Inicio › Forums › Principal › AUTOR Y LIBRO DEL MES › LIBRO DEL MES › ¿SE VAN A PIQUE LAS HUMANIDADES?: RE-PENSANDO SU FUTURO CON JORDI LLOVET
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Antonio Adsuar.
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3 junio, 2014 a las 11:20 #8366
Antonio Adsuar
SuperadministradorBuenos días a todxs,
En este especial mes de junio en el que hemos cumplido un año on-line con todos vosotros, nos apetece especialmente comentar este ensayo “Adios a la universidad”. Porque somos gente de humanidades, gente del libro reconvertidos en tecnólogos para poner al servicio de la reflexión las herramientas informáticas y las comunidades virtuales. Deslizo aquí las cuestiones que me ha sugerido este completo texto del profesor Llovet:
1.Todo el planteamiento de Llovet es marcadamente elitista: ¿En la sociedad actual la solución de la situación de la universidad pasaría por recuperar aquella “universidad de las élites”?
2.¿Cómo podríamos revalorizar las humanidades en una mundo consumista y fascinado por la técnica?
3.¿Cuáles creéis que son los mayores males de la universidad de hoy y qué soluciones se podrían proponer?
¡Saludos a todos y buen debate-aniversario!
9 junio, 2014 a las 12:04 #8428Conchi
ParticipanteYo creo que la revalorización de las humanidades es muy necesaria para crear un mundo más humano, hoy con tanta tecnología por medio de las relaciones nos estamos enfriando en el trato entre unos y otros. Yo creo que una de las soluciones es volver a darle importancia a la lectura, a las artes, dentro y fuera de la escuela. Vamos, proponerse cultivarse, primero empezar por uno mismo -tratando a las personas por lo que son no por lo que valen o me aportan- y luego expandirlo, sin miedo, a los demás… Igual os suena altruista, pero… el que está en el mundo de las letras o es idealista, altruista -o como lo queráis llamar- pero para prácticos ya están los de ciencias… ¿qué pensais?
9 junio, 2014 a las 20:27 #8429Eugenio-Navarro
Participante¡Hola Conchi (y librosensayistas todxs)!
<div>Quisiera matizar que desde mi posición (que espero exponer en breve) no concibo que esas Humanidades que vemos alejarse de la Universidad, se identifiquen con «las letras», en oposición a «las ciencias» según he entendido en tu comentario.</div>
<div></div>
<div>Por un lado, porque las carreras de letras son tan científicas -y pueden serlo mucho más- que aquellas que decimos «de ciencias»; y por otro y lo más importante, porque el principal problema que provoca la noción mercantilizada de la Universidad -y que la está separando de la sociedad a la que debe servir- es que las carreras, estudios, investigación y conocimiento que consideramos científicos se generan por profesionales que carecen de una base humanística. Lo más horrendo del siglo XX comenzó cuando el saber, por ejemplo en Medicina o Física, cuyo avance durante el XIX se había logrado gracias a personas que buscaban el bien para la humanidad entera, fue secuestrado por las infames patentes, por no hablar de una Psicología en manos de la publicidad o esa Sociología vendida a la propaganda política. Ese es,a mi juicio, el componente humanista del que adolece esta Universidad.</div>
Un saludo.12 junio, 2014 a las 22:12 #8459Antonio Adsuar
SuperadministradorHola Eugenio, Conchi y tertulianos y lectores LUCS y libroensayistas (¡gran término Eugenio!),
Yo coincido bastante con Conchi en este caso aunque entiendo también que el enfoque de Eugenio es complementario. Aquí quizás habría dos ideas a comentar:
1.La tecnología y los saberes útiles en parte nos alejan a unos de otros, nos cosifican. Como dice Conchi estamos instrumentalizándonos demasiado unos a otros. Se habla(yo mismo lo hago en ocasiones) de marca persona como si nos vendiéramos como productos. Las humanidades nos pueden ayudar a entender que somos como seres humanos, que valores compartimos y cómo podemos mejorar la sociedad más allá de lo material.
2.Creo que como señala Eugenio la universidad se ha alejado demasiado del saber para servir a las empresas o simplemente a la producción. Yo reivindico lo público y no que al final se monten másters para colocarse en empresas grandes. Para esto puede estar la privada si es que quieren generar este modelo. Sin embargo creo que también hay que ser críticos y exigir a la pública que las investigaciones reviertan a la sociedad.
La clave, en todo caso, pasaría por hacer comprender a la ciudadanía el valor de las humanidades. Por ejemplo un compañero de piso mío en Barcelona que estudiaba una ingeniería de gestión de residuos me preguntó que para que servían las cosas que estudiábamos los de letras. Yo le dije algo así como: yo me encargo de entender la sociedad, de conseguir que haya valores y convivencia y esta situación político-social es la que permite que personas más técnicas como tu podáis implantar vuestros conocimientos, financiar vuestras empresas,etc.
Nada más por ahora; sigo por la Feria del libro de Madrid pasándolo bien. Nos leemos humanistas!
13 junio, 2014 a las 10:58 #8460Marlen
Participante1.- Las Universidades deben de tender siempre a la excelencia, no sé si a eso hay que llamarle elitista o no.
2.- La universidad, como su nombre indica, debe de compilar el universo de los conocimientos que poseemos y, por lo tanto, no puede excluir de sí las humanidades.
(Si no le proporcionamos a nuestro cerebro todos los medios para su óptimo desarrollo, muchas cosas, que ahora no podemos imaginar, desaparecerán de nuestra vida y, además, no seremos conscientes de ello).
3.- ¿Males?, los mismos que vemos en el resto de la sociedad. Enchufismo, tendencia cada vez más al mercantilismo, etc.15 junio, 2014 a las 17:02 #8465David
ParticipanteTres ejes fundamentales aprecio en este libro: la transversalidad, la meritocracia y la mirada al pasado. El segundo incita la primera pregunta del debate. A ella contesto con un sí rotundo, pues estoy en casi total sintonía con Llovet cuando hace una defensa corajuda de lo que él llama “aristocracía del mérito” o con @marlen y su argumento de que “las Universidades deben de tender siempre a la excelencia”. Sólo matizaría a ambos en: 1) Llovet en las conclusiones finales se cubre un poco las espaldas al afirmar que es partidario de esta propuesta “solamente en el supuesto de que dicha inflexión consolidará a la propia democracia” (p. 357). ¿Por qué atisba una posible antítesis? Ante todas las valientes páginas anteriores el autor parece sentir vértigo. ¿Pesan en él los estigmas sobre palabras como mérito y élite a las que se relaciona de modo torticero con un discurso clasista de ricos y pobres? Me temo que sí; 2) La excelencia de la que habla @marlen la extendería a todos los grados de la enseñanza. La igualdad de resultados, que la LOGSE y leyes afines han promovido a ultranza, penaliza a los estudiantes de valía y, de forma general, agosta un sistema educativo de calidad.
La importancia que doy a los otros dos ejes que he señalado contestan a la segunda pregunta. Si entendemos el mundo en que vivimos no como un episodio aislado sino consecuencia de hechos y vicisitudes a lo largo de siglos, la relevancia de las humanidades no debería tener discusión. Las contestaciones a los interrogantes por qué, cómo, cuándo pasan de modo ineludible por materias como la historia, la literatura o la filosofía. En unos pasajes muy reveladores (pp. 91-97), Llovet advierte de los peligros de vivir sólo la ignorancia de nuestro presente. Las taras de una falta de formación integral y la incomprensión no nos hace mejores, más bien nos empobrece y deja a la sociedad en su conjunto a merced de lo peor. Las humanidades también contrapesan la dispersión y la inmediatez, dos rasgos que presiden este entorno nuestro crecientemente tecnológico. Dice Llovet que “ahí donde la actividad intelectual estaba presidida por estrategias mentales y mecanismos cognoscitivos de larga duración, reina en estos momentos una actividad inmediata, rápida y en apariencia de una eficacia sorprendente” (p. 311). ¿Cabe mejor antídoto que las protagonistas de este libro? A la vista está que el valor -más o menos intangible- de las humanidades queda claro.
De entre los males que aquejan a la universidad destacaría dos: la masificación y la endogamia. Respecto al primero, me encuadro entre los que censuran sin miramientos que gente de toda laya y condición -intelectualmente hablando- acceda a la enseñanza superior impartida por las universidades públicas. Conviene recordar que el Estado sufraga, vía financiación a los centros, el 80 % del total de la matrícula de todos los universitarios. Ni en época de bonanza económica aprobaría tal dispendio. Y más si tenemos en cuenta lo poco que valen las titulaciones y la falta de prestigio de las universidades españolas en las clasificaciones internacionales. Urge, en este sentido, una selectividad que seleccione de verdad y que las facultades establezcan, si es necesario, pruebas o exámenes de ingreso propios muy exigentes. Al hilo de esto: esa fascinación de muchas ciudades por disponer de campus universitario corre pareja al disparate de los aeropuertos o las líneas de AVE. Ni nos lo podemos permitir, ni esta multiplicación ha redundado en una mayor calidad.
En mis años de estudiante universitario no nos resultaba muy difícil acertar quién lograría la plaza de profesor titular que se ofertaba. De entre el tribunal que dirimía la cuestión, dos miembros lo eran a propuesta de la facultad y, al menos, siempre había un “bizcochable” entre los otros tres restantes. El resultado siempre favorecía “al de la casa”, con independencia de su aptitud para el cargo. A menudo veía así recompensado su “ímprobo trabajo” dentro del departamento mientras realizaba la carrera. Tantas comillas indican la preeminencia de criterios ajenos a los estrictamente lógicos. De aquella endogamia, pese a las excepciones, poco o nada bueno se podía esperar. Me ha sorprendido que Llovet la prefiera por el poder discrecional que concedía a los catedráticos para conformar equipos a su gusto. Pero, ¡un sistema viciado en origen no asegura la elección de buenos líderes! No sé si las normas actuales son aún más perniciosas y se diseñan las plazas a la medida del curriculum del aspirante local. Tampoco me atrevo a asegurar que el modelo de las universidades anglosajonas sea una absoluta panacea. Sí deberíamos tomar de ellas, como poco, el peso nulo que atribuyen al vínculo local del candidato. Cualquier solución pasa, creo yo, por un fomento de la apertura y la movilidad.
Un saludo para todos los amigos librosensayistas.
17 junio, 2014 a las 18:58 #8466Conchi
ParticipanteSi yo estoy de acuerdo con lo que apuntas de la excelencia, Marlen y David, pero para ser instituciones excelentes las personas también tienen que tener esta meta. Excelencia no como algo competitivo sino como algo constitutivo de tu persona. Por eso, vuelvo a defender el papel de las humanidades que como apunta Antonio en su ejemplo las letras sirven para comprenderte, saber quien eres, conocer tus metas, conocer el camino para llegar a ellas, conocer cual es el modo mejor de ser persona. Y aqui sigo con Eugenio, que dice -muy bien apuntado, a mi modo de ver- que los cientificos antes -y ahora, también hay algunos, aunque no sea la tónica común- que se preocupaban por la humanidad. Desde que la ciencia tecnológica nos ha cosificado, ¿cuantas Metrópolis hemos creado? Os acordáis de la película, pues a veces siento en el mundo como en el story board de la pelicula en el que la perdida del papel de los pensadores, de los creadores de opinión, se ha cosificado en argumentos manidos, poco razonados y muy «cacareados» se ha perdido la reflexión, la argumentación…y se ha cambiado por repeticiones, como si estuviéramos en una cadena de montaje que nos lleva a no se sabe donde.
20 junio, 2014 a las 11:55 #8503Antonio Adsuar
SuperadministradorHola a todos,
Ya ando por Alicante, algo asentado ya y recuperado de la “resaca” de 14 días por la Feria del libro de Madrid en una ambiente capitalino “pre-coronación”, jeje. Este ambiente provinciano y más sosegado que describo me ha permitido leer con interés vuestras intervenciones que paso a comentar (y a ver si consigo ser breve).
Como apuntan Marlen y David hay en el libro una apuesta por la excelencia en la Universidad. ¿Nos lleva esta propuesta al elitismo?. Quizás habría que distinguir dos conceptos: elitismo y meritocracia. Un buen sistema de becas que como dice David incluyera a las enseñanzas primarias y secundarias y tuviera objetivo “detectar” el talento en estas primeras enseñanzas debería ayudar a detectar a aquellos alumnos que merecen estudiar en una universidad que dé respuesta a sus capacidades. ¿No favorece en realidad más el elitismo nuestro sistema actual de universidades públicas masificadas y privadas con precios prohibitivos que en ocasiones ofrecen mejor formación a aquellos que la pueden pagar?. En relación a este punto habría que conocer los planteamientos de Bolonia y yo no tengo casi ninguna idea al respecto.
Sí parece que Bolonia obliga a los profesores universitarios a un seguimiento más exhaustivo del alumno. Se convierte la universidad en una especie de instituto de secundaria donde el “profe” corrige constantementes los deberes de los chavales. Mal asunto…por lo menos aquel sistema que yo viví en el que se tomaban apuntes en modo taquígrafo durante meses para tener los apuntes listos para estudiar las dos semanas antes del examen permitía (a los más avispados al menos) tener tiempo libre para leer otras cosas, fisgonear por la biblioteca y leer muchas cosas nada relacionadas con las clases.
Mi maestro Villacañas nos dijo que en la universidad española se daba por supuesto que muchos alumnos trabajan y que por ello (antes de Bolonia) la carga de trabajo era menor, mientras que en Estados Unidos los alumnos están en la universidad “full time” y vienen con los textos leídos a discutirlos en clase.
Paso ya a comentar ideas de David que ya me extiendo peligrosamente. Muy interesante cuando dices que Llovet se echa atrás “¿Pesan en él los estigmas sobre palabras como mérito y élite a las que se relaciona de modo torticero con un discurso clasista de ricos y pobres?”. También me ha gustado cuando afirmas que “Llovet advierte de los peligros de vivir sólo la ignorancia de nuestro presente” y “Las humanidades también contrapesan la dispersión y la inmediatez”
Toda esta parte de tu intervención me ha llevado a un texto que acabo de terminar apenas hace dos días “Alone together” en el se nos describe a una grey adolescente hiperconectada, que vive al ritmo que marcan los wasapeos espasmódicos y es incapaz saber aquello que piensa y siente por que se ve acosada y aherrojada en un presente hipercomunicado. No hay reflexión sobre el pasado ni personal ni social y no hay proyección hacia el presente.
Dejo para otro comentario el tema de la endogamia aunque sí me gustaría apuntar esta tendencia que destacas de muchas ciudades medias por tener campus totalmente innecesarios desde el punto de vista de la demanda global. El caso de la Miguel Hernández de Elche, situada a 50 kilómetros de las universidades de Murcia y Alicante es un ejemplo claro aunque, evidentemente, la ha venido muy bien a la ciudad de Elche por la que siento especial simpatía.
Quiero terminar con unas palabras de Conchi: como dices la adoración por la técnica de una sociedad postmoderna cansada de la imperfección humana y hastiada de los discursos sobre los valores fundamental hace que “la ciencia tecnológica nos ha cosificado” No hay más que ver cómo están diseñadas las redes sociales que nos ofrecen formas de comportamiento estructuradas que reducen nuestra humanidad para poder “datificarnos” con más comodidad.
¡Un saludo a todos y me alegro de que se anime el debate!
PS: ¿Os llegó bien el PDF de lecturas de verano?. Es una idea que hablé con Eugenio para que todos (incluido yo mismo) tengamos más claro qué estamos leyendo.
23 junio, 2014 a las 19:12 #8523Eugenio-Navarro
Participante¡Recibido el pdf! Me pongo en breve con el libro de Carrión… hay que elegir 😉
Para este comentario he intentado reconstruir mis notas, leyendo atentamente los comentarios que preceden; pero temo perder el hilo así que me ciño a las tres preguntas, y relaciono con lo dicho hasta ahora cuanto me sea posible.
1.-
Es un punto muy polémico esa afirmación de Llovet sobre una mayor eficacia de la universidad privada –sobre lo que ya conversamos @libreriartemis y yo vía Twitter, en #AdiosalaUni-, y también lo es la observación que hace al final del libro, preservando el espíritu democrático como condición incuestionable de cualquier propuesta de modelo, tal como habéis comentado ya. Lo que yo pienso es que estas cuestiones están muy ligadas al discurso políticamente correcto que hemos padecido durante los últimos tiempos, y que tanto nos entorpece la reflexión; pienso que la propuesta de Llovet, por ejemplo, en torno a las relaciones maestro-discípulos, casan totalmente con una auténtica tradición de excelencia (totalmente de acuerdo con vosotrxs respecto a la consecución de la excelencia, y subrayo lo que comenta @conchi: algo constitutivo de la persona, no competitivo) que a lo largo de los siglos nos han permitido superarnos y evolucionar. Sigue sin dejar de ser imprudente sumarse a la crítica de Oscar Wilde contra la vulgarización del arte (que podemos demostrar sin esfuerzo, señalando lo mediocre que es la mayor parte de la literatura que inunda nuestras librerías), y, por mucho que aquí lo encumbremos como nuestro pensador estrella –irónicamente, por ser el más popular-, difícilmente se abrirá debate público para discutir al Ortega y Gasset de La rebelión de las masas (salvo como lectura obligatoria y para su exposición académica); sin embargo, creo que no dudamos que tanto Wilde como Ortega son demócratas, en el sentido clásico y no contaminado del término (es decir, ese que lo usa demagógicamente para ganarse el favor de las mayorías), y eso me parece evidente en este comentario que transcribo, a propósito de la dejadez de lxs alumnxs para comprometerse en el funcionamiento de la universidad (144-145): “No acuden a votar en los comicios universitarios por más de una razón: porque están convencidos, y no se equivocan, de que la marcha de la política no la determinan los estudiantes y, ni siquiera, la universidad, sino los gobiernos y, en último término, las finanzas y los intereses de las economías de corte neoliberal, y porque asocian la vida universitaria antes a un periodo de ocio que a unos años de formación y de compromiso político.”. Creo que cuanto Llovet insinúa acerca de esa “universidad de las élites”, se refiere a una comunidad donde el interés primordial sea el conocimiento, aspiración que, a tenor de nuestros debates más populares, podemos considerar inmensamente elitista.
2.-
Creo que no hay que dejarse llevar por la impresión de que la instrumentalización de unos seres humanos por otros son consecuencia de un alejamiento de los valores humanistas por parte de nuestra sociedad centrada en lo material, y también debemos tener en cuenta que no podemos buscarle un sentido humanista al capitalismo, pues no hay invención del ser humano que funcione más al margen de nuestros deseos y necesidades que esta doctrina económica. Pero si estamos de acuerdo en que una situación así es insostenible, y aportamos datos muy concretos y sólidos argumentos para respaldarlo (como el que menciona @libreriartemis citando a Llovet, de la necesidad de las humanidades para formular estrategias y mecanismos cognitivos que hagan fiable los saberes y lleven al éxito nuestro conocimiento del mundo), yo me pregunto si no será cuestión de esperar que el tiempo ponga cada cosa en el lugar que le corresponde. Gracias a nuestro caudal humanista sabemos que así ha sido siempre a lo largo de los siglos, y no hay ninguna razón para suponer que en nuestra época las cosas funcionen de distinta manera: sólo hace falta notar que la apariencia de acabamiento que tiene el funesto paradigma que nos toca vivir, es un espejismo provocado por la percepción totalitaria del presente. Si sabemos que las humanidades son imprescindibles para el conocimiento, reclamemos su necesidad desde la seguridad completa de que es así. Y si los poderes fácticos de la Universidad no nos escuchan, busquemos otros caminos hacia la Universidad auténtica. Llovet habla de una Facultad de Filología convertida en escuela de idiomas, ¿es que no ha habido siempre estudios universitarios emprendidos sin ningún interés por la materia? Creo que la vocación sigue siendo la clave, lo fue y lo seguirá siendo; y habrá quien tenga vocación y careciendo de medios malogre su capacidad, pero tarde o temprano serán muchos quienes sobrevivan hasta derrumbar el espectro. Las citas al Schelling de Lecciones sobre el método de los estudios académicos, me han empujado a ser optimista leyendo a Llovet.
3.-
Comparto vuestra preocupación por la endogamia y la tecnocracia; pero lo que más lamento es eso que explica Llovet acerca de la forma en que se evalúa la «solvencia científica» de las investigaciones. Me parece clave para percibir como la peor enfermedad que aqueja a nuestra universidad, el haber convertido la actividad investigadora en una carrera de méritos espurios que nada tienen que ver con las capacidades, el esfuerzo y la honestidad, sino que más bien son sus letales enemigos. Cito para realzar esta plaga (p. 173): sobre las Revistas (“lo que importa no es que tal o cual artículo sea encomiable, intelectualmente sólido o bien escrito, sino que el autor haya conseguido publicarlo en una revista supuestamente superior a las demás”) y sobre los Libros (“Lo que aprecian las agencias de evaluación no es la calidad de lo que se ha escrito -aunque la voz «calidad» aparece en las variadas denominaciones de estas agencias-, sino el mero hecho de que una publicación exista”). Quizás por eso reivindica Llovet el estudio y la enseñanza por encima de la investigación: porque ésta está apestada (hay que añadir esa denuncia que hace el autor del profesor o profesora que sólo tiene interés en mostrar en sus clases el resultado de sus eventuales indagaciones, así como la fascinante odisea en la composición de tesis doctorales…). Sin embargo, todxs somos conscientes de que un docente sin dedicatoria a la investigación no se recicla, abandona el contacto con la materia y pierde pie respecto a la realidad. Supongo que la clave debe ser más bien alejar esos otros intereses, esos estímulos e incentivos crematísticos.
Y si esto es un grave problema, porque nos impide medir realmente la calidad del docente, aún mayor lo es el hecho de que cada día se incorporen a nuestras Facultades personas cuyo máximo mérito sea disponer de dinero suficiente para sufragarse una titulación. Pero sigo enraizando mi esperanza en la observación que hace Llovet en los primeros compases del libro, cuando comenta que el Renacimiento de los siglos XV y XVI tuvo lugar, no sólo al margen, sino a pesar de aquellas otras universidades medievales (entre las que destaca precisamente la de Bolonia), sólo preocupadas de cultivar organizadores de bienes, gestores de herencias y especuladores teológicos. Si a pesar de nuestras históricas muestras de violencia, aún creemos que es posible que la humanidad conviva en paz, no veo motivo para no esperar que este derrumbe de nuestra Universidad no dé origen a una nueva entidad, más compatible con el verdadero conocimiento y con una sociedad verdaderamente libre e igualitaria.
Por último, quisiera destacar el encomiable sentido del humor de Llovet, que nos ha copiado ese programa de un Máster de Desarrollo Personal y Liderazgo que creo que es el texto más cómico que he leído en lo que va de año, después de Swift.
¡Un abrazo!
¡Saludos a todxs!26 junio, 2014 a las 13:56 #8552Antonio Adsuar
SuperadministradorSaludos a todos y en especial a Eugenio en cuyas ideas he basado casi totalmente este comentario. En primer lugar quería comentar que el libro de Carrión es excelente por lo que me cuentan muchos amigos. Creo que lo disfrutaremos bastante.
Paso a núcleo de nuestro tema: ¿A la universidad de se va a competir o a aprender?. En la sociedad se nos prepara para competir, no hay más que ver cómo vivimos cada día inmersos en la retórica del mercado, por ejemplo esto se puede constatar en el mundo hipervisible del deporte de élite.
Creo que, como dice Eugenio, el texto de Llovet nos sitúa frente a frente ante contradicciones estructurales de nuestro sistema: hay una tensión evidente entre democracia y elitismo, entre la necesidad de permitir el acceso de todo el mundo a la cultura y facilitar la igualdad de oportunidades y la voluntad de organizar la sociedad entorno al gobierno de los más capacidad que son, por definición, una élite minoritaria. En este sentido quizás sea interesante bucear en un texto de Ortega que no he leído «Misión de la universidad» y que seguramente Llovet tiene en mente.
Me ha gustado la cita que nos trae Eugenio en la que Llovet se refiere a los estudiantes afirmando que » asocian la vida universitaria antes a un periodo de ocio que a unos años de formación y de compromiso político.» El desinterés por el conocimiento y la participación propio de una sociedad hedonista queda aquí patente. De nuevo me asalta la cuestión: ¿La universidad debe ser el espacio que facilite la generación de hombres y ciudadanos críticos y sabios o el lugar de la formación de profesionales que mantengan nuestro sistema productivo de bienes y servicios?. Estoy de acuerdo de nuevo con Eugenio cuando comenta que «creo que cuanto Llovet insinúa acerca de esa “universidad de las élites”, se refiere a una comunidad donde el interés primordial sea el conocimiento, aspiración que, a tenor de nuestros debates más populares, podemos considerar inmensamente elitista».
De nuevo Eugenio pone el dedo en la llaga al afirma que «no podemos buscarle un sentido humanista al capitalismo, pues no hay invención del ser humano que funcione más al margen de nuestros deseos y necesidades que esta doctrina económica». ¿Es el capitalismo un humanismo (por para-citar a Sartre) como creo que pensaba Adam Smith o es radicalmente incompatible con los valores humanos?. He aquí la cuestión…
También comenta Eugenio que debemos «buscar otros caminos hacia una Universidad auténtica». Eso me recuerda las conversaciones con amigos como Joaquín Rodríguez (del blog «futuros del libro») que me explicaba cómo está organizando un máster sobre edición con el respaldo de un sistema de «labels (sellos)» que acrediten capacidades y no dependa de la legitimidad de una universidad, que muchas veces genera obstáculos para crear programa educativos realmente eficaces al intoxicarlos con dinámicas de otra índole.
Creo que, como se ha comentado, a la universidad realmente el estudiante inquieto «sobrevive» si quiere mantener su curiosidad intelectual. Ya expliqué mi experiencia personal en relación a este particular en un comentario anterior.
Ya para terminar abundo el punto 3 a partir también de las reflexiones de Eugenio. He podido vivir de primera mano gracias a reflexiones de amigos profesores de universidad que lo que nos dice el comentario sobre la investigación cuando Eugenio afirma que «el haber convertido la actividad investigadora en una carrera de méritos espurios que nada tienen que ver con las capacidades» es totalmente cierto. La universidad no sirve así a la sociedad que la sustenta.
Quiero finalizar agradeciéndole a Eugenio su tono positivo que creo que compartimos y que en el fondo impregna el texto de Llovet aunque en apariencia lo recorra un tamiz melancólico (de hecho un libro publicado en Anagrama y que fue concebido expresamente para rebatir a Llovet se titulaba «El intelectual melancólico». Su autor es Jordi Gracia y os DES-recomiendo totalmente este título; me pareció muy flojo y no pasé de la página 60).Por último y recogiendo un leve apunte final lanzo una cuestión: ¿Qué influencia creéis que puede tener el auge de las universidades privadas en todo este panorama?. En la Comunidad Valenciana lo hemos vivido de la mano del CEU o con engendros extraños y creo que lamentables como la Universidad Internacional de Valencia (un invento nefasto, por lo poco que sé, de Francisco Camps).
Saludos a todos los LUCS participantes y lectores de este foro, ¡Esto se anima!
27 junio, 2014 a las 19:39 #8589Conchi
ParticipanteAcabo de leer tu post Antonio y me quedo con «hay una tensión evidente entre democracia y elitismo, entre la necesidad de permitir el acceso de todo el mundo a la cultura y facilitar la igualdad de oportunidades y la voluntad de organizar la sociedad entorno al gobierno de los más capacitados que son, por definición, una élite minoritaria» para enlazar con la pregunta que abres al final » ¿Qué influencia creéis que puede tener el auge de las universidades privadas en todo este panorama?»
En principio a mi no me parece mal que haya más ofertas, pero «más» no digo que haya más sobre lo mismo… cosa que parece que no pasa en Elche con el CEU. Ahora bien, las universidades privadas nacen con vocación de negocio -a grandes rasgos- y la verdad es que no creo que aporten mucho, así de entrada a la ciencia y al saber. Ojalá me equivoque… pero lo dejo en vuestras manos…Lo que a mi me parece que falla en algunas universidades privadas es la calidad, principalmente por lo que he escrito buscan negocio buscan menos la aportación a la sociedad en la que nacen…Perdón si sueno dura pero es lo que se percibe desde fuera.
30 junio, 2014 a las 17:28 #8596Eugenio-Navarro
ParticipanteYo estoy de acuerdo contigo, @conchi, y no sólo creo que no has sido dura, sino que pienso que te quedas corta.
Creo que hoy en día todo carácter privado en una actividad social, provoca exactamente lo contrario de lo que la propaganda que nos la vende asegura que aportará, y que el término «universidad privada» que se maneja encierra lo contrario a los conceptos “conocimiento” y “calidad científica” (otra cosa es que a su funcionamiento se destinen ingentes cantidades de fondos, de los cuales carece la universidad pública, y por tanto se dé apariencia de logros superiores a los de ésta; pero ¿qué va a descubrir un investigador que sea útil para el colectivo al que pertenece, si se le obliga a preocuparse sólo de su saldo financiero?). Como bien dices, Conchi, el negocio -como viene siendo pomposamente habitual- prima por encima de cualquier valor humano que se precie, y por eso mismo ha dejado de ser cierto el viejo principio liberal («un individuo motivado -y recompensado- aporta, con su iniciativa, trabajo y riqueza a la sociedad»); esto, que dio fe a Adam Smith y credibilidad al utilitarismo, ha quedado inservible, y ello ha sido culpa, básicamente, del propio sistema capitalista, que se ha encargado de agotarlo: expoliando esas aportaciones individuales que se convertían en lo público, haciendo prevalecer la ganancia rápida contra el esfuerzo continuado, premiando la falta de escrúpulos, castigando la honestidad y -no sé si con esto terminaría la lista- privilegiando el amiguismo y los lazos consanguíneos, muy por encima de las capacidades y otros criterios «objetivos».
Pienso que cualquier mal que detectemos en nuestras universidades públicas, no va a subsanarse convirtiéndolas en privadas; creo que el asunto no es tan superficial como para tratar de resolverlo con un cambio de adjetivo, aunque éste supuestamente provea de una ilimitada clarividencia gestora.
¡Un saludo!
4 julio, 2014 a las 13:21 #8658Antonio Adsuar
SuperadministradorCuelgo la réplica de @apaa (con su permiso, ajaja)a Conchi en este foro:
@conchi: de acuerdo contigo. Sólo un axioma que propongo: lo ex-celente, es decir, lo que rebasa o sobresale, es, por definición, escaso. A mi entender, la aristocracia o elitismo es la que tiene que marcar la pauta. Mucho es malo. Hoy más que nunca es imprescindible el rigor, un rigor en imponer rigor que por desgracia en educación tiene que luchar contra la sociedad de la igualdad mal entendida- @apaa
8 julio, 2014 a las 21:11 #8679Conchi
Participante@apaa tienes muchísima razón… creo que tu comentario ha venido al pelo para volver a no ideologizar sino para ir a la raíz del problema. Como somos… «como somos» se nos olvida que el que tiene «algo» que aportar debe hacerlo de manera gratuita, por el hecho de ser parte de la sociedad, no debe ser un «privilegiado» sin compromisos. Mira, yo creo que el valor de la solidaridad que está tan en alza -al menos a mí me lo parece- tendría que ver mucho con la «humanidad» que estamos defendiendo en este debate…¿no?
10 julio, 2014 a las 13:44 #8695Antonio Adsuar
SuperadministradorAl hilo de lo que se comenta añadir unas breves ideas. Reitero que es evidente que existe una tensión radical entra la democracia, osea el gobierno del pueblo, esto es, el gobierno de todos y que por lo tanto necesita de la conformación de mayorías amplias y, por lado, la necesidad de que aquellos que efectivamente gestionen el día a día de la administración del mandato de la mayoría sean los mejores, esto es, los sobresalientes, siempre por definición los pocos, los más dotados.
Inisisto en otra dictomía que me parece esencial: ¿La universidad debe generar conocimiento para maximizar la producción en la sociedad de consumo o producir un «excedente» de conocimiento civilizatorio que sirva para generar convivencia?. Desde luego, que respondamos a esta pregunta de una forma u otra condicionará el gobierno de la universidad. En relación a este punto tengo bastante tiempo en mente este libro de Innerarity. Tengo que reconocer que observé en este pensador un sistema y me quedé con ganas de más, de tener una visión más de conjunto de su pensamiento.
Una reflexión adicional que creo que es interesante: seguramente la masificación de la universidad obedece, entre otras cosas, a la percepción de la clase media español de un hecho social: sus hijos necesitaban tener formación universitaria (aunque fuera de mala calidad, mera titulitis) para acceder a un buen trabajo. ¿Es esto cierto?, ¿que pasa con el mercado de trabajo actual y la sobre-titulación o titulación inadecuada de muchos?, ¿qué hacemos con la FP?
¡Augur!
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