Respuestas de foro creadas

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  • #7787
    jose luis
    Participante

    Hola a todos,

    Agradezco a Antonio su dedicación y su capacidad para centrar las cuestiones.

    Cuando Antonio dice que Innerarity  habla «más de gobernanza global que de política global»

    Agradezco a Antonio su dedicación y su capacidad para centrar las cuestiones.

    Cuando Antonio dice que Innerarity  habla «más de gobernanza global que de política global» quizá da con la clave. Podría ser interesante explorar el significado de este nuevo lema: «política local, gobernanza global». De hecho, existe un cierto paralelismo entre este lema y la máxima «actúa local, piensa global». La máxima contiene un mandato: actúa; y un recordatorio: no olvides hacerlo localmente, porque es tu única opción si eres un ser humano.

    Sobre el significado de «actuar» –en el sentido de acción- son muy pertinentes las observaciones de Arendt sobre las limitaciones sistémicas a la acción en la Época Moderna. En el capítulo de La condición humana donde trata de la invasión del espacio público por parte de las actividades privadas –centradas en el mantenimiento de la vida, tradicionalmente confinadas en la oscuridad del hogar-, Arendt introduce uno de sus conceptos centrales: el «ascenso de la sociedad». Se trata del proceso histórico que culminará en una economía desatada –Polanyi diría «desarraigada» o «autonomizada»-, es decir, con la implantación de un sistema económico autónomo, ilimitado, expansivo, globalizante, que no sólo transforma la Naturaleza sino el mismo Mundo en que habitan los seres humanos. En ese sentido, el sistema económico se convierte en lo que Latour llama «segunda naturaleza». Lo que quiero destacar es la oposición entre la “acción”, que expresa la capacidad de desviarse de la norma, la agencia, la creatividad humana y, en definitiva, la posibilidad siempre presente de iniciar «nuevos comienzos»; y el «comportamiento/conducta», que se refiere a lo normal, previsible, estadístico, es decir, «lo correcto» de acuerdo con la norma social hegemónica. La relevancia de esta distinción en nuestro aquí y ahora es obvia, si comprendemos que cualquier intento por tomar las riendas de nuestro destino –individual y colectivo- exige romper con la inercia que nos impone un sistema social planetario. Ya no se trata, como en otros momentos históricos, de liberarse del yugo de la familia, de la casta, de la clase, de la ciudad, del estado. El problema, como señala Innerarity, es que vivimos en «un mundo sin alrededores», es decir, donde no existe un «afuera» donde podamos exiliarnos.

    «Es decisivo que la sociedad, en todos sus niveles, <span style=»text-decoration: underline;»>excluya la posibilidad de acción</span>, como anteriormente lo fue de la esfera familiar. En su lugar, la sociedad espera de cada uno de sus miembros una <span style=»text-decoration: underline;»>cierta clase de conducta</span>, mediante la imposición de innumerables y variadas normas, todas las cuales tienden a «normalizar» a sus miembros, a hacerlos actuar (en el original, «behave»: «comportarse»), a excluir la acción espontánea o el logro sobresaliente.» (p. 51)

    «Este mismo conformismo, el supuesto de que los hombres <span style=»text-decoration: underline;»>se comportan y no actúan con respecto a los demás</span>, yace en la raíz de la moderna ciencia económica, cuyo nacimiento coincidió con el auge de la sociedad y que, junto con su principal instrumento técnico, la estadística, se convirtió en la ciencia<b> </b>social por excelencia.» (p. 52)

    La norma que rige el pensamiento es otra. El pensamiento debe comprender, abarcar todo cuanto le sea posible, de modo que tiende a ser global por naturaleza. El gobierno comparte con el pensamiento esta tendencia a la expansión. No debemos olvidar que lo característico del gobierno no es propiamente la acción sino más bien el acopio de información, la evaluación de las opciones, la toma de decisiones y, sobre todo, ordenar. De ahí deriva su capacidad para administrar a distancia: haciendo que otros actúen localmente. La Ley –instrumento moderno de gobierno- por su naturaleza general y universal, permite gobernar, gestionar, ordenar a distancia. El problema de la Ley, por definición, es su carácter necesariamente centralista: toda Ley tiende a generar un centro y una periferia. El problema del pensamiento es parecido, ya que siempre corremos el riesgo de «pensar por los otros». La única manera de no caer en los excesos del gobierno y el pensamiento es recordar la primera parte de la máxima: «actúa local». Esto nos conduce a una de las preguntas radicales que plantea Innerarity en su libro: «¿quiénes somos nosotros?»

    Efectivamente, de ahí procede nuestra perplejidad y nuestra parálisis. Sabemos perfectamente que en nuestra doble condición de seres sociales y políticos necesitamos estar junto a otros. El problema es que las formas tradicionales de articulación con los otros se han roto. Por otra parte, los desarrollos históricos analizados por Innerarity parecen indicar que los otros son «todos», es decir, que el «nosotros» es la Humanidad. Tal idea me parece angustiosa, de hecho, pienso que se trata de un espejismo y que la distinción entre actuar y pensar, entre la política y el gobierno, puede ayudar a clarificar nuestra situación y nuestras opciones. No quiero extenderme mucho más. Simplemente, insistiré en una idea: el «nosotros político» ha de constituirse localmente. Creo que esto es compatible con cierta versión de la gobernanza o, mejor dicho: una gobernanza global sin la reconstitución de vínculos políticos a nivel local –no estatal- podría convertirse en una pesadilla de ciencia ficción.

     

    #7731
    jose luis
    Participante

    Hola a todos,

    Voy a centrarme en dos aspectos: el carácter eminentemente económico y mercantil de la globalización y la humanidad como sujeto político.

    1. Pienso que lo hoy en día llamamos «globalización» es resultado de la implantación de un mercado autorregulado a nivel mundial. La interdependencia, la velocidad, los riesgos que caracterizan a la globalización tienen su origen en el mecanismo de mercado. Ciertamente, el proceso de globalización se inició mucho antes por consideraciones ajenas al mercado aunque relacionadas con el comercio y el abastecimiento. Pero es lo que llamamos «economía de mercado» lo que ha dado lugar a esta integración de la humanidad. No son los derechos humanos ni la difusión de los regímenes democráticos ni la conciencia de los riesgos ecológicos globales lo que nos ha «aproximado» al resto de nuestros congéneres. Las relaciones más tangibles aunque no siempre sean evidentes son las que nos unen en calidad de productores-consumidores. Y este tipo de relaciones -económicas- determinadas por la posición que ocupamos individualmente en la tupida trama del mercado global es algo que nos viene, en gran medida, dado. El mercado está constituido por esos 5 ó 6 mil millones de personas que trabajan y consumen diariamente y que tienen una capacidad muy limitada para decidir lo que consumen y lo que producen. Desde la perspectiva de la globalización, eso es la humanidad.

    Como ha dicho Bruno Latour, la economía de mercado se ha convertido en una «segunda naturaleza» para todos nosotros. Como especie, hemos alcanzado cierto nivel de gobierno sobre la naturaleza, sin embargo, nos vemos ahora sometidos a otra naturaleza -la economía- creada por nosotros mismos pero que somos incapaces de gobernar. Pues bien, yo he llegado a la conclusión de que una economía de mercado global es ingobernable por definición. Eso es lo que me lleva a defender continuamente la necesidad de reforzar el gobierno de lo local y de romper dependencias globales.

    2. Yo mantengo una concepción muy restrictiva y anacrónica de l@ polític@ basada en la etimología de la palabra: el fenómeno político es algo propio de la polis, es decir, algo circunscrito a un territorio y una población bastante reducidos -Platón estimaba que la población máxima de una polis estaba en torno a los 2.000 habitantes. Por esta razón, pienso que ni el estado ni, mucho menos, el globo terráqueo, son espacios propicios para la política. A nivel planetario, podemos establecer relaciones cooperativas, complicidades, compromisos e, incluso, podemos elegir un gobierno mundial. La elección de un gobierno común -local, estatal o mundial- es, desde luego, una necesidad. Y en nuestros sistemas representativos tal derecho-deber está considerado como la expresión máxima -si no la única- de la actividad política. Sin embargo, yo insisto en que llamar «política» al ritual electoral y a la labor que nuestros políticos profesionales ejercen durante su mandato nos lleva a confundir dos términos que se encuentran en tensión permanente: política y gobierno. Gobernar es una necesidad y una carga relacionada con la garantía de la supervivencia, con la reproducción: seguridad, alimento, cohesión del grupo… Es algo tan elemental y natural que no se trata de una actividad distintivamente humana.El gobierno se ocupa gestionar ciertas regularidades y, excepcionalmente, de los imprevistos; requiere competencias y medios técnicos, y se rige por el principio de eficacia. Mientras la complejidad del entorno y la invasividad del gobierno se mantengan dentro de ciertos límites, la preocupación por la legitimidad -representatividad- puede mantenerse en segundo plano. El problema de la globalización es que la complejidad es insostenible, la legitimidad débil, la invasividad elevada y la eficacia muy dudosa. Por eso me pregunto si no será posible reducir la complejidad, la interdependencia y confiar la gestión de los riesgos al nivel local.

    #7675
    jose luis
    Participante

    yo voto a

    Adios a la universidad: 10

    Confianza y sospecha: 9

    Exodo: 8

    #7548
    jose luis
    Participante

    Hola a todos,

    Yo  propongo tres de los mencionados en este orden:

    1º. Adios a la universidad

    2º Éxodo

    3º Confianza o sospecha

    Un saludo,

    J.

    #7279
    jose luis
    Participante

    Estamos empezando a conversar sobre nuestro aquí y ahora. Creo que eso es muy positivo.

    Por cierto, ha sido interesante saber que Eugenio está vinculado a Rompeelcírculo.org. Me parece interesante porque las iniciativas de transición, en cierto modo, preparan el terreno para la acción política y viceversa. Las iniciativas de transición son una forma de abordar la necesidad de transformación del modelo productivo y de consumo y de nuestro modelo de vida.

    Rompe el Círculo es un espacio de encuentro para tejer vínculos y forjar comunidad. Reconstruir los lazos de solidaridad vecinal que ha roto el capitalismo, hacer barrio,  nos parece un prerrequisito, y una tarea imprescindible para emprender cualquiera de los cambios que buscamos.

    Cuando hablo de la necesidad de actuar políticamente me refiero básicamente a este tipo de iniciativas: crear comunidad, fijar nuevos límites y establecer las nuevas condiciones de estar en el mundo.

    #7270
    jose luis
    Participante

    Bienvenido de nuevo. Es muy estimulante que nuevos participantes se unan al debate.

    El tema de Sociofobia da para mucho porque no trata de cuestiones académicas sino que apela a nuestra razón práctica. Todos estamos más o menos de acuerdo con el diagnóstico sobre la situación del mundo y con el análisis de nuestro lugar en el mundo. La cuestión aquí y ahora es: ¿qué hacer? ¿hacemos algo o nos dejamos llevar por la deriva?

    Pienso que podemos llegar a estar de acuerdo en lo básico o, incluso, que ya lo estamos sin saberlo. De hecho, ¿qué es la política sino una religación sin dios? Identificar política, ley y violencia no me parece adecuado. Cuando yo hablo de política insisto en diferenciarla de la acción de gobierno. La ley y la violencia pertenecen de lleno a las relaciones verticales propias de la esfera de gobierno. En cambio, la actividad política se caracteriza por la igualdad o, como se diría hoy en día, por la horizontalidad. Yo sostengo que la acción de gobierno en las sociedades animales es inevitable. En cambio, la constitución de una esfera política es sólo una posibilidad específicamente humana.

    Planteas como un objetivo “que desaparezcan los roles sociales y la humanidad sea una mera suma de individuos (obviamente, no conflictivos…)”. Esta me parece una pretensión muy poco realista ya que exigiría modificar la condición humana. ¿Cómo podría ser la humanidad una yuxtaposición de seres sin roles, sin rasgos diferenciales, sin posiciones relativas, sin intereses, sin responsabilidades –hacia los demás, hacia el mundo, hacia sí mismos…? ¿O cómo sería posible una humanidad sin tradición? La especie humana es el resultado de una evolución biológica y cultural. Sin tradición no existiría cultura y cada generación debería descubrir el fuego y la rueda. Uno puede aborrecer la tradición recibida y rebelarse contra ella, lo que resulta más problemático es pretender no transmitir nada; es como “lavarse las manos”. Creo que ese es uno de los problemas con que nos encontramos: despreciamos el mundo hasta tal punto que no queremos asumir la responsabilidad de conservar ni de transmitir nada. Actuar políticamente, tal como yo lo concibo, supone asumir la responsabilidad por el mundo –por el entorno más próximo-, intentar mejorarlo e instaurar los mecanismos de transmisión a los recién llegados. En mi entorno hay unos cuantos recién llegados –hijos, sobrinos, ahijados…- ante los que debo responder algo inteligible. Confieso que no es fácil pero no me da miedo.

    En nuestra situación actual, quien pretenda liberarse de la opresión del sistema capitalista de mercado no encontrará la solución recurriendo a la rebelión armada ni votando a un partido antisistema. Yo no creo que sea posible cambiar el sistema como un todo. En cambio, creo que uniéndome a otros –políticamente- podríamos llegar a constituir un espacio y a tramar una serie de estructuras de acogida más o menos al margen del sistema. Sólo aspiro a eso. En este sentido, la iniciativa política consiste en una pequeña secesión, local, que vincula a unos pocos. Efectivamente, esto se puede parecer a una secta o una mafia y, con toda seguridad, podría acabar convirtiéndose en una religión o en un estado. Son los riesgos de la acción.

    Saludos,

     

    José Luis Martínez

    #7250
    jose luis
    Participante

    Hola Idea21, bienvenido.

    Enhorabuena por tu blog.

    En librosensayo hay un debate sobre Sociofobia. Sería muy provechoso que te unieras a él. Hace varios meses, debatimos también sobre otro tema interesante, a partir del libro «Big data».

    En cuanto foros en inglés, no conozco ninguno. Sin embargo, te recomiendo echar un vistazo a The Baffler -revista cultural radical- y Truthout -artículos de opinión. A partir de ahí seguramente encontrarás foros interesantes.

    un saludo,

    J.

     

    #7217
    jose luis
    Participante

    Este post tiene dos partes. En la primera intento responder a Antonio: “¿Qué pasa con la palabra cuando entra en el mundo-red, en la pantalla?”. En la segundo, avanzar un poco en la dirección apuntada por Rendueles: la vulnerabilidad/mutua dependencia como principio  de l@ polític@.

    1. Respecto a las transformaciones que afectan a la palabra cuando sale del libro para introducirse en la pantalla y en la red lo que se me ocurre es que el libro, la cultura libresca, genera una estructura vertical en la producción y la distribución del saber. En una sociedad donde la cultura y el conocimiento se transmiten de manera prioritaria a través del libro, el autor, el que imprime, se encuentra en una posición privilegiada respecto al que lee; lo que está en los libros es la autoridad y lo que perdura; lo que tiene mayor capacidad de transmitirse y conservarse. El libro, como soporte de la palabra escrita, promueve un tipo de comunicación unidireccional y unilateral y tiende a limitar el universo de los que participan en un debate a esa minoría que accede a publicar. Allí donde el libro es hegemónico, la distinción entre cultura de elite y cultura popular tiene pleno sentido.

    Con la aparición de la pantalla del televisor y de la radio, la palabra escrita tiende a perder la hegemonía frente a la palabra dicha. Los medios audiovisuales permiten fijar, registrar, conservar y transmitir la palabra hablada. Se trata de algo así como un retorno a la hegemonía de la oralidad pero con una capacidad de difusión y de incidencia multiplicada, infinitamente mayor que la del libro. La aparición de los medios audiovisuales trastoca, en este sentido, la posición, el valor y la función de lo oral en nuestra sociedad. Si tradicionalmente la palabra hablada y el discurso –que son la materia prima de la acción y de la política- se caracterizaban por no dejar “huella, ni producto alguno que perdure al momento de la acción” –H. Arendt: La condición humana, p. 191-, la capacidad de los nuevos medios de registrar y reproducir el sonido y la imagen supone una revolución. Las grandes palabras y los grandes hechos han dependido siempre, para perdurar, de la narración y de la tradición. Hoy, cuando virtualmente cualquier evento puede quedar difundido en tiempo real y registrado en una memoria digital, dicha dependencia ha quedado definitivamente alterada. El nuevo entorno generado por las tecnologías multimedia, caracterizado por la materialización de lo que solía ser intangible, coincide con la tendencia a valorar cada día más las capacidades psicolingüísticas propia del postfordismo –Paolo Virno. Muchos han querido ver en estos desarrollos la conformación de una sociedad más horizontal y más proclive a la política. No creo que haya tal cosa.

    La forma en que se accede al contenido del libro –privada, íntima- es muy diferente al modo en que la palabra hablada se recibe por el televidente/radioyente. Desde luego, tanto la televisión como la radio se prestan a una igualación entre la posición del emisor y el receptor, ya que permiten la interacción y la interlocución. Con la aparición de internet, la palabra escrita y la palabra hablada, en cierto modo, se aproximan por lo que a la capacidad de interacción se refiere.

    Esta descripción sintética de las transformaciones que la palabra sufre con la llegada de la pantalla permite decir que los nuevos medios son estructuralmente “más democráticos” o “más igualitarios”. Creo que esto no se puede negar. Sin embargo, de ahí a pensar que los nuevos medios conducen naturalmente –cómodamente, sin proponérselo- a la democratización o la igualdad de nuestras sociedades hay un gran trecho. Afirmar esto sería tan absurdo como decir que una cultura libresca sólo puede dar lugar a un régimen totalitario. Obviamente, es más bien al contrario.

    Lo que caracteriza desde el punto de vista de la palabra a la sociedad red es la velocidad de las interacciones. En una cultura de papel –basada en la palabra impresa- el coste de las interacciones es mayor y la velocidad sensiblemente menor. Hoy en día, el contenido de un libro se puede rebatir o ensalzar de manera instantánea con una frase de 140 caracteres. Esto es algo que afecta por igual al libro de papel y al libro digital. La velocidad y la capacidad de incidencia en la sociedad red presenta riesgos muy conocidos: el instantaneismo, la primacía del ingenio, la gracia y la superficialidad sobre la opinión meditada y fundada en argumentos elaborados. Creo que esto es propio de una cultura oral. Sin embargo, no conviene exagerar. También es cierto que la cultura libresca –de papel o digital- ha llegado a hacerse odiosa: lo que podía haberse dicho en un par de folios se ha desparramado sobre cientos de páginas. Prefiero a Borges que a Tolstoi

    Pienso que en este debate conviene tener presente algo que no va necesariamente asociado a la escritura, la lectura y el habla. Me refiero al pensamiento y al sentido común. Nuestra capacidad de hacer cosas con las palabras –actuar- depende, por un lado, del ejercicio del juicio, de la facultad de pensar, que es una actividad esencialmente solitaria; por otro, del sentido común, que es fruto de una actividad política. Lo uno sin lo otro puede ser nefasto.

     

    2. En relación con la cuestión de la vulnerabilidad y de la facultad del lenguaje como condiciones humanas básicas y diferenciales, quiero introducir algunas ideas elaboradas por Lluis Duch.

    Lluis Duch es un antropólogo al que he conocido por medio de Antonio Adsuar. Lo he leído poco pero su enfoque me parece muy valioso. Duch relaciona la vulnerabilidad característica del ser humano  con el lenguaje y con lo que llama “estructuras de acogida”. El ser humano nace inmaduro, indefenso, indeterminado, amorfo –Gehler dice: “nacemos demasiado pronto”. Esta incompletitud natural hace necesarias una serie de estructuras de acogida como la familia, la ciudad, la lengua, la comunidad, la amistad, el cariño, el amor, la religión… Son estructuras de acogida porque reciben, sitúan y orientan al recién llegado en el mundo y lo acompañan siempre a lo largo de su vida. Una de nuestras debilidades y también nuestra mayor prerrogativa como seres humanos deriva del hecho de que nunca llegamos a conformarnos definitivamente y que nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo están siempre, en cierto modo, en construcción. Las estructuras de acogida no son ni puramente culturales ni puramente biológicas. Lo que quiero destacar es, como dice Duch, que son necesarias para “gestionar la contingencia”.

    Propongo pensar en la acción política como el conjunto de iniciativas dirigidas a dar forma, constituir, proteger, transformar algunos aspectos de las estructuras de acogida. Lo interesante de la acción política es que ella misma se puede considerar como una estructura de acogida. Es probable, incluso, que actuar políticamente junto a otros sea uno de los modos en que los seres humanos pueden dotar de sentido a sus vidas. Si Arendt está en lo cierto, la ineficacia de nuestras estructuras de acogida está relacionada con la pérdida de la capacidad de transmisión entre generaciones y también con nuestra creciente dificultad para amar el mundo. Nos encontramos atrapados en un círculo vicioso: la misma insatisfacción que nos provoca el mundo nos impide amarlo y cuidarlo; y allí donde no hay nada que conservar la transmisión –tradición- carece de sentido. En cierto modo, la política moderna se ha caracterizado por su rechazo de la tradición, y por el intento de sustituir la tradición por nuevas prácticas. El problema con que nos encontramos ahora es que nos hemos quedado sin la protección de la tradición y sin la capacidad política necesaria para instaurar –fundar, refundar- nuevas tradiciones. Vivimos en sociedades en las que, a fuerza de insistir en la autonomía individual y de negar el carácter histórico de la vida humana –tanto en su dimensión cultural como en su dimensión biológica- hemos perdido ciertos anclajes con el mundo.

    No defiendo una vuelta a la tradición ni ninguna suerte de neoluddismo. Sin embargo, me parece necesario mirar a nuestro alrededor sin lentes deformantes, sin prejuicios, sin miedo, a fin de ver con la mayor lucidez posible y recuperar nuestra capacidad de nombrar las cosas, de discriminar y de unirnos a otros –en la ciudad, en la escuela, en la familia, en el puesto de trabajo… Allí donde las estructuras de acogida están debilitadas o resultan odiosas, la primera tarea política consiste en reconstruirlas o destruirlas y crear otras nuevas.

    En Le città invisibili, Marco Polo responde a Kublai Khan:

    “L’inferno dei viventi non è qualcosa che sarà: se ce n’è uno, è quello che è già qui, l’inferno che abitiamo tutti i giorni, che formiamo stando insieme. Due modi ci sono per non soffrirne. Il primo riesce facile a molti: accettare l’inferno e diventarne parte fino al punto di non vederlo più. Il secondo è rischioso ed esige attenzione e apprendimento continui: cercare e saper riconoscere chi e cosa, in mezzo all’inferno, non è inferno, e farlo durare, e dargli spazio”.

    Italo Calvino, Le città invisibili, 1972.

     

    Esta es una buena aproximación a lo que significa ‘actuar políticamente’: es ‘arriesgado y demanda atención y aprendizaje continuos’; exige buen juicio para discriminar entre lo que es infierno y lo que no lo es, ‘para hacerlo durar y darle espacio’. Puesto que no podemos huir del mundo –‘el infierno de los vivos’- ni destruirlo sin perecer, Marco Polo propone tener los ojos bien abiertos y la conciencia alerta para no alimentar al infierno con nuestros actos y nuestra vida, para no convertirnos en parte de él ‘hasta el punto de no verlo’.

    Actuar políticamente sólo tiene sentido desde la condición de ser humano completo, concreto y localizado. Es decir, implica no dejar de ser padre/madre, hombre/mujer, trabajador/a… Carece de sentido “dedicarse a la política” porque la política carece de contenido. La política es una forma particular de articularse con otros para hacer frente a la contingencia. Ahora mismo, actuar políticamente es urgente si queremos refundar nuestras estructuras de acogida. El papel de las TIC siempre será instrumental. El problema de carecer de una visión política es que nosotros acabemos siendo instrumentalizados a través de las TIC.

     

    #7156
    jose luis
    Participante

    Aplaudo el gesto de Antonio -dejar wassp- aunque ayer me perjudicó, ya que le pedí una información por esa vía y, lógicamente, no me contestó.

    Desde una perspectiva política, en mi opinión, el análisis de los efectos, riesgos y virtudes de las TIC debe ser concreto. Lógicamente, los análisis sociológicos nos iluminan pero si nos centramos en nuestro entorno y nuestra experiencia concreta obtendremos una perspectiva más ajustada de nuestras posibilidades y de nuestra situación. Me explico con un ejemplo: si no fuera por internet y las TIC en general difícilmente habría conocido nunca a Antonio y, a través suyo, a Marlen, Silvia, Alberto, Eugenio, José Ignacio, etc… Tampoco estaría conversando sobre Sociofobia y demás. Librosensayo, en este sentido, es un instrumento muy valioso y prometedor. Existen muchos instrumentos de la red sin los cuales hacer ciertas cosas habría sido imposible para mí: Scribd, infinidad de publicaciones digitales gratuitas, repositorios, buscadores, etc… En mi caso concreto, el mayor riesgo de este entorno es, parafraseando a José Antonio Marina, «naufragar entre tantas posibilidades». ¿Cuánto tiempo he perdido surfeando por la web pero cuántas cosas interesantes he encontrado sin buscarlas? Para un tipo disperso e inconstante como yo, este entorno puede ser la perdición. Por eso, decisiones como salir de Feisbuk, dejar de intentar estar a la última de lo que dicen la NYRB, Jacobin, The Baffler, The Economist y demás suscripciones a blogs, etc… ha sido fundamental para mí. Pero una disciplina o una dieta se tiene que elaborar en base a una serie de criterios claros. Aquí es donde la perspectiva política concreta resulta fundamental -para otros, se tratará, en cambio, de una perspectiva profesional.

    César Rendueles hace hincapié en  Sociofobia en la condición humana de la vulnerabilidad y la dependencia mutua como principio político. La propuesta merece toda nuestra atención o, dicho más claramente: hay que aplicarse el cuento. Si somos consecuentes, la constatación de la mutua dependencia como principio político -nada que ver con la interdependencia global- deberá tenerse en cuenta a la hora de definir los criterios en el uso de las TIC.

    Otra de las cosas que dice Rendueles es que no podemos permitirnos el lujo de seguir sin actuar políticamente. Eso es difícil para todos nosotros. La vida de cada cual está ya estructurada apolíticamente: la vida privada, lo profesional, la supervivencia, la familia, el ocio… ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. Actuar políticamente exige ciertas renuncias y un rediseño general de nuestra forma de vida. El ciberoptimismo que critica Rendueles consiste en la ilusión de una amplia minoría educada, con cierto dominio de las TIC, que se autopercibe como comprometida políticamente, pero que aspira ingenuamente a hacer compatible su actual forma de vida y sus actuales inquietudes profesionales con la transformación política. Se complacen pensando que su comportamiento en el mercado como consumidores y como productores es política y tiene efectos transformadores. Este perfil es compatible con una crítica light del capitalismo y de la economía de mercado, así como con una reformulación de la propia dimensión como consumidor -responsable, crítico, eco-friendly… Una especie de socialdemocracia 2.0. Podríamos decir que se trata de un perfil propio del post-fordismo que se propone hacer jugar a su favor el hecho de que la separación entre lo profesional y lo vital, entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio, se ha diluido.

    Desde mi punto de vista, este tipo de posturas no encarnan propiamente una iniciativa política y, precisamente por eso, pueden ser perfectamente funcionales al sistema. El problema reside, en parte, en que no asumen la vulnerabilidad y la mutua dependencia como condiciones antropológicas elementales. También pasan por alto otra condición de l@ polític@ que me parece esencial: su carácter primariamente local. Siempre insisto en lo local y lo presencial cuando se trata de política, y creo que hay muchos argumentos a favor de ello. Pero aquí me limitaré a señalar la relación entre vulnerabilidad/mutua dependencia y lo local. Está claro: nuestra vulnerabilidad como individuos se manifiesta y se resuelve, sobre todo, en las relaciones locales y presenciales. Muchos de nuestros problemas como sociedad es haber perdido de vista este hecho. En términos generales, la economía globalizada ha generado muchas ilusiones peligrosas que empiezan a manifestarse en toda su crudeza. Una de ellas es la pérdida del sentido de los límites. Otra, que viene más colación, la de que vivimos en una economía de lo inmaterial. No, la base de nuestra vida sigue siendo lo que produce la tierra; seguiremos innovando, construyendo aparatos y ampliando nuestro conocimiento mientras alguien siga cultivando la tierra y produciendo comestibles. La deslocalización y la superespecialización productiva conlleva grandes riesgos de los que no somos todavía conscientes. Parece banal pero el hecho de que todas nuestras necesidades materiales se resuelvan en una operación mercantil atrofia radicalmente nuestra comprensión y nuestra percepción de la vulnerabilidad como condición humana. O peor: nos puede llevar a pensar que somos invulnerables. Porque así es en apariencia: el mercado internacional de comestibles representa para nosotros -del primer mundo- la seguridad alimentaria a precios estables, pero eso es una ficción basada en una serie de equilibrios bastante inestables y bastante cuestionables éticamente. Bueno, esto nos desvía del argumento.

    Volviendo a la cuestión de las TIC: generan inmensas posibilidades de comunicación, de acceso, etc… Si tenemos una iniciativa política, si nos rodeamos de personas para llevarla adelante, encontraremos usos apropiados y seremos capaces de descartar aquéllos que nos desvían del camino. Esta receta se puede aplicar a otro de los obstáculos que dificultan la acción política: lo que he llamado «la implosión del sentido». La inflación verbal, el maquillaje de la realidad, la manipulación, la verborrea vana… que acaban por generar un estado de cosas en que la palabra se devalúa. Si la palabra se devalúa, si cada vez tenemos más problemas para entendernos, para describir la realidad, entonces la acción política, que está basada en el uso de la palabra, se hace imposible. ¿Cómo usar las TIC para luchar contra esta deriva?

    #7120
    jose luis
    Participante

    Veo que el debate se anima.

    Como sabéis, no estoy específicamente preocupado por la deriva de lo tecnológico ni por el entorno tecnológico como medio ambiente que nos condiciona. La lectura reciente de “Sociofobia” y de “El desorden digital” me confirma en mi posición: la tecnología es un fenómeno social y no a la inversa. Pensar en la tecnología como un «medio ambiente» o como una «fuerza» o una «deriva» que nos arrastra y que condiciona nuestro futuro equivale a dar la partida por perdida antes de empezar. Debemos pensar y pensarnos como seres políticos, no como masa tecnologizada. Sin duda, también somos «masa tecnologizada» pero el pensamiento y la acción es nuestra prerrogativa en tanto que seres políticos.

    Cuando analizamos los efectos de las tecnologías sobre la sociedad-masa ponemos de relieve tendencias, rasgos, riesgos que nos ayudan a comprender nuestro presente y diseñar nuestro futuro. La sociología pero también la ciencia ficción nos guían en este empeño. Sin embargo, cuando ponemos el foco en la sociedad como un todo tendemos a exagerar y a magnificar.

    Mis últimas lecturas me han llevado a la conclusión de que los riesgos derivados de las TIC en la sociedad de la información se pueden clasificar en tres grupos. De algún modo, «Big data» representaría un tipo de riesgo: el derivado de la instrumentalización y los usos malintencionados y/o irresponsables por parte de quienes detentan el poder -económico y político- y el conocimiento. «Sociofobia» representaría los riesgos derivados del consumo tecnológico propio de la sociedad de masas. «El desorden digital»<i> </i>representa los riesgos que acechan en ámbitos muy específicos y  relativamente ajenos a los procesos de mercantilización: la investigación histórica pero también, quizá, otros microcosmos de producción -no sólo de saber- ajenos al mercado.

    Pienso que si efectivamente las nuevas tecnologías aplicadas a la investigación histórica dieran lugar a la producción de obras de historia de menor calidad, la sociedad en su conjunto apenas sufriría por ello. Precisamente, porque el consumo de historia de calidad es tan insignificante a nivel social que una merma en la calidad no tendría efectos sociales ni políticos significativos.

    Lo que puede dar verdaderos motivos para la preocupación es lo que ocurre en los otros dos ámbitos: las prácticas tecnológicas en la esfera de las masas y la instrumentalización de la tecnología con fines de control, poder y lucro. Desde esta perspectiva, a mi me preocupa más la imagen típica de una reunión familiar en la que cada cual está pendiente de su smartphone en lugar de relacionarse con los suyos, que pensar que los historiadores digitales pueden pecar de superficiales. Pero lo más importante es la relación que se da entre la esfera del consumo de masas de productos tecnológicos y la esfera que forma esa minoría que instrumentaliza la tecnología por su propio interés.

    Pienso que esta relación de dependencia y sometimiento de la que no somos del todo conscientes sólo se puede invertir o superar mediante una toma de conciencia y una consecuente acción política. También pienso que sólo una minoría estará dispuesta a actuar políticamente, es decir, a romper simultáneamente con las relaciones verticales -control, disciplina, mando- y con la integración acéfala que propicia el mercado.

    La lectura del libro de Anaclet Pons también me ha permitido entender que, en gran medida, las nuevas tecnologías no generan propiamente modelos de comportamiento o tipos de personalidad nuevos sino que subvierte las escalas de valores, lo cual no es ni bueno ni malo en principio. Me refiero a que determinadas habilidades,  predisposiciones, aptitudes, estructuras neuronales, etc… pueden conducir al éxito o al fracaso, el reconocimiento o el desprestigo social en función del perfilo tecnológico de cada sociedad. Me refiero a que determinados rasgos de la personalidad o del carácter podían dar mejores resultados en una sociedad analógica que en una digital. Por ejemplo: los 140 caracteres de Twitter, los 10 minutos de las TED Talks o el concepto de video viral no crean un nuevo tipo de ser humano sino que, quizá, promueven a gente que hace cuarenta años no habría llegado a ser tan popular. Este tipo de análisis deriva de una observación de lo que ocurre a nivel masivo. Se trata de una mirada macro para la que pasan desapercibidos los fenómenos que tienen lugar en escalas más reducidas. En todo caso, no cabe pensar que determinados genotipos  o fenotipos desaparerán como consecuencia de las nuevas tecnologías. Dicho de otro modo: las persona de tipo «analógico» seguirán existiendo cuando el paradigma digital haya sido superado por el «holográfico» – por decir algo. Aun si todo esto tiene algún sentido, no tendría sentido preguntarse: ¿qué será de los «analógicos» dentro de cincuenta años? Ser «analógico» en la era digital puede ser una ventaja para ciertas cosas y una desventaja para otras. Lógicamente, el papel de la educación es crucial en el escenario futuro. Si la educación digital se impone de manera irrestricta y acrítica, muchos «analógicos» lo pueden llegar a pasar igual o peor que aquéllos niños zurdos a los que se les obligaba a escribir con la derecha. Los padres pueden ser un peligro en este sentido: pienso en aquellos para quienes se ha convertido en una obsesión que sus hijos desarrollen ciertas habilidades que presuntamente garantizan el triunfo en la vida: saber inglés, programación, jugar al golf o contar chistes, según el caso.

    Antonio preguntaba en el post de apertura:

    «Las comunidades en internet, ¿Podrían servir para organizar proyecto comunes no marcados por el capitalismo o las formas de interacción que se dan en la red marcan que interactuemos como individuos atomizados?»; «¿Qué alternativas se os ocurre proponer a la sociedad consumista que pasen por un mejor uso de las nuevas tecnologías?, ¿Se puede o  debe detener su avance?». Creo que el planteamiento es equivocado porque no es político. Yo lo replantearía así: «Tengo una iniciativa política -anticapitalista, antimercantilista, anarquista, etc… ¿Cómo la pongo en marcha? ¿Cómo me articulo con quienes me rodean para empezar a transformar nuestras vidas y nuestro entorno? ¿Las nuevas tecnologías me sirven de algo a mí, a mi inciativa, a los míos o, por el contrario, me perjudican?» A partir de ahí, podría tomar decisiones estratégicas y operativas: darme de alta o de baja de internet; pasarme todo el día conectado o sólo lo imprescindible; dedicar más o menos tiempo a hablar del futuro digital, de sus riesgos y de sus oportunidades; sabotear servidores o todo lo contrario, etc…

    #5951
    jose luis
    Participante

    Buenos días,

    hemos mencionado en relación con el tema de big data el hecho de que las funciones de control y gobierno en nuestra sociedad se han «distribuido» o deslizado desde el «gobierno del estado» hacia el ámbito del Mercado, la producción y el consumo. Os adjunto un artículo Truthout (http://truth-out.org/opinion/item/19050-the-experiment-requires-that-you-continue-obedience-to-corporate-state-authority-in-an-increasingly-dangerous-consumer-society#startOfPageId19050) que trata un aspecto de ese fenómeno.

    Un saludo,

    J.

    #5918
    jose luis
    Participante

    Hola Antonio,

    si no surge ningún problema doméstico, cuenta conmigo el día 30.

    Nos vemos,

    J.

    #5911
    jose luis
    Participante

    Hola a todos,

    acabo de colgar un post sobre big data en el blog de FentCiutat: ¡ánimo!

    http://wp.me/p3cHCZ-fw

    Buen fin de semana,

    J.

    #5910
    jose luis
    Participante

    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4862″>Hola a todos,</div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4867″></div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4870″><span id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4869″ style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»>Dos links interesantes sobre big data</span></div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4872″><span id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4871″ style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»>TED TALKS: http://www.ted.com/search?cat=ss_all&q=city</span></div&gt;
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4873″><span style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»> </span></div>
    <div></div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4877″><span id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4876″ style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»>Slavoj Zizel en El País de 19 de septiembre 2013: http://www.caffereggio.net/2013/09/19/defendernos-del-control-digital-de-slavoj-zizek-en-el-pais/</span></div&gt;
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4878″><span style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»> </span></div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4879″><span id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4887″ style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»>Un saludo,</span></div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4880″><span style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»> </span></div>
    <div id=»yui_3_7_2_1_1379716030383_4881″><span style=»font-family: arial, helvetica, sans-serif;»>J.</span></div>

    #5895
    jose luis
    Participante

    Hola a todos,

     

    me alegra ver que el debate se va animando con nuevas voces. Yo, como ya he dicho, no estoy interesado en los big data como tales, es decir, como fuente de valor ni como fuente de riesgos individuales. A lo sumo, me interesan más los riesgos colectivos. Los big data me interesan más como síntoma socio-cultural y como epifenómeno de la globalización. Por eso me parece más apropiado realizar una ultima aportación crítica fuera de este foro -para desviarme del tema.

    Estoy a punto de terminar un post en el que hago más explícitas y desarrollo las ideas que subyacen a todo lo que he escrito sobre big data. Se trata de un post largo, pesado  y con abundantes citas sobre la relación entre la globalización capitalista y los «grandes números» que hace posible el tratamiento matemático de la realidad. En cuanto lo cuelgue os pasaré el link.

    De todos modos, seguiré este foro y si se me ocurre algo sensato que decir intervendré.

     

    Saludos,

    J.

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