TODO LO QUE TEME LA CLASE MEDIA

*Una reseña de David Soto Carrasco. @dsotocarrasco A propósito de: Esteban Hernández, El fin de la clase media. Madrid, Clave intelectual, 2014, 386 pp. “Nada volvió a ser …

portadaulo*Una reseña de David Soto Carrasco. @dsotocarrasco

A propósito de: Esteban Hernández, El fin de la clase media. Madrid, Clave intelectual, 2014, 386 pp.

“Nada volvió a ser lo mismo”, se titula uno de los epígrafes del apreciable ensayo cultural de Esteban Hernández, cuya mirada pone de relieve de manera inequívoca que los modelos de control, estabilidad, desarrollo social y económico reinantes hasta ahora ya no son los adecuados. O al menos han sido desechados. Pero no es solo que nada volvió a ser lo mismo, es que tenemos la certeza de que nada volverá a ser igual. El capitalismo del siglo pasado, que tenía más que ver con el trabajo productivo, que tenía un carácter nacional, necesitaba de países estables, de estructuras sólidas, de orden y normas. Ahora no los requiere porque, como sabemos ya bien, se mueve mejor en un mundo desregularizado, llano, líquido

En aquel contexto, la clase media significaba ante todo estabilidad y la estabilidad ahora es un problema grave para un mundo financiero en donde los capitales quieren moverse rápido, sin restricciones en sus movimientos, sin resistencias sociales, sin diques de contención. Justo por ello, la clase media se ha convertido, según Esteban Hernández, en un problema serio para el capitalismo. Su función de contener ya no es necesaria. Es prescindible. Y de esto trata fundamentalmente la obra de Hernández, que mediante una serie de cuadros bien dibujados que van desde el jazz al psicoanálisis pasando por los estudios culturales o el Management, revela como el gran invento del siglo XX para estabilizar las sociedades occidentales se ha convertido en una carga para el modelo neoliberal, al tiempo que presenta las resistencias y el estado de ánimo propio de un grupo social que se niega a aceptar el cambio.

No estamos aquí por tanto ante la obra de un sociólogo académico que viene a hablarnos una vez más de la relación entre la concepción marxiana de las clases y el análisis weberiano de la misma como situación de mercado o de la estructura de clases en las sociedades avanzadas de la mano de Giddens, Bourdieu, Wacquant, etc., cuyas categorías el autor muestra que conoce. La riqueza del texto de Esteban Hernández emana en que desde el mundo del periodismo -y quizá precisamente a esto es debido-, ha identificado con perspicacia un cierto estado de ánimo, un stimmung en el sentido gumbrechtiano, de nuestra época que refiere a la dimensión que envuelve materialmente al lector y que nos circunda como una atmósfera intangible que unifica las expectativas, los valores, las miradas y los sonidos y que tiene mucho que ver con la falta de certeza con respecto a lo que pueda ser la arquitectura del presente: el horizonte de expectativas de la clase media se ha cerrado.

Estamos por lo tanto, según el autor, ante un desplazamiento (más bien un desalojo) en las sociedades occidentales de lo que hasta ahora ha sido su dique de contención, no sólo en lo económico, sino también en lo social y en lo cultural. Hay que recordar que pese a la crisis, y pese a su nivel real de ingresos, todavía más de un 70% de la sociedad española sigue considerándose de este estrato social. Lo que revela que la pertenencia a esta clase no va ligada únicamente a los recursos económicos, sino que tiene que ver fundamentalmente con los valores sociales que hasta ahora reflejaba. Así, la clase media se constituyó como el lugar del sentido común.

Como recuerda Hernández, ser clase media significaba adoptar una determinada actitud, una postura de equilibrio. Por esta lógica, la clase media debía contar con características estables en un sentido positivo: si eran la parte central del sistema, debían poseer posición y recursos. Así al menos lo vio Talcott Parson cuando imaginó una sociedad organizada en torno a una correcta canalización de procesos y tensiones; y así también lo vio el desarrollismo franquista cuando con Arrese se apostó por “un país de propietarios y no de proletarios”. Por un lado, la clase media emergería como dispositivo de ajuste ante la interrelación continua entre forma y energía (vida) diagnosticada por Simmel. Bajo este punto de vista, la clase media debía funcionalmente actuar como rompeolas ante la forma de vida auténtica que latía por lo bajo, que cuestionaba toda mediación y que amenazaba con hacer saltar por los aires el modelo social. Fue capaz de sublimar sus instintos a cambio de un mayor número de bienes, de un mejor nivel de vida, de un plustiempo, en fin, de una promesa de futuro mejor.

Esteban Hernández

Por otro lado, hay que entender su surgimiento material a partir del pacto social que permitió el aumento de los salarios y el desarrollo de los servicios públicos que sirvió de contrapeso real frente a los movimientos extremos de protesta social y al enemigo soviético. En ambos casos, el acceso a la clase media ofrecía una vida tranquila a cambio de la autocontención social y política. La historia del rock y de la industria cultural, que Hernández críticamente descifra, nos relata el proceso de normalización social de las capas medias y su imposición hegemónica cultural que evolucionaría del cine de Hollywood de las décadas centrales del siglo XX dominado por estrellas como Cary Grant, James Stewart y Doris Day hasta la incorporación de los elementos transgresores y escandalosos como los U2 o los Pistols entre otros. “Eran enemigos que se convenían…”, apostilla Hernández, que con Lacan y con cierta malicia, ha podido decir que en verdad se trataba de un puñado de niños perversos cuya potencialidad se agotaba en sí misma. Lo estético quedaba como el refugio que daba cabida a lo rechazado.

A finales de la década de 1970, este pacto social se rompió como consecuencia de la rebelión del capital ante los avances del mundo del trabajo. La respuesta del capital fue lo que llamamos hoy como neoliberalismo, que significó fundamentalmente el paso del capitalismo productivo al capitalismo financiero, la desregularización de los mercados, la globalización económica, el aumento de las rentas del capital y el consecuente descenso de las del trabajo, el surgimiento de burbujas especulativas, el endeudamiento de las familias, su perdida de capacidad adquisitiva, su empobrecimiento progresivo y la precarización de la clase media y de las clases populares y trabajadoras.

Todo ello rompió la tranquilidad de una clase que cumplía con docilidad con las reglas hasta que el árbitro de turno parece que la ha sacado súbitamente del terreno de juego. Pese a su hegemonía cultural, los cambios acaecidos le han llevado a compartir parte de las condiciones vitales y económicas de los estratos más bajos a imitación de lo ocurrido en América Latina. De un plumazo le han borrado de la mente la expectativa de un futuro mejor. De hecho, ya sabemos con certeza que nuestros hijos vivirán peor que nosotros.

El nuevo mundo más líquido, más competitivo, más precario y también más abierto le exige un cambio en su orden de valores, en su mentalidad y en su manera de vivir. Ya no puede, según Hernández, seguir pretendiendo cómodamente el viejo polo de estabilidad social, porque aquel mundo sólido se ha desvanecido. Debe renovarse o morir. En este sentido, el sugerente libro de Hernández apuesta de manera más clara por la adaptación que por la resistencia o la reforma. A su modo de ver, la innovación y el emprendimiento deben ser parte constitutiva de un nuevo sujeto que debe contemplar el riesgo como oportunidad.

Si bien es un hecho que la clase media se ha empobrecido, habría que advertir que la adscripción a dicha clase, como ha señalado el autor, en España es más cultural que material y que por tanto quienes han sufrido la crisis con más dureza son las clases populares y trabajadoras. En verdad, como puso de manifiesto en su momento Vicenç Navarro en España pese a los años de crecimiento económico nunca desapareció la clase trabajadora. De hecho la distancia social no ha dejado de aumentar entre clases mientras que la movilidad social ha disminuido desde los años noventa. Por dar algún dato, desde 2006 los ingresos de la población con rentas más bajas han caído cerca de un 5% en términos reales cada año, mientras que el crecimiento correspondiente a los hogares más ricos ha sido el mayor de toda la población.

También se pueden presentar ciertas reticencias a la asunción no crítica de la figura del emprendedor que lleva a cabo el autor. Al menos desde Foucault sabemos que la economía neoliberal es una economía que produce procesos de subjetivización, cuyo modelo ya no es el hombre que intercambia y produce. El nuevo modelo es el emprendedor, entendido como empresario-de-sí, el que hace de sí-mismo una empresa. De modo que la racionalidad del mercado se extiende a toda forma de vida. Con ello se da el paso que Deleuze afirmaba de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, donde el control se interioriza en el individuo: es producción de subjetividad controlada. Dicho en otras palabras, ya no se requiere de una dominación o disciplina que venga de fuera, como en la tradicional clase media, sino que el individuo se hace responsable de su propia existencia. Lo que puede conllevar a que el individuo se gobierne exclusivamente por la lógica de la seguridad y la supervivencia personal que lo arrastre a desvincularse de los otros y que pueda quebrar toda posibilidad de construir proyectos comunes.

Sin embargo, a mi modo de ver, Esteban Hernández también atisba este riesgo. Como periodista, conoce bien que la reinvención es una exigencia para poder tener algunas opciones en este mundo tan difícil. Pero también sabe que pese a que cada vez se adopte más la visión del superviviente, los cambios estructurales reales solo pueden venir desde una participación social más intensa. Con cierto optimismo político concluye: “Lo que queremos es gente coherente a la que se le pueda dar la mano y en cuya palabra se pueda confiar”. Es en este contexto precisamente en el que se debe entender el surgimiento de los nuevos partidos políticos.

 

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1 comment

  1.    Responder

    Saludos amig@s,
    A aquell@s que les haya gustado el comentario sobre el libro del periodista Esteban Hernández quizá también le interese su último trabajo publicado en Planeta: «Nosotros o el caos: así es la derecha que viene. Un análisis del nuevo conservadurismo en la empresa y en la política». Hernández es un periodista atento a los cambios que debe leerse en clave de época.
    Aquí el enlace:
    http://www.planetadelibros.com/nosotros-o-el-caos-asi-es-la-derecha-que-viene-libro-200156.html

    Larga vida al ensayo!