EL EDITOR(DE LIBROS ELECTRÓNICOS)ES UN CATALIZADOR(PARA NO DECIR JAMÁS, ESTOS SON LOS LIBROS QUE NO PUEDO HACER)

  *Un artículo del editor Aharon Quincoces Lorén(editorial Intangible): nacido en Barcelona en 1967. Licenciado en filología semítica por la Universidad de Barcelona y Doctor en Ebraistica por la …

 

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*Un artículo del editor Aharon Quincoces Lorén(editorial Intangible): nacido en Barcelona en 1967. Licenciado en filología semítica por la Universidad de Barcelona y Doctor en Ebraistica por la Universidad e Turín. Tiene en sus haber un par de libros y un puñado de artículos.

Con frecuencia se piensa que un editor es alguien completamente libre
para decidir qué libro edita y como editarlo. Me gustaría que así
fuese, pero no lo es en general y cuando hablamos de libros
electrónicos, menos. Lo que aquí escribiré son algunas reflexiones
personales, alguna de ellas las he puesto en marcha, otras no, otras
me ha faltado tiempo y/o fuerza para llevarlas a cabo hasta el final.
En ningún caso, creo, esto les quita validez.

Desde el inicio de la edición electrónica del libro se ha hablado de su
potencial para cambiar la lectura y la forma en que se presenta el
libro
. Casi desde ese mismo momento se empezó a hablar de la
traslación del libro impreso al formato electrónico, decepcionando
así todas las ilusiones. Una parte del reciente I Congreso del Libro
Electrónico puso de relieve esto (por ejemplo, en boca de Jaume
Balmes), aunque ya en el Kosmopolis Bookcamp BCN 2010 pudimos tener
un anticipo, tres años antes.

Y es que no obstante la informatización haya producido una incremento
de la alfabetización y lectura
(nadie negará que hoy se lee más
que nunca), el efecto sobre el concepto libro sigue ligado a una
cierta forma de presentar el texto y sus añadidos, como las imágenes
o los hipervínculos (permaneciendo en el campo de la informática)
como si el libro tuviese, per se,una superioridad implícita siempre y cuando fuese impreso.

Cierto, los nativos de la era Gutenberg que defienden una literatura, aunque extendería el concepto a las formas de transmisión del saber, tienen dos elecciones: o participar en la destrucción de la escritura lineal, sin entender por completo la nueva literatura naciente, u oponerse a ella (1).Es evidente que es una disyuntiva que afecta a escritores y lectores,por tanto también a los editores.

El autor

En relación al libro electrónico, en la construcción de una textualidad no
lineal, sin embargo y como siempre hasta cierto punto, la cuestión
llama en causa al autor, ni el lector ni el libro en sí mismo, pues
éste es en función de cómo lo piensa el autor.

Que luego exista una suerte de hipertextualidad de hecho, construida
referencias mentales a lo leído, visto, oído o pensado, de Apuleyo
a Huissmans, es algo externo al libro y construcción, incluso a lo
pensado y escrito por el autor. Y desde luego queda fuera de las
reales posibilidades de actuación del editor, en un plano general.

indie author

Así si consideramos la posición del autor en el desarrollo de una
textualidad que incluya el hipervínculo y otras formas de
(con)textualidad presentes o futuras, el texto deviene proceso más
que producto acabado
(¿cómo sustraerse aquí a la contradicción
entre la visión del libro como producto y su ser como proceso?) y
pone sobre la mesa preguntas a las que el autor no puede responder
porque pertenecen esta vez al universo del editor acerca de la o las
modalidades de acceso a la obra y de negocio. El editor debe
reflexionar menos en función del mercado y de la rentabilidad del
libro y más en términos de sostenibilidad, perdurabilidad del
proceso de edición
, que muy probablemente hay considerar mucho más
prolongando, tanto cuanto la vida real de la obra, y sus
posibilidades de difusión en distintos canales y en distintas formas
contemporáneamente, sin que esto quiera decir que es posible u
oportuno, sino necesario abrir tales interrogativos.

El editor entonces no solo debe animar al autor a desarrollar otra textualidad,
animarle a superar su bloqueo y su tendencia a seguir escribiendo

como ya lo ha hecho, sino que además debe pensar a como las obras
pueden superar la rápida aparición y extinción de instrumentos de
lectur
a, apostando por formatos dúctiles y universales, que derroten
lógicas mercantiles y mercados verticales y cerrados
. Este último
punto tiene una estrecha conexión con mecanismo de control, como los
metadatos y el acceso a los mismos (en realidad el mismo proceso de
marcatura de los textos puede resultar ya un instrumento poco
neutro), pero es un capítulo que merece un tratamiento a parte.

El lector

Desde el punto de vista del lector, el resultado es la descomposición y
desestructuración del espacio lineal de lectura
. En un momento de
transición el editor es la figura central, el anillo de conjunción
que permite enlazar las expectativas de un libro en devenir con un
lector ya completo, es decir ya hecho a un modo de lectura
predigital. Pero no solo. El editor debe mirar al futuro más que al
pasado. Los lectores futuros, que ya hoy se están haciendo no los
conocemos, pero es irresponsable no arriesgar, no ir al encuentro de
esos lectores futuros
ya con los libros en edición hoy, o caemos
irremediablemente en la trampa de la réplica digital de un modo y un
mundo predigitales
. De hecho hemos superado los límites de
contextualización y los libros deben reflejar en forma y contenido
un mundo caleidoscópico. De otro modo el riesgo es perder también
los lectores del futuro sin haber ganado los lectores del presente (y
me remito para ello a nuestras tasas de lectura y a la inversión
doméstica en libros).

Los instrumentos de lectura

No solo lectores y autores, el editor debe tener en cuenta también las
posibilidades reales, físicas, de lectura de sus libros. En otras
palabras cuanto de su trabajo conjunto con el autor será legible en
tabletas y ereaders. Y este es un punto paradójico, tal y como ha
señalado Baldur Bjarnason. El rechazo de los constructores de medios de lectura
en reconocer los esfuerzos de edición más simples como hijas de
estilo CSS. Cualquier edición debe acomodarse a los criterios de la
máquina lectora y eso induce a un escaso cuando no nulo esfuerzo por
evitar la susodicha imitación del libro impreso
. La superación de
esta limitación lleva a la App o el libro electrónico como
programa. Con un coste variable (por ejemplo, en Liber de 2012 la
horquilla iba de 8.000 a 23.000 euros) y un tiempo para el retorno de
inversión no inferior a un año, la App es inviable para un editor
pequeño independiente que espera comercializar 2o 3 títulos por
año
. Por otro lado la App no es universal sino que se liga a un
sistema operativo
, con frecuencia propietario. El reto es lo
contrario, asegurar, en lo posible si posible, un formato universal
transversal y abierto
.

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Conclusiones

El editor debe saber cómo hacer de las tensiones, a veces negativas, entre
lectores autores y máquinas
, para superar un escollo en recurso,
algo que deviene una cuestión mental, más que de instrumentos que
la hagan posible. Casi siempre. Casi siempre porque cuentan también
costes de financiación de las pequeñas editoriales.

La debilidad percibida, el temor, de la narrativa ante la imagen y la informática,
no puede ser un reflejo de la debilidad del editor ante lo digital
como otro medio de la edición. Es necesario responder en modo
propositivo, mediando entre las posiciones para reforzar el libro
electrónico no como objeto sino como portador de contenido y formas
nuevas
. El editor debe ser apóstol, ir a hablar con los autores en
sus asociaciones explicando el nuevo verbo de la literatura y el
saber que se avecina, con los lectores en las librerías y en las
presentaciones para presentar formas de leer menos lineales menos
cómodas pero igualmente satisfactorias o más incluso, con los
libreros explorando posibilidades nuevas de comercialización y quizá
explorando cómo será la nueva librería y nuevas relaciones
librero-editor, con los constructores para liberar del corsé
estrecho de las máquinas que construyen (y esta es quizá la batalla
más dura porque asumo que a la raíz de estas prácticas está la
obsesión del control y la larga sombra, de Big Data).

El editor debe ser consciente que el libro que publique no es ni será la única
forma en que los lectores leen, pero si quiere dar una perspectiva
futura su trabajo debe cuidar el libro
: con calidad técnica en su
realización; calidad del contenido, estableciendo colecciones
relevantes por su consistencia y coherencia; en la diversificación
de los modos y modalidades en que del libro es accesible; respeto de
los derechos del lector, porque sin el lector no hay libros
.

En definitiva el editor en la era digital, especialmente si es pequeño e
independiente, debe ser un agente catalizador
. El editor es el nuevo
intérprete, en virtud de las N posibilidades (potenciales si el
autor no las desarrolla, aunque ya no es el único que puede
desarrollarlas) del texto y del pacto autor-lector con todas sus
declinaciones y relaciones intermedias

1.Paul Roberts, sostenía esta tesis en un artículo suyo aparecido en 1998 en el “Independent on Sunday”.

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4 comments

  1.    Responder

    […] el artículo que publicó El Sillón de Montaigne, reflexionaba sobre los libros que un editor de libros electrónicos deseaba pero no podía […]

  2.    Responder

    […] A estos elementos, que constituyen un substrato para la apreciación subjetiva del libro electrónico como un minusvalor del libro, se suma como un binomio peligroso la duda sobre la calidad de realización y edición del libro electrónico. En este sentido asistimos en el 1er Congreso de Libro Electrónico a una serie de reflexiones que es importante no olvidar (a estas y a la autonomía del libro electrónico he dedicado una artículo para el blog El Sillón de Montaigne que podéis hallar aqui). […]

  3.    Responder

    […] Podéis seguir leyendo este artículo en el blog colectivo del Libros de Ensayo  […]

  4.    Responder

    Fantásticas reflexiones compañero!