LOS DOS SENDEROS DEL LIBRO: GAMEBOOK VS SLOWBOOK

*Ecos de Sumer, cuaderno de edición escrito por Antonio Adsuar a)Definición y bifurcación: ¿Hacia adónde va el libro? ¿Dios mío qué es un libro?. En estos tiempos de mudanza …

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*Ecos de Sumer, cuaderno de edición escrito por Antonio Adsuar

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a)Definición y bifurcación: ¿Hacia adónde va el libro?

¿Dios mío qué es un libro?. En estos tiempos de mudanza recurrir a preguntas radicales, filosóficas y orteguianas como esta es tal vez muy necesario. Mi formación humanista me conduce a recordar la costumbre griega que llevaba a los habitantes de la Hélade a comenzar a abordar cualquier problema siempre a partir de una definición.

El cosmos cambiante de la postmodernidad, con su crisis económica y su disrupción tecnológica, nos ha arrojado, nos ha expulsado a parajes de duda. No obstante, reconocer que ya no sabemos qué es un libro es la mejor manera quizás de re-descubrir su potencial, de re-inventarlo para que tenga futuro.

Esto post me lo sugirió Rosa Sala de Seebook curiosamente al hacer referencia en el pasado #Kosmópolis a una idea que ella había encontrado en este cuaderno de Ecos de Sumer. Decía Rosa que yo decía que estábamos olvidando una de las mayores características del libro: su capacidad para procurarnos momentos de introspección. No he buscado en este blog el lugar donde yo comentaba esta idea pero me pareció interesante recoger este planteamiento propio que me ha vuelto, cual boomerang amable, gracias a una lectora amiga.

Por lo tanto, preguntémonos ¿qué es un libro?. Hasta ahora el libro ha sido una de las obras humanas más acabadas que existen, una de las más complejas. Un libro es la síntesis de una personalidad humana plenamente realizada y dotada de continuidad (J.Lanier). Además, la forma-libro permite un estado de conciencia reconcentrado, una conexión honda con las ideas del otro.

Para obrar este milagro, eso sí, se necesita perseverancia y soledad. Leer es conectar con la mente de otro ser humano de una forma particular, el libro es una interfaz que permite una imbricación con los pensamientos ajenos muy intensa y particular.

Pero, un momento, ¿seguro que el libro es eso y sólo eso?, ¿Queremos que el libro del futuro siga siendo básicamente así?. Nuestro cosmos líquido y fugaz, nuestra sociedad de la prisa y el rendimiento, parece ir en contra de este slowbook.

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A mi modo de ver, la crisis del libro y de la lectura hunde sus raíces profundas en cambios culturales de gran calado, que, más allá de la crisis económica, pueden orillar al libro, hacerle perder su rol central en la educación y en la cultura.

A la gente le cuesta cada vez más escuchar y mantener la atención y la concentración. El ciudadano del siglo XXI quiere ser protagonista de la historia en la que se ve inmerso. ¿Es esto necesariamente malo?, ¿Debe la industria editorial adaptarse a este mundo interactivo 2.0 o ha de sobrevivir volviendo a la esencia del libro?. Vale la pena explorar ambos caminos.

b)Slowbook: Back to basics

Una de las opciones que tiene la industria editorial pasa por comprender los puntos fuertes del libro tradicional y de la experiencia que proporciona nuestro venerable «artefacto inmutable» (Craig Mod). En una mundo espectacular, hiper-estético, epidérmico y espasmódico muchas personas sienten la necesidad de ralentizarse, de desaparecer. Como dice Daniel Innerarity  «la obligación de estar conectados invade todos los ámbitos de la sociedad y convierte la cotidianidad en un asunto extenuante».

El libro puede ser un instrumento privilegiado que nos permita re-conectar con nosotros mismos, re-enraizarnos, vivir una vida «slow» que nos proteja de la sociedad del rendimiento, de la transparencia, de la hiper-disponibilidad social, de la «vida-en-modo-wasap».

El libro requiere aislamiento, leer es huir del ruido. Invoquemos al gran Ángel Gabilondo y su delicioso texto «Darse a la lectura» para recordar que «leer es demorarse, si tenemos prisa o miedo seremos incapaces de hacerlo».

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¿Cómo van a construir su subjetividad nuestros niños y jóvenes sin estos momentos de pausa, en los que dejan de estar con los otros en red para saber qué son y qué piensan ellos mismos?. Volviendo a citar a Innerarity: «resulta imperativo recuperar el sentido de la distancia como algo que uno debe procurarse».

El libro es una herramienta privilegiada que permite a los hombres vivir en este tempo. A mi modo de ver la lectura profunda, solitaria y pausada debe seguir existiendo si queremos habitar una sociedad hospitalaria y reflexiva.

La industria editorial tiene aquí una oportunidad ya que en un orbe lleno de ruido el libro no tiene rival como vía privilegiada al silencio. Creo que las editoriales, especialmente las pequeñas y medianas, deben apostar por reforzar esta propuesta de valor diferencial del libro-slow y ofrecerse a la sociedad como alternativa al show colorido de la dopamina de la conexión permanente.

¿Cómo editamos mejor para potenciar esta propiedad-fuerza del libro?, ¿Podremos hacer productos digitales que, a pesar de la aparente contradicción, fortifiquen esta diferencia positiva?

c)Gamebook: Aprovechando la selva

De toda la exposición del subapartado anterior parece desprenderse una idea: el mundo del libro debe renunciar a los nuevos lenguajes y posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación para centrarse en las virtudes que destila su propia esencia. Pues no.

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Defiendo que hay que estar dispuestos a hacer todo lo contrario. Esto si, si se apuesta por esta vía debemos ser plenamente conscientes de que nada de lo dado por sentado hasta ahora es válido. Las editoriales que se sumerjan en estas aguas han de estar dispuestas a dudar, a reinventarse, a no dar nada por supuesto.

¿Qué caracteriza al gamebook, al nuevo producto-servicio que serviría para sintetizar entorno a un concepto la renovación de la industria editorial?: ante todo un gamebook es interactivo, el lector pasa a ser el protagonista total de la historia en la que se ve inmerso.

Cuando un lector se situaba en su butaca frente a un slowbook lo hacía con una actitud: he de seguir la lectura de forma lineal y constante, sin enfrentarme a decisiones permanentes. Mi «hacer» quedaba muy determinado, las posibilidades eran reducidas. Me abandonaba al placer, recorría las líneas sin sobresaltos y de forma continua. En el caso del ensayo podría subrayar para trabajar y escribir posteriormente sobre el texto pero la experiencia homogénea marcada por la perseverancia necesaria marcaba el «tono vivencial» del ente leyente.

Con el gamebook, gracias a las capacidades de lo digital, se abre un nuevo mundo de posibilidades. Frente al contenido de nuevo cuño el neo-lector se plantea otra cuestión muy diferente: ¿qué tengo que hacer aquí?, ¿por dónde empiezo?, ¿en qué consiste esta experiencia y qué me va a aportar?.

Nos encontramos sumergidos en un cosmos más similar al del vídeo juego, al de la página web. Los lenguajes de estos nuevos entornos narrativos están mucho más por definir, no vienen marcados por la secular y encorsetada tradición del libro, que organizaba la lectura alrededor de unos cánones establecidos.

El editor que se adentre en esta bendita selva tiene que comprender una afirmación radical que hacía el «digital product development director» de Penguin Nathan Hull en una charla londinese que ilustra muy bien esta flamante mentalidad: «we are interested in everithing that tells a story». Palabras como evento, comunidad, empresa orientada a datos y «engagement» dan forma a un nuevo mix en el que el editor pasa a ser un gestor de tribus de lectores y debe vivir en un modo de innovación constante y abrirse a los nuevos lenguajes de lo audiovisual.

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Opino que sobre todo los grandes grupos y las editoriales medianas que quieran crecer deben aventurarse por estos inciertos y estimulantes mares. ¿Es necesario totalmente necesario, imperativo, meterse en esta harina para seguir siendo editor?. Por supuesto que no, al menos desde el punto de vista del producto en el que se basa nuestra empresa.

No obstante, incluso aquellos que decidan apostar únicamente por el slowbook deberán aprender muchas de estas habilidades digitales para alimentar sus casas editoriales y mantener vivas sus insignias.

d)Conclusión: Editor no hay camino

Vayamos plegando velas y terminando esta entrada. No es el IVA cultural, no es la crisis económica, no es la incultura supina de los hispanohablantes que pese a las campañas permanentes evitan, contumaces ellos, convertirse en compradores de libros.

Lo que está cambiando es el contexto social en el que se consume los productos culturales: avalancha de contenido gratuito, modelos de acceso, digitalización. El lector se vuelve postmodernoes un lector zapping.

En esta universo cambiante e incierto el pecado más mortal es no saber qué valor ofrecemos a los ciudadanos: optemos decididamente por uno de los dos senderos del libro descritos o, si lanzamos al mercado propuestas de valor basadas tanto en slowbooks como en gamebooks, tengamos muy claro cuál es nuestro valor diferencial en el tsunami de oferta del hoy. Quedarse en tierra de nadie, inmóvil sin avanzar, no es una opción viable. Se hace camino editorial al andar.

Antonio Adsuar

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Soy fundador e impulsor principal de librosensayo.com. Licenciado en historia por la Universidad de Alicante y doctor en filosofía por la Universidad de Murcia, tras hacer un máster en gestión cultural en la UOC descubrí la tremenda transformación que estaba viviendo la industria editorial, el mundo del libro y la cultura escrita en general con la llegada de internet.

Tras 8 meses de concepción y puesta en marcha del proyecto creamos con un grupo de amigos librosensayo.com en mayo de 2013. La idea básica era sencilla: construir un sitio abierto y colaborativo para reflexionar sobre el futuro de las industrias culturales centrándonos en repensar la industria editorial, el periodismo, la educación y el futuro de la sociedad conectada, ayudados por la aproximación a textos de sociología sobre la cultura y el consumo en la sociedad contemporánea.

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