AL OTRO LADO DEL ESPEJO

  Me llamo Francisco Sánchez y escribo historias. Pero no vayan a pensar que siempre fue así, hasta no hace mucho editaba historias escritas por otros.  Ha sido un largo camino …

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Me llamo Francisco Sánchez y escribo historias. Pero no vayan a pensar que siempre fue así, hasta no hace mucho editaba historias escritas por otros.  Ha sido un largo camino hasta descubrir mi verdadera vocación ¿quieren acompañarme?

Mi primer recuerdo de una narración se remonta a la temprana infancia. A las historias que mamá acostumbraba a leer antes de dormir y durante las comidas, para que me zampara todo sin rechistar. De aquellas lecturas guardo un especial recuerdo de Roberto Alcázar y Pedrín, un tebeo muy popular en aquellos tiempos, cuyas aventuras me tenían embelesado. Tanto era así que nunca me he atrevido a revisitarlo por temor a romper el encanto que conservo. No hace tanto leí una reseña que calificaba la serie de panfleto fascista. De ser eso cierto juro que en mí no consiguió el efecto deseado.

Ya con edad para leer guardaba mis primeras lecturas en una caja de cartón sobre el armario. Con frecuencia bajaba aquella caja para releer una y otra vez su contenido. De entre todas las publicaciones nunca olvidaré el cuento ilustrado de un niño que construía un vehículo en el garaje de casa, aún a día de hoy sus ilustraciones permanecen imborrables en mi memoria. En la caja junto a los cuentos, una revista que con el tiempo formaría parte de mi futuro, estoy hablando del TBO. De sus historietistas admiraba especialmente a Josep Coll, solo con el paso de los años he comprendido lo que debo a su particular arte narrativo.

Los primeros libros infantiles que leí se encontraban disponibles en la pequeña biblioteca de clase. Entre aquellos libros destacaban los álbumes a color de Asterix el Galo, que si bien no llegó a ser mi serie favorita abrió el camino a otras que si lo fueron. Por aquel entonces los niños encontrábamos en los kioscos nuestra principal fuente de evasión. De pie frente al amplio muestrario que ofrecían, meditábamos meticulosamente como administrar nuestra pequeña asignación. De todos ellos pronto destacaron dos series que me acompañarían durante un largo periodo, Spiderman y El Capitán Trueno. Poco podía imaginar entonces que también con ésta última me reencontraría en el futuro.

Fui creciendo y con ello la afición por las novelas juveniles de misterio: Los cinco de Enid Blyton, Alfred Hitchcock y los tres investigadores, combinado con clásicos de aventuras ilustrados como La isla del tesoro, 20.000 leguas de viaje submarino…Se abría el camino hacia las novelas.

De las lecturas obligatorias en el periodo de estudios quiero destacar El árbol de la ciencia, Luces de Bohemia y La familia de Pascual Duarte. Posteriormente la curiosidad me llevaría hasta Poe y Kafka.

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Durante un tiempo la afición a la lectura coincidió con mi cada vez más creciente pasión por el cine. Así llegaron títulos como En el corazón de las tinieblas, El cartero siempre llama dos veces, El juego de Ripley, El retrato de Dorian Grey y dos obras que adoro particularmente, Drácula y El gran Gatsby. En el caso de la primera tuve el capricho de hacer coincidir su lectura con los días marcados en el diario de Jonathan Harker, de este modo arrancaba un mes de mayo para concluir en noviembre. En cuanto a la novela de Fitzgerald aún a día de hoy puedo decir que es mi libro favorito, así lo decidí en su momento y así continúa siendo. Es una lectura que siempre me gusta retornar. Sé que habiendo tantos y tantos libros por leer muchos no entenderán esta debilidad, pero del mismo modo que escuchamos repetidamente una canción que nos gusta, siento el placer y la necesidad de acudir a esta historia. Y no ha sido el único libro con el que ha ocurrido, me pregunto si tendrá algo que ver en ello la afición por releer el contenido de aquella caja sobre el armario.

Por entonces me da por considerar que si otros escriben maravillosas historias yo no soy menos. Y me empecino una y otra vez frente al papel en blanco sin resultado. Pero lo que resulta verdaderamente preocupante es que por primera vez soy consciente de que no tengo absolutamente nada que contar.

Por azar entro a trabajar en un gran grupo de comunicación y mis pretensiones de escribir quedan parcialmente olvidadas. Digo parcialmente porque mi afición por el cine me permite adaptar y dirigir Redacción, un cortometraje basado en un cuento de Quim Monzó, incluido en su libro Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury. Parece no estar todo perdido, no puedo crear historias pero me veo con capacidad para adaptar las historias de otros. Es la etapa de Las palmeras salvajes, En el camino, El miedo del portero ante el penalti, Sobre héroes y tumbas

El cómic que parecía olvidado vuelve a mi vida y ya nunca marchará. El grupo en el que trabajo compra el fondo editorial de la extinta Bruguera y entro a formar parte de su equipo. Para mi gozo de un día para otro me encuentro rodeado de la gran mayoría de publicaciones que leía de pequeño. Los libros destacados de esa etapa son Crónicas de motel, Matadero cinco, El último magnate, La conjura de los necios…

Enfrascado e ilusionado en el nuevo proyecto de trabajo borro de mi mente cualquier pretensión creativa. Una larga travesía que sin embargo será básica para mi formación como autor en el futuro, con toda seguridad es el periodo en el que más he disfrutado de la lectura: 1984, El hombre duplicado, Ola de crímenes, Solaris, Short cuts, Moby Dick, La pell freda… Mientras la novela gráfica va tomando relevancia: Como un guante de seda forjado en hierro, Agujero negro, Maus y sobre todo la que por su trasfondo social  y revolucionario considero mi gran obra de referencia V de vendetta.

Pasan los años y quieren las circunstancias que acabe dirigiendo en su última etapa la revista TBO, la misma que guardaba en la caja sobre el armario. Pero no acaban aquí las coincidencias, tiempo después seré editor de El Capitán Trueno, la serie que de joven compraba con devoción todas las semanas. Se completa así el círculo que une aquel niño con el hombre de la actualidad y algo empieza a cambiar en mí.  Por primera vez me siento receptivo a lo que ocurre ante mis ojos y hasta el más mínimo detalle hace disparar mi imaginación. Las historias se agolpan ahora a mí alrededor y tengo la irremediable necesidad de contarlas. Dos autores determinantes en este periodo: Jiro Taniguchi con El almanaque de mi padre, Barrio lejano… y Rusell Banks con Aflicción, Como en otro mundo

La crisis me echa del sector editorial y todo confluye hacia el mismo camino. Han tenido que pasar cincuenta años para encontrar mi verdadera pasión y ahora que por fin la he descubierto no pienso renunciar a ella. En la actualidad leo menos, aunque siempre hay tiempo para algún descubrimiento tardío como John Cheever. Los proyectos se acumulan en novela gráfica, ilustrado infantil y más recientemente en cine. Y ya solo pido tener tiempo suficiente para contar todas las historias que guardo en mi interior.


Francisco Sánchez

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Tras más de media vida trabajando en el mundo editorial, 2011 representa su estreno como autor con el guión de la novela gráfica Chernóbil la zona (Ediciones Glénat). Obra galardonada en Francia con el Prix Tournesol (2012) a la mejor obra de denuncia social y en el Salón internacional Imaginamalaga (2012) como mejor cómic del año. Hasta el momento ha sido editada en España, Japón, Francia y Corea del Sur. En 2015 aparecerá su segunda novela gráfica Los bosques de Upsala (Edición de Ponent) adaptación de la novela homónima de Álvaro Colomer. A la que seguirá El bien más preciado actualmente en preparación.

Paralelamente desarrolla su carrera como autor de libros infantiles. En 2014 publica Cuando desapareció el mar (Ed. Juventud) sobre el desastre ecológico del mar de Aral. Obra publicada en España, Brasil, EE.UU, Colombia y Perú. A la que siguen otros proyectos en preparación.

En la actualidad escribe a cuatro manos el guión cinematográfico Blessed are the sick para el mercado Estadounidense.

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