y grata. ¡Un placer!
¡Abrazos!
21 noviembre, 2013 a las 12:50 #6395Antonio Adsuar
SuperadministradorHola Eugenio,
Gracias por le extenso comentario, muy bien vertebrado con citas y referencias. Me alegra que te haya gustado, a mi me lo recomendó un editor de raza, Miquel Adam, al que cito siempre que puedo. Voy a comentar algunos aspectos de tus ideas.
Comentabas: “Es interesante señalar que los libros del mismo tipo que se publican hoy provienen de editoras universitarias con tiradas muy bajas y precios prohibitivos, con el pretexto de que no hay público para este tipo de obras”. Creo que este aspecto es fundamental…al ser el mercado de ensayo más pequeño esto crea unas particularidades. Hay un terreno intermedio entre la monografía académica y el libro de auto-ayuda anticrisis o el ensayo-espectáculo o la pseudodivulgación científica que editoriales no universitarias sí están tratando de explorar. Dos ejemplos podría ser Capitán Swing(a la que conozco poco, todo sea dicho)y Fórcola, capitaneada por @javierforcola Demuestran que sí hay un espacio para el ensayo, a mi modo de ver. Los marketinianos-empresariales nos dicen que no hay mercado pero ellos mismos “esconden” una demanda real a fuerza de no atenderla.
Cuando decías: “no deja de ser sorprenderme que tarde o temprano sea tan imprescindible esa incorporación: atarse a un proyecto mayor para poder sobrevivir en el mercado” Es cierto que esto es difícil de comprender pero creo que es un problema estructura que viene sobre todo cuando queremos salir del semi-amateurismo y pasar a una editorial media. Lo he explicado en este post que ha sido muy leído porque trata de un tema del que no habla nadie(o casi): ¿Por qué es peligroso crecer hasta cierto punto como editoria y ello te puede llevar a tener que integrarte en un gran grupo?:
Nada más Eugenio, seguimos comentando que compartimos hilo con dos editores, Josep Janés y @silvia-g-olaya.
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