VERANO LECTOR

  *Un artículo de Laura Martínez Ajona El verano a menudo se aprovecha para, entre otras muchas cosas, leer bajo una sombrilla. No importa tanto si se hace en …

sombrilla

 

*Un artículo de Laura Martínez Ajona

El verano a menudo se aprovecha para, entre otras muchas cosas, leer bajo una sombrilla. No importa tanto si se hace en pantalla o en papel, al sol o a la sombra, sino el hecho de disfrutar de la lectura y de los días de descanso.

Sin embargo, algunos autores ven más allá de esta sencilla imagen, como McLuhan, para quien la tecnología no es más que un medio a través del que nos reconfiguramos, o  Carr, que nos muestra algunas de las consecuencias de la lectura en pantalla o las surgidas a partir de la lectura lineal, porque al fin y al cabo, los avances tecnológicos marcan nuestro pensamiento, cosa fascinante que a la vez provoca un cierto vértigo porque nos gusta creer que nuestro pensamiento es libre. En cualquier caso, el quid de la cuestión es seguir enriqueciendo nuestras mentes de una manera u otra; por ello quizás, el aparentemente sesgado debate sobre el futuro del libro, porque no trata tanto sobre qué contenidos pueden resultar útiles o interesantes al público para que continúe leyendo como qué manera es la más eficiente para confeccionarlos o presentarlos. Se trata, pues, de dos problemáticas (o mejor: retos) muy diferentes pero con un importante aporte para las mentes de los lectores: contenido y continente; la comercialización en principio sería un tema aparte de todo ello pero no del todo, ya que la manera en que nos proveemos de lectura también incide en la estructura de nuestro pensamiento. Así pues, cada vez que nos hacemos con una lectura, por los medios que sean, nuestro cerebro va creando caminos nuevos en nuestra mente. Una nueva excusa para que leer resulte aún más atractivo, toda una aventura, si cabe.

En una ocasión leí la cita “La palabra es creadora”. Esta expresión se refería a la importancia del lenguaje para las sinapsis neurológicas, de manera que, según la exposición del autor, aquello que se expresa verbalmente, crea caminos en la mente que acaban construyendo el pensamiento, ¿no es asombroso? Por todo ello, deberíamos ser especialmente cuidadosos a la hora de confeccionar verbalmente tanto los textos como las estrategias y medios para que lleguen a sus destinatarios: los lectores.

Pero dejando a un lado el universo cerebral, y centrándonos en lo que a estrategias y medios se refiere, en el último encuentro Breakfast Club, celebrado en Barcelona, se planteó el tema de la autoedición: una de las variables a tener presente en edición y que además augura un crecimiento exponencial en un futuro, propiciado en gran medida por la tecnología. No obstante, se puso de relieve la monumental tarea que supone para un escritor el concentrar las tareas propias de un editor: la búsqueda de profesionales de la corrección, la maquetación, la distribución, o incluso el encargarse de la promoción del libro. Es posible lograr el éxito, por supuesto, pero las horas dedicadas a tales tareas es probable que resultasen más eficientes en manos de un profesional de la materia: un editor. Por otra parte, también es cierto que un editor le dedicará toda su profesionalidad y buen hacer pero probablemente no aporte el entusiasmo que en cambio sí invierte el autor quien además deberá aportar su grano de arena en lo que a promoción se refiere, como mínimo. En resumidas cuentas, se habló de los pros y los contras de la autoedición, así como de sus oportunidades no solo para los autores sino también para las editoriales y la manera como la red ha cambiado las reglas del juego para que éste sea más dúctil, como la mente misma.

En el seno de esta charla también aparecieron temas como la especialización o segmentación de mercado, la importancia del diseño atractivo de las portadas, y las oportunidades y miedos frente a la edición digital, relacionados en gran medida con la piratería.

Es curioso cómo se van reiterando aquí y acullá los retos a conseguir… Como en el mundo turístico, que desde hace años se repite a sí mismo la acuciante necesidad de su reinvención sin acabar de encontrar una forma ágil y eficaz para promocionarse (son más que conocidos los reclamos de numerosos productos, que ofrecen un viaje a tal o cual sitio, una cena, una escapada, etc. mientras que el sector turístico… ¿qué ofrece para darse a conocer?, ¿para “venderse”?). Da la sensación de que existe el peligro de que en el sector editorial suceda algo parecido… y que los árboles no dejan ver el bosque, sea verano o no.

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