POR EL BIEN DEL IMPERIO DE JOSEP FONTANA

  *Una reseña de Eugenio Navarro, colaborador de librosensayo.com Cabría afirmar que uno de los muros contra los que se ha estado estrellando cierta visión crítica sobre el siglo …

descarga

 

*Una reseña de Eugenio Navarro, colaborador de librosensayo.com

Cabría afirmar que uno de los muros contra los que se ha estado estrellando cierta visión crítica sobre el siglo XX, no ha sido tanto esa obligación moral de tomar partido ideológico por uno de los bandos (incluidas las «terceras vías»), como el hecho de que el análisis de sus grandes acontecimientos se muestre viciado por la sospecha de que tras el movimiento de las potencias en conflicto había siempre intereses económicos; pero la cortina marxista (que no marxiana) se ha difuminado, y ya no sólo es muy difícil negar que el comunismo soviético haya sido una forma menos sofisticada de capitalismo que la desplegada por el liberalismo occidental, sino que comienza a vislumbrarse sin sombra de duda que las estrategias de dominación de los últimos ciento cincuenta años no responden por completo a la lógica contradictoria del capital y a su tendencia descontrolada a la acumulación, sino que tienen en su base, fundamento y origen, las paupérrimas, patéticas y desventuradas miserias humanas que en toda época y lugar enturbian la convivencia de las comunidades y alteran su fluir armónico: ambición, vanidad, orgullo, recelo, rencor y envidia. Al menos eso pienso yo, y la lectura de este manantial que ha brotado de la capacidad investigadora de Josep Fontana, no ha hecho más que afianzarme en tal creencia.

En todo caso, la lectura de Por el bien del Imperio provoca tanta inquietud, indignación o entusiasmo (frente al descubrimiento de otras nuevas «pruebas irrefutables») que por muy distante que se esté de la opinión expuesta en el anterior párrafo, no habrá lectura de sus páginas que una vez interpretada pueda ser silenciada. Y ello no sólo por los innúmeros ejemplos de manipulación de la opinión pública y de maquinación de montajes cuyo fin ha sido sustentar, mediante falsas apariencias y mentiras, el acierto de las decisiones políticas y de las medidas sociales y económicas, así como la defensa del estatus quo, el establecimiento de hechos históricos y la sanción de las versiones oficiales del gobierno de bloques durante la Guerra Fría (el propio Fontana nos advierte, con acertada contundencia, en la página 23: “El mayor problema que se nos presenta al tratar de analizar la historia de estos años desde una nueva perspectiva, es que la inmensa mayoría de los materiales de que disponemos, desde los documentos públicos de la acción política hasta los estudios producidos por la historiografía académica, se expresan en el lenguaje de las legitimaciones del pasado, que se intentan mantener vigentes, entre otras razones porque las reglas de conducta que se predican respecto del presente podrían quedar seriamente debilitadas si se demostrase la invalidez de aquellas que las antecedieron.” el paralelismo entre la caza de brujas de MacArthur y las purgas contra el “Titismo” (acusación que frenó, paralizó y exterminó, desde Moscú, la construcción de verdaderas democracias sociales en Europa del Este), o la similitud de excusas para la acción militar fuera de las propias fronteras, invasión de países limítrofes e intervención de las soberanías nacionales ajenas, como el «efecto dominó comunista» para EE UU o el perímetro de seguridad de la URSS, resueltas en función de la idiosincrasia de los respectivos regímenes (la URSS actuaba a despecho de su opinión pública —proceder en nombre de la «clase obrera» será suficiente—, pero eso sí, sin enojar a EE.UU; éstos, por su parte, se cuidaban más del qué dirán los votantes y, CIA mediante y a golpe de sabotaje, lograr que siempre “sucediera” que habían empezado ellos, los otros, los del norte ya fueran coreanos o vietnamitas); más adelante se dieron auténticos ejemplos paradigmáticos: los intocables intereses de las transnacionales en Guatemala o la permisividad de Johnson para con Israel en torno a la Guerra de los Seis Días, así como el derrocamiento de Jrushchov por haberse tomado tan en serio eso de permitir la entrada al pueblo en el Edén terrenal, que había que desilusionarle. Pero en todo caso, decíamos, no sólo son fríos datos lo que nos transmite este texto imprescindible: es el espíritu de la práctica política a gran escala durante el siglo XX lo que nos desvelan sus páginas, eco en actuales acontecimientos como los que están provocando la Secesión de Ukrania, o en cierta reminiscencia hacia la Guerra Civil Española. Así, en mi lectura llego a una conclusión aledaña, y es que no será producto de aquella ciencia ficción conspiparanoica (como diría Philip K. Dick; «Creyeron a Solzhenitsyn pero ¿quién va a creerme a mí?»), la financiación de grupúsculos terroristas de ideología fascista para echar del poder a autoridades soberanas, elegidas democráticamente, que no aceptaron las condiciones económicas que pretendieron imponerles las empresas capitalistas transnacionales que perseguían actuar en un país nominalmente independientes en pos de sus propios beneficios, notablemente perjudiciales para la población receptora; pero eso sí: esa población debe estar convencida de que se les trae la prosperidad, el desarrollo económico (antes, también, social) del país, y a cambio sólo de legítimas ganancias fruto de la inversión.

Es por eso que después de la lectura de Por el bien del Imperio me he buscado una brevísima bibliografía complementaria que ilustrara el «Caso Español»; y encontré La financiación de la guerra civil española, de José Ángel SÁNCHEZ ASIAÍN, editado por Crítica en 2012; y también algo más explícito, Miedo a la democracia, de Aurora BOSCH, también publicado por Crítica, pero un año antes. Ambas fuentes son fecundas para iluminar aquello que desde los clásicos George Orwell (recomiendo Orwell en España, Tusquets 2009, edición de Peter Davison con prólogo de Miquel Berga), y el historiador anarquista Diego Abad de Santillán -digno antecedente de Josep Fontana-, había llegado a mis oídos. Pero, por supuesto, en muchos libros no se expone toda la verdad, incluso surgen mentiras que empañan el entendimiento libre, y cuando éste se muestra débil es proclive a la ensoñación utópica; sin embargo, no en esos encuentros adormecedores se pueden descubrir nuevas piezas que encajen con fluidez en el interminable puzzle de la exégesis histórica, y tal es el caso de este ensayo que se revela fértil fuente de datos. Al menos esa ha sido mi experiencia; y gracias a ella, por ejemplo, ahora mismo me pregunto qué ha estado haciendo el Gobierno español detrás de las pancartas de una manifestación por las calles de la capital de un país que sigue siendo el enemigo de nuestras efemérides patriótico-independentistas (mes de mayo, año 1808), en ese gran montaje mediático financiado por el Imperio convocante “Por la libertad” (11 de enero, año 15): un Gobierno que clama en calles extranjeras por la libertad de expresión, mientras en su país despliega la persecución policial contra la resistencia popular ante su retrógrada “Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana”, léase Ley Mordaza. ¿Será que el bien de los imperios no siempre supone el bien para la mayoría de sus súbditos? Se cierra el interrogante, pero queda la cuestión abierta; y eso, creo, es lo bueno de los buenos ensayos: que no autosatisfacen con respuestas, sino que abren incómodas preguntas.

El recorrido que hace Josep Fontana a partir del final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actual crisis financiera, predica las claves principales del sistema de dominación que se ha extendido por el planeta, globalizando la supremacía de una forma de entender la vida (el “american way”) que con distintos matices se ha adueñado de los modos de existencia de la humanidad. Resulta especialmente relevante que, mientras al comienzo del libro se resaltan las estrategias militares de dominación, basadas en movimientos geopolíticos y el uso del espionaje y «la inteligencia», a medida que avanzan sus páginas vemos con claridad que la logística invade los ámbitos económicos, y sobre todo las áreas de subsistencia de la población sometida, incluso de la ciudadana; a mi juicio, la expansión del Imperio fue en su momento predominantemente territorial y concienzudamente ideológica, proceso que en la actualidad se ha reciclado en una suerte de depredación interna y en el descuido completo por la reconstrucción de su legitimidad política (al margen de la cada vez más pueril propaganda de los mass media), lo que quizás sea un signo, más evidente incluso que los indicadores económicos, de su definitivo declinar.

In this article

Join the Conversation

*