*Un artículo de Laura Martínez Ajona
Las estrategias comunicativas de las empresas se ponen a prueba constantemente, no solo a través de los sucesivos y necesarios ajustes del plan de comunicación y a través del día a día, sino anualmente, en determinadas fechas, como por ejemplo las prenavideñas, en las que se acostumbra a intercambiar buenos deseos y mejores intenciones; y es que un elemento en apariencia tan poco trascendente como una felicitación puede quedar en la nada, como la infinidad de anodinas felicitaciones que a menudo recibimos, o bien puede marcar la diferencia por su originalidad, emotividad o simpatía. Otra cosa es que realmente redunde en la marca o se quede en la anécdota, hecho este último que sería un éxito a medias, lo que supondría en realidad un fracaso, ya que no solo se pretende comunicar buenos deseos, sino que se supone que además, el cliente potencial se quede con el nombre del anunciante o del producto. Es lo que pasó en su día con el exitoso anuncio de “Hola, soy Edu. Feliz Navidad” y su ternura, que muchos recordamos pero del que poco tiempo después olvidamos su anunciante.








