ENTREVISTA A JOSÉ ÁNGEL MARTOS: ¿QUIÉN QUIERE DORMIR PUDIENDO ESCRIBIR?

Jose Angel en Bath 2

*Por Gabri Ródenas @Gabrirodenas

 

Hoy, en Librosensayo.com os presentamos a José Ángel Martos, periodista, editor y uno de los divulgadores culturales más curiosos y acertados del panorama nacional.

Supone un placer para mí entrevistarte, no lo negaré y resulta un curioso experimento eso de formular preguntas a un profesional acostumbrado a hacerlas él (máxime cuando un servidor dista mucho de ser algo parecido a un periodista). Hoy te ponemos «delante de la cámara». ¿Cómo compaginas las diversas labores que desempeñas? Jefe de redacción en la revista de historia Clío, escribes en El País, en Muy Interesante y en la revista dedicada a la literatura Qué Leery, para colmo, tienes tu propia editorial, Editorial Diëresis. ¿De dónde demonios sacas el tiempo?

El placer es mío, Gabri. Para el entrevistador también es un experimento curioso cruzar al otro lado del espejo y sentarse en el otro lado. Sobre cómo estiro mi tiempo sin recurrir a las explicaciones que daría la teoría de la relatividad, decirte que algunas de esas actividades que citas ya no las realizo (ya hace 5 años que terminé mi vinculación con Clío y 4 con en El País), lo cual quizás reduzca tu sorpresa. Sin embargo, con todos los demás sigo colaborando. Y no es poco. Lo explicaría diciendo que el periodismo nunca se deja del todo, aunque ahora mi ocupación principal sea la de editor de Diëresis. El periodismo es una adicción a la que es difícil renunciar, así que haces cualquier sacrificio para seguir escribiendo. Todo se resuelve durmiendo menos. No lo recomiendo para la salud, pero ¿quién quiere dormir pudiendo escribir?

Lo mismo ocurre con la edición. Hacer que exista un libro que antes no estaba es un supremo placer del editor. Conseguir que interese a mil o dos mil personas es una satisfacción mayúscula. Un libro nos hace más inteligentes y más felices, así que cuando veo que mucha gente disfruta con las crónicas de guerra de Gaziel –olvidadas hasta hace tan sólo cinco años–, o que se siente más motivado tras leer Reiníciate, Monterapia o Amores imperfectos, no puedo imaginarme una profesión más bella.

Me consta que eres un entrevistador serio, que se toma tu tiempo y disfruta de cada entrevista. Si me lo permites, te diré que eres una especie de periodista humanista, bastante alejado del fast food al que nos tiene acostumbrados la prensa. ¿Cuál es, a tu juicio, el papel del periodista en esta época tan acelerada, en la que los lectores, los usuarios de redes sociales, ya han difundido a través de Twitter una noticia antes de que el profesional se persone en la «escena del crimen»? ¿Cuál es el riesgo, si lo hay, de un periodismo de este tipo? ¿Estamos perdiendo lectores y escritores el amor por el rigor en pos de lo inmediato?

El periodismo antes era un reducto cuasi inaccesible en el que muy pocos elegidos lograban ingresar. Sin embargo, diría que en el alma de casi cualquier persona mínimamente inquieta culturalmente hay un periodista –o un escritor– en potencia. Así que cuando la tecnología dio la oportunidad de democratizar la comunicación, todo el personal se ha lanzado a convertirse en comunicador. Los periodistas aún estamos sumidos en la perplejidad de ver que nos han quitado nuestro juguete privado: ya no somos los únicos formadores de opinión. Los blogs, tuits, muros, etc. han sido la Revolución Francesa de la información. No están mal, todo lo contrario, aunque evidentemente en muchos casos se ha perdido el interés por cultivar la calidad. Pero aun en medio de este panorama, un periodista vocacional, de raza, es una especie difícilmente imitable, no se puede clonar para multiplicarla. Es capaz de ver y escuchar lo que otros no avistan ni oyen. Se necesita una sensibilidad especial, una longitud de onda muy particular. No me atrevería a decir que se nace con ella, pero se cultiva a lo largo de años y años. Eso es muy patente en los textos de los grandes periodistas (que no siempre son los más conocidos). Yo intento desplegar esa antena parabólica cada día, no sólo cuando hago de periodista sino también cuando voy por la calle y, sobre todo, leyendo mucho, leyéndolo todo.

Te mueves en aguas diversas; del mismo modo buceas en la Historia que rastreas las últimas tendencias en ciencia y literatura. ¿En qué terreno te sientes más cómodo?

Las fronteras culturales que el sistema educativo crea son un engaño al que todos nos sometemos y que lo único que hacen es limitar nuestra capacidad de pensamiento. Ciencias y letras no deberían ser excluyentes. De pequeño soñé con ser arqueólogo después de haber leído la Ilíada, me hubiera encantado emular a Schliemann y encontrar otro tesoro de Helena de Troya.

Ese sueño quedó largos años sepultado en algún rincón de mi subconsciente y la práctica periodística me llevó por la senda de la tecnología en los 90, que fueron unos años apasionantes, los de la popularización de Internet, que desembocaron en aquella etapa deliciosamente loca de la “burbuja de las puntocom”. Luego, cuando bajó la marea y hubo que plegar velas, surgió la oportunidad de escribir de historia, en la revista Clío y como autor de dos libros (El primer emperador y Faraón). Me resultó algo muy natural. Volví a conectar con esa pasión de mi infancia. Al final todo es escribir. Creo que nadie de letras debería renunciar a entender y emocionarse con la tecnología o las matemáticas (sí, son emocionantes). Y viceversa: las ciencias no han de cercenar en quienes la practican la pasión por la palabra bien escogida o el disfrute de un relato. Esa división yo la he abolido en mi práctica como periodista, y estoy muy contento de haberlo hecho.

Eres un incansable divulgador de novedades en materia de libros, especialmente de libros electrónicos, ebooks, así como de todos los procesos que rodean a este mundo relativamente nuevo, cuyo horizonte todavía es incierto. Por otra parte, como editor, estoy convencido de que sigues con gran atención esta deriva. Sin rodeos, ¿cómo ves el mundo de libro electrónico y la industria editorial en general? ¿Estimas que las editoriales se están tomando esta nueva realidad con realismo o siguen sin tomar medidas a todas luces necesarias? ¿Eres apocalíptico o integrado respecto al futuro del ebook? ¿Crees que la piratería o los impuestos son el verdadero freno de un mercado que todavía no capta el 5% del conjunto de lectores o el lento crecimiento atiende a otras razones?

He seguido el ebook muy de cerca desde el año 1996, en el que publiqué ya en la revista Qué Leer un reportaje sobre la llegada de los libros electrónicos. 18 años después y con el añadido importante de mi experiencia como editor, doy fe de que los ebooks no han llegado a amenazar seriamente el reinado de los libros de papel, y tengo dudas razonables de que los sustituyan en al menos una década más. Convivirán como la radio y la TV, o el teatro y el cine. Habrá que ver, eso sí, quién es quién en esa forzosa convivencia.

Me preguntas también por las editoriales y creo que se han dejado comer el terreno por las grandes plataformas tecnológicas. Es lo mismo que ha sucedido en la industria de la comunicación: las empresas de contenidos (editoras de prensa, canales de TV, etc.) ya no tienen la primacía en esa industria, aunque se dé la paradoja de que, sin sus contenidos, Internet no tendría demasiado interés. Las empresas tecnológicas –en las que he trabajado y sobre las que he escrito muchísimo– sí que han sabido convertir sus “autopistas”, “plataformas”, “redes”, o como quiera que las llamemos, en el producto esencial y por eso se llevan la parte del león de los beneficios. Los contenidos, desgraciadamente, son hoy un complemento, casi un subproducto para ellas, que se enriquecen “agregándolos”.

Sobre el asunto de la piratería, es obvio –para quien no sea demasiado ingenuo– que beneficia a algunos sectores económicos. Provoca ganadores y perdedores. La milonga de que los contenidos han de ser gratis suena muy bonita hasta que ves que empiezan a despedir a periodistas, guionistas o fotógrafos y que los novelistas cobran mucho menos por sus obras, o ya no perciben los adelantos que les permiten mantenerse, o que hay editoriales a punto de cerrar, o que ya lo han hecho. Cuando una empresa de móviles te habla de que “tu teléfono será como un cine” está jugando no demasiado sutilmente con la idea extendida de que todo el mundo se baja las películas sin abonar lo que cuestan. Paga el móvil y no pagarás por ninguna película, viene a ser el subtexto de esa publicidad.

Como editor, te has decantado por los textos de no-ficción, prestando gran atención a la figura de Gaziel y otros reporteros, así como a temas gastronómicos, turísticos y volúmenes de autoayuda testimonial, muy en la línea del coaching actual. He de decirte que me parece una opción valiente, pues la mayor parte de editoriales buscan el filón en la ficción… ¿Qué criterio sigues para decidirte a publicar un texto?

Busco tres aspectos: que aporte algo nuevo, que haya autenticidad en el autor que lo ha escrito y, last but not least, que resulte interesante para un público amplio. Esto viene de mi vocación de periodista: me gusta comunicar con el gran público, conectar con él, no me interesa el elitismo. Cuando Teresa Amiguet, la otra mitad indispensable de Diëresis, y yo mismo escogemos un libro, o cuando discutimos con el autor sobre la idea que nos ha traído, siempre intentamos ensanchar los límites de ese texto, si es posible, para interesar a más personas. Es un proceso bonito, en el que intentas destilar la idea original pasándola por un alambique muy exigente.

Por último, ¿puedes hablarnos de tus nuevos proyectos?

Hace tiempo que pienso en algún proyecto de presencia digital de nuestros contenidos, y espero poder llegar a concretarlo con los excelentes profesionales que colaboran con nosotros, aunque no es fácil y lleva su tiempo. Pero merece la pena que las industrias de los contenidos luchemos por ocupar el puesto que esos contenidos se merecen en el nuevo ecosistema digital. Tenemos la obligación de intentarlo.

Además de eso, siempre tenemos nuevos libros en marcha. En nuestra colección de narrativa periodística, después de Gaziel, vamos a publicar a otros grandes corresponsales de guerra en los próximos meses. Y también estamos ultimandouna colección de biografías, con personajes de actualidad realmente excepcionales, y en la que hay muchas ideas abiertas para convertirla en una colección de referencia. Leer una vida apasionante bien contada es algo a lo que ningún lector puede resistirse.

Muchas gracias, José Ángel, por tu valioso tiempo. Es sin duda, un honor y un placer haber compartido estas palabras contigo.

Gracias a vosotros por buscar otras voces para vuestras entrevistas e incluirme entre ellas. Espero que esta iniciativa que Antonio Adsuar ha alumbrado renazca una y otra vez en cada edición, siempre con más fuerza

 

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