Reviviendo la minúscula: encuentro con Valeria Bergalli

Recuperamos hoy para EcosdeSumer una notas que tomé el 10-4 de este año en una presentación de la editorial Minúscula. Es un ejercicio interesante releer lo que uno …

Valeria Bergalli en Laie LibreríaRecuperamos hoy para EcosdeSumer una notas que tomé el 10-4 de este año en una presentación de la editorial Minúscula. Es un ejercicio interesante releer lo que uno escribió hace unos meses y comprobar como ciertos puntos de vista cambian relativamente. Las opiniones de la editora Bergalli son similares a las vertidas por Miquel Adam, de Labreu edicions, ya brevemente discutidas en este cuaderno en unos comentarios de una entrada anterior. Bueno, les dejo con el texto quasi-original(corregimos alguna falta, añadimos enlaces y dimos algunos retoques al estilo).

Ayer volvimos a asistir a la sesión de Tupper book de la librería Laie de Pau Clarís. La invitada era Valeria Bergalli, de la editorial miníscula.

La primera parte de la charla se centró en explicar el catálogo de la editorial, idea central sobre la que Valeria ha querido construir esta interesante empresa. Me llamó la atención la cuidada selección que sirve para articular las colecciones, que no son sino un discurso, caminos que se nos invita a recorrer. Aquella que se denomina “Alexanderplatz” tiene como objetivo bucear en el influjo de la gran potencia emergente que ha transformado Europa desde el siglo XIX: Alemania. La serie “Paisajes narrados” trata de acercanos a las aproximaciones que los diversos autores hacen de determinados lugares. Dentro de este conjunto me pareció especialmente llamativo el título “Una habitación en Holanda” (que aunque me decepcionó me permitió armar una reflexión sobre el ser de Francia), de P. Bergounioux, que analiza la idea del exilio a partir de una meditación sobre la elección por parte del gran pensador Francés René Descartes de Holanda para escribir su célebre “Discurso del método”.

Queremos destacar por último otra colección relevante, conocida como “Tour de Force”, y que pretende dejar claro que Minúscula también se interesa por la literatura contemporánea. En esta serie destaca “El tiempo es un canalla”, de J. Egan, título que ha levantado críticas entusiastas.

Tras esta eficaz y evocadora puesta en situación creo que todos los presentes pudimos ver claramente que es aquello que aporta esta editorial al panorama español y catalán. En el coloquio posterior se debatió sobre el futuro del sector de libro y se pusieron sobre la mesa ideas muy certeras que quiero reflejar aquí: en primer lugar la editora afirmó algo que he oído decir a muchos entendidos en la materia: la presencia del libro como objeto cotidiano de consumo, como pretexto para el debate, no está suficientemente implantada en España. Los índices de lectura así lo indican, sin duda. Valeria, ante la avalancha de lo digital, afirmó con rotundidad que nos enfrentamos al vacío, a una cosmos totalmente incierto. A esta revolución tecnológica le hemos de sumar dos problemas adicionales: la superproducción insostenible de la que ya hemos hablado en este blog, que aturde a un lector que reclama con desesperados gritos alguna voz que le oriente, y la virulenta crisis económica que está generando descenso en el consumo de todos los bienes y, evidentemente, reduce en mayor medida el gasto en cultura.

Si a esto le sumamos las grandes opciones de ocio que encontramos en tiempos de internet, básicamente ligadas a la electrónica de consumo, que hacen caer aún más los índices de lectura, y la mutación en las costumbres de las nuevas generaciones de nativos digitales que están habituados a la multipantalla y a un ser y leer disperso y epidérmico, tenemos en verdad una tormenta perfecta que se cierne irremisiblemente sobre el pobre libro-papel, el libro objeto tradicional, gutemberiano.

Denuncia Valeria, de forma totalmente acertada a nuestro modo de ver, la campaña contínua de una prensa exahusta e hiperendeudada en favor del e-book, de los e-readers y demas cacharrería digital. Se nos anuncia un futuro dorado que no es tal y además se lo hace parecer como inexorable y necesario. Los intereses de estas cabeceras, ligadas a grandes grupos y conglomerados editoriales y mediáticos, determinan que sus alianzas estrátégicas les lleven a promocionar Amazon, el lector Kindle y demás aparatejos. La sensación ante toda esta invasión es de incertidumbre y de miedo…las editoriales han caído en una actitud timorata y el “sálvase quien pueda” impera.

Editorial minúsculaNo obstante, debemos dejar claro que no es el futuro de tres editoriales independientes y certezas como Minúscula lo que está en juego. La construcción de catálogos ajustados, con una potente idea detrás de su selección que se materializa tras años de trabajo y denuedo, pierde totalmente su razón de ser en este mundo descontextualizado, en esas páginas web masivas donde todo es un “totum-revolutum”, una tienda de chinos donde se puede descargar cualquier cosa por 0’99. De nuevo volvemos a la pretensión de estas industrias tecnológicas de desvalorizar el contenido…pero, no olvidemos, como de nuevo Valeria nos señala, que el que controla la tecnología controla a la larga el contenido. Una vez monopolizado el canal, y si no pregúntenle a Google Books, todos quedamos a merced de la elección de los textos por parte de una empresa americana con afán de lucro creciente y poca o nula voluntad de servir al bien común(cuando escribía estas líneas leía “The case for books”, donde se explica el alcance del proyecto digitalizador de Google y sus peligros).

Hace poco topaba con unas declaraciones de un alto responsable gubernamental francés. Nos venía a decir que no quería que los franceses leyeran sobre la gloriosa revolución de 1789 aquello que les “recomendara” Google. Y es que una editorial es precisamente un espíritu encarnado en una selección. Esto sí es peer-to-peer y no descargarse tracks de “Clap your hands and say yeah”.

Lo que está en juego es, para ir terminando, una manera de leer, una forma de concebir la cultura desde la libertad y la promoción del conocimiento. El papel, hoy por hoy, asegura el ejercicio de la imaginación y permite a los pequeños y medianos editores seguir siendo “mercantes de sueños”, sin requerirles entrar en plataformas donde solo los monstruos controlados por el fondo de capital riesgo de turno pueden acceder. No rechazamos lo digital, no se lleven a engaño. Solo reivindicamos una cierta manera de hacer que debe mantenerse, una transición adecuada y ordenada, no únicamente hecha en base a criterios empresariales. Y el objeto-libro y su supervivencia pueden ser claves en esta nuevo paradigma que, queramos o no, está por llegar.

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