<div class=»gmail_quote»>
<div dir=»ltr»>
<div dir=»ltr»>Yo creo que la clave para despejar el objeto de debate se encuentra anclada en una definición de «masa» desdibujada, tras un disfraz que encubre que los medios de comunicación del siglo XX fueron fórmulas diseñadas para manipular a la opinión pública, para que aceptemos, nos resignemos, compremos y consumamos todo y de todo bajo el espejismo de la libre elección.
En la excelente obra de E. P. Thompson La formación de la clase obrera en Inglaterra, se define un concepto de masa muy acorde con el que hemos venido manejando hasta hoy mismo, y que se habría fraguado en la cultura anglosajona a partir de la época de Cromwell, cuando los estadistas entendieron que era más eficaz el apoyo de un número indeterminado de fanáticos que el de una limitada compañía de soldados. Este fenómeno no era algo inusual, pero sí lo fue la proliferación de disidencias facilitada por la licencia que los protestantismos otorgaban (por regla general) a la libre lectura y predicación de los textos sagrados -y también, supongo, debido a que el utilitarismo ya empezaba a cimentar los dogmas incipientes-; así poco a poco se instauró la costumbre, entre los candidatos políticos, de enfrentar la validez de sus argumentos en función del número de fieles capaces de congregar. Durante todo el siglo XVIII se desarrolló en Inglaterra un auténtico arte en el movimiento de las masas, agrupadas bajo el expresivo nombre de «muchedumbres» (es el sustantivo de la traducción), fenómeno que alcanzó su cenit tras la Revolución Francesa, cuando algunos se dieron cuenta de que el método se les iba de las manos. Durante el siglo XIX la cultura informativa continuó siendo elitista (los esfuerzos educativos de la Ilustración no cuajaron tanto como hubiera sido necesario, principalmente por la insistencia en preservar las influencias eclesiásticas), y las masas, que para las autoridades y poderes habían perdido su carácter manipulable, fueron objeto de represión; pero con los renovados avances de la industria y de la conciencia pedagógica, pronto se descubrió que existía una manera más eficaz y menos arriesgada de seguir usando a las masas en favor de los distintos gobiernos: los fascismos mostraron el lado oscuro… a capitalistas y comunistas les fue la cosa mejor.
Pero en la masa o muchedumbre también puede existir una suma de voluntades, y sin duda es en cada una de esas voluntades donde se debe buscar la base del nuevo paradigma; porque la creación libre de contenidos y su difusión más o menos controlada -o su alcance más o menos previsible-, forman parte de un nuevo espíritu periodístico que responde más cercanamente a la necesidad del destinatario. Y en cierto modo devuelve la ley económica oferta-demanda a su lugar preeminente y equilibrado: no son los medios quienes deben evocar al anunciante, sino éste quien tiene que arriesgarse en busca del sitio más eficiente para publicitar su producto. Supongo que a todo medio de información le interesa prodigarse en lectorxs, pero en el fondo su deseo es simplemente la libertad de expresión; así debe ser: si centra el esfuerzo en aumentar la ratio de visitas, porque tal es el requisito de su supervivencia, lo que hace es vender su deseo, es decir venderse (y esto será otra cosa, pero no Periodismo). Internet abre una posibilidad real de democratizar la información, pero si aceptamos las reglas tradicionales (a todas luces obsoletas; cuando no, erróneas o falsas), en vez de hacer posible el vislumbre de un nuevo horizonte soleado, nos mantendremos bajo la niebla del delirio productivista, el mismo que nos ha dejado esta herencia envenenada.
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<div>A mi juicio, la óptica que puede centrar el objetivo es: fe en los propios principios, imaginación para reinventarse y, sobre todo, optimismo sobre la capacidad que puedan alcanzar los nuevos medios de comunicación hacia el futuro: construirlo, interpretarlo, regenerarlo… Lógicamente, el maluso que hacen los gobiernos -sus intenciones policiales, por ejemplo, a través de los big data-, proviene de aquella obsoleta noción de muchedumbre…</div>
<div></div>
<div>Supongo que más adelante habrá que enfrentarse a otras cuestiones, otros problemas inéditos que genere la nueva situación; pero de momento, como comenta Alejandro, está surgiendo un periodismo innovador cuyo modelo es, por lo espontáneo, auténtico, honesto y sincero, de una sencillez abrumadora.</div>
</div>
</div>
¡Un abrazo!
¡Hola, estimadxs lucs!
Voy a aventurarme en el debate, a pesar de no haber leído (todavía) el libro; con los comentarios de @admin y @juanpabloserra, y la lectura de las primeras páginas en el pdf que colgó Antonio, me hago una idea peregrina… También gracias a ello ha crecido mi expectativa ante este ensayo (o, como dice su autor, “obra de ciencia ficción no narrativa, o lo que podría denominarse activismo a favor de una idea”): promete ser estimulante.
A grandes rasgos, quisiera hacer notar una cuestión que a mi juicio es determinante y apenas se ha nombrado, o se lo ha hecho de soslayo: la calidad de los contenidos. En este sentido, Juan Pablo mencionó, a propósito de la imposibilidad de “vivir del arte”, y remitiéndose al Ganarse la vida de Javier Gomá, la valoración que lxs clientxs han de hacer en torno al producto artístico, como piedra de toque del proceso que hay pendiente en pos de monetarizar la web; y Antonio dejó vislumbrar, analizando el papel del canal intermediario, que éste puede convertirse en el rasero que mida la calidad (así sucede actualmente en el ámbito editorial, y ello nos permite elegir entre varios títulos sobre un mismo tema en función de la firma editora, cuando lxs autorxs nos son desconocidos). Yo quisiera destacar el factor, no sólo en el sentido de que algunas objeciones a la distribución gratuita se podrían solventar generando los tan predicados y poco extendidos “valores añadidos”, que formarían una especie de versión «de luxe» que puede cobrarse sin arriesgar la difusión, sino por la circunstancia evidente de que las grandes empresas del sector, en cuyas manos se haya la posibilidad de enfocar y proyectar los objetivos y necesidades mayoritarias, siguen sin ningún miramiento uno de los principios de la propaganda de Goebels (el de la vulgarización), invadiendo el mercado con productos mediocres que exponencialmente empobrecen el nivel global (y sin rubor afirmando que es «lo que la gente pide»), lo que provoca -además de un verdadero caos creativo donde los valores deseables se miden a través de índices cuando menos anodinos- que no exista entre lxs usuarixs un criterio adecuado de calidad, imprescindible para procurar que lo bueno se remunere como merece, y lo menos bueno, para sobrevivir, se halle en la obligación de esforzarse en mejorar. Ahora se me antoja que ocurre lo contrario, y de esta manera, pienso, el intercambio a través de Internet tardará poco en transformarse en un campo desolado y totalmente infructuoso, lo que de por sí hará inútil (por homogénea) cualquier base de datos personalizada, y hará estéril el medio (probablemente no toda la red, pero sí gran parte de las multitudinarias redes sociales) como difusor idóneo para las creaciones de contenido (llámense a éstas arte, ocio, descanso o recompensa).
Por ello creo que la política vigente en la gestión de los Big Data es importante por el volumen de negocio que maneja, y por lo que respecta al riesgo real de estar abriendo vías hacia una competencia manipulada o a un control represivo de la libertad (tanto individual como colectiva); pero al ritmo actual terminará convirtiéndolos en dudosamente relevantes a la hora de determinar o influir sobre las tendencias futuras.
Sólo eso; espero poder matizar, añadir o corregir, cuando amplíe la lectura.
Y también dar la bienvenida a @armandohurtadoescolano y enviar abrazos a todxs.
Pues sí, @juanpabloserra; esa podría ser la principal conclusión que hay que interiorizar: que no se trata de alcanzar una meta que dé acceso al paraíso, sino de mantenerse en el camino hacia ella, siempre en construcción (ahí tenemos el popular verso de Antonio Machado, aunque es una noción que desde mucho antes se maneja y repite; pero a veces la impaciencia nos pierde… y quizá también cierta frustración vanidosa al saber que moriremos sin disfrutar las ventajas). También creo que el ethos democrático empieza a formar parte activa e insustituible de nuestra cultura; me sumo a la opinión de que hay conquistas irreversibles, estados superados a los que la humanidad nunca regresará… algún individuo tal vez sí, pero el conjunto ya no: las distopías sí que son utópicas 😉 No obstante, no hay que olvidar que Auschwitz e Hiroshima sucedieron en el siglo XX, pero hay que pensar que el horror que tuvo lugar fue más consecuencia de la capacidad técnica que de las conciencias colectivas (ni el pueblo alemán ni el estadounidense habrían votado sí en referéndum).
Creo que la tecnología ayudará a consolidar la democracia, pero para ello habría que programarla antes (o remontarnos al viejo debate sobre la capacidad de las máquinas para aprender…). Yo a veces he pensado que nada haría más justa, segura y libre a una sociedad, que el control en la aplicación de las leyes mediante máquinas imperturbables; pero ahora estoy convencido de que ésta sería una forma de racionalismo terriblemente totalizador, que tendería al exterminio de todo factor humano, no sólo el del error o el de la debilidad emocional, sino también los frutos de la intuición, que son determinantes en nuestra evolución, y para cuya labor difícilmente podríamos inventar ninguna tecnología; por eso ahora pienso que esta sociedad mecanizada -y no sólo la que tecnocratizaría sus poderes fácticos, sino también la que pretende someter técnicamente todo el trabajo- no sería tanto una amenaza para el futuro como una pérdida de tiempo. Estoy leyendo a Lewis Mumford, a quien recomiendo con fervor (lo está editando Pepitas de calabaza): él me ha descubierto la inconsistencia de esa identidad que se estableció en el siglo XVII entre los artificios automáticos en boga y el impenetrable funcionamiento de la naturaleza. Surgió de Galileo, Descartes, Newton, Hobbes, Locke, incluso Leibniz; pero ellos no concebían esta identidad más que como modo funcional de explicarse, por semejanza o aproximación, lo que sabían inasible, y sin embargo sus herederos han eliminado las reticencias para sacar mejor provecho de cada hipótesis. El resultado: la liberación se hizo esclavitud, el medio de comunicación sirvió a la desinformación, el conocimiento cayó en crasa ignorancia, etc.
Recuerdo un chiste a comienzos de la Acampada Sol, que mostraba a un antidisturbios animando a los manifestantes a abandonar la plaza, a la voz de: «Dispérsense y vuelvan a sus facebook». Es probable que la capacidad de la Red para socializar haya llegado a su límite, y ahora está empezando a gestarse otro uso.
Un abrazo!
¡Saludos, estimadxs libronsayerxs!
Sin ánimo de adular a nuestro nuevo compañero, ni de lanzar flores hacia este foro, he de decir que el comentario de @juanpabloserra (que no parece haberse agotado 😉 ) es mucho más rico y sugerente que todo el contenido del libro que tratamos. De hecho, quisiera evitar echar mano de lo señalado por él para no extenderme en lo que sigue… Aunque no voy a eludir cierta polémica resaltando su definición de aquel discurso como “sociología chata”; yo quisiera completarla con el término “de salón”, que tan pulcramente acompaña desde hace un siglo a la teoría anarquista, en esos círculos, tanto conservadores como progresistas y marxistas (a los liberales ya no sé dónde meterlos), que tan escasamente dudan.
Así que me limito a las cuestiones abiertas por @admin:
1) Creo que la Red no se está construyendo, desde los medios que tienen potestad para ello, con el fin de posibilitar ningún aumento de la autonomía ciudadana, ni avance democrático alguno (ni siquiera cuando la degradación social y económica es más que evidente a causa de sus crecientes ausencias), sino más bien hacia un mayor control corporativo, bien sea estatal o empresarial. Las asociaciones de personas, digamos espontáneas, que surgen (y como dice Juan Pablo, son frágiles y efímeras) no van más allá de una ampliación de lo existente fuera del mundo virtual (al margen del mayor potencial expansivo o intensivo que poseen, lo que no es más que una diferencia cuantitativa, y de hecho no hace sino acentuar la dictadura de la eficiencia), por lo que ahora mismo no se ve que esta herramienta sea capaz de cambiar el paradigma productivo-mecanicista. De hecho, me parece muy significativo que los movimientos sociales se hayan decantado últimamente hacia la lucha por el poder al que han tratado de enfrentarse, formando candidaturas “populares” que puedan permitirles entrar en el juego del sistema que de todo corazón pretendían cambiar; y me parece muy significativo que a medida que Internet se ha ido convirtiendo en un hervidero de supuestos debates políticos, la actuación militar del Imperio haya entrado en guerra abierta contra todo aquel centro de decisión en el planeta que se oponga a sus intereses, sin que ningún tipo de protesta colectiva haya recuperado lemas tan básicos e ineludibles para nuestra mejor supervivencia como el “No a la guerra”.
2) Por ello estoy de acuerdo con Juan Pablo en que el procedimiento de los movimientos sociales sigue siendo el apuntado por Ortega (a la busca del líder), y en ese sentido me ha defraudado mucho Castells cuando nombra la noción de /rizoma/ y afirma que “el concepto de revolución rizomática me lo sugirió Isidora Chacón. De acuerdo con la Wikipedia, un rizoma es un «tallo subterráneo»” (p. 150, nota 14)… Probablemente /rizoma/ sea uno de los términos más innovadores en la filosofía política del siglo XX (tanto, que quizá alguna sociología aún no se da por aludida), aportado por Deleuze y Guattari; yo siento sospechar de la honestidad del autor del libro que comentamos, al imaginármelo buscando “Rizoma” en la Wikipedia, sin tener curiosidad por penetrar en otra entrada de la desambiguación (Rizoma (filosofía)). A mí me parece que la aplicación de esta noción, junto a la de /biopoder/ acuñada por Foucault, son esenciales para evaluar cualquier fenómeno sociopolítico de un tiempo a esta parte, y así determinar su potencial renovador para nuestro mundo; en este sentido, creo que Castells ha sido demasiado optimista al haber moldeado unos acontecimientos muy puntuales según su percepción tecnoacadémicista, idealizando la importancia de algo, la Red, que hasta ahora sólo ha podido mostrarse como una simple herramienta en procesos humanos preconcebidos.
Por último, quisiera señalar que me parece muy oscura la interpretación que hace Castells de la “revolución” en Libia; leyendo su descripción de los hechos me daba la impresión de tener ante mí una exacta reproducción de la versión mediática de los mismos, aparte de haber identificado éstos con otros cuyo desenlace está lejísimos de asemejarse (los de Túnez, por ejemplo). Este detalle me parece determinante para concluir que Castells ha escrito una apología del discurso dominante, siguiendo cierta incuestionable fe en el perfeccionamiento evolutivo de la humanidad. Pues si algo realmente nos ha enseñado el fenómeno 15-M es que los medios de comunicación son afines a los estados neoliberales y a las multinacionales capitalistas que los financian, y hay que desconfiar de las versiones oficiales que la prensa repite hasta la saciedad, contradiciendo en muchísimos casos la propia realidad que ven nuestros ojos; de este hecho ha quedado constancia experimental en quienes han estado en cuerpo y alma inmersos en los hechos históricos que Castells trata de saldar… científicamente.
No obstante, quiero terminar con dos apuntes positivos: con Juan Pablo, me uno al subrayado de Castells en contra de la «visión productivista», como una crítica al pragmatismo, que los debates políticos han suscitado (en el peor de los casos, anulando la utilidad a corto plazo). Para el segundo, en la misma órbita, cito textualmente lo que no se puede expresar con mayor nitidez: “Éste es el principio constante que surge de los debates de todos los movimientos: no sólo el fin no justifica los medios; de hecho, el medio representa en sí mismo los objetivos de la transformación que se desea” (p. 216). Sin duda, la utopía es el camino.
Un abrazo!!!
¡Hola de nuevo!
Creo que no nos alejaremos mucho del debate sobre el libro de Han (vuelvo a confesar que no lo he leído) si, como suele decirse, por alusiones doy réplica a @juanpabloserra 🙂
Y lo primero es encomendarme yo en estar a esa altura que mencionas, porque la verdad irrevocable es que soy un auténtico y genuino advenedizo; y por eso en incontables ocasiones me apoyo en una simple intuición para afirmar categóricamente y, como dicen por ahí, llevo en la mano una vela cuya llama es tan pequeña que sólo me deja ver la inmensidad oscura que me rodea.
Lo segundo, recomendar apasionadamente a Safranski, porque es inmenso. Yo sólo he terminado la biografía de Schopenhauer, pero comencé concienzudamente la de Heidegger y le eché un buen vistazo a Romanticismo, y es impresionante; tres ejemplos: Safranski elige perfectamente el momento adecuado para narrar una anécdota, sigue el orden cronológico pero, para aclarar, lo salta en el momento oportuno y -dado el caso, es lo más brillante- explica las cuestiones filosóficas con una claridad que -creo- que los mismos autores habrían aclamado… no lo creo: estoy seguro 😉 Por cierto, deciros que «casualmente» ha sido también a través de Villacañas como estoy descubriendo a Schelling (como ves, @admin, continúo las pesquisas en pos de desentrañar el misterioso caso alemán)…
Y por último (yo también lamento extenderme demasiado…): creo que hemos hablado de TENER y HACER como atributos humanos que -por el motivo que fuera- de un tiempo a esta parte han sido muy sobrevalorados, sobre todo en detrimento de SER; pero tampoco debemos perder de vista la importancia que ambas tienen en el desarrollo de ese SER, pues no somos sino en cuanto hacemos y tenemos, y aun convertidxs en eremitas, alcanzaríamos nuestro SER habiendo hecho y tenido, aunque poco. Por eso también pienso que, en sentido estricto, en los últimos cincuenta años nos hemos mimetizado hacia el esfuerzo por llegar a SER algo, aunque este algo fuera bastante insustancial.
Pero creo que lo que estamos planteando aquí es si se puede anunciar un cambio de paradigma en base a esta crisis social de valores y a los nuevos medios virtuales y herramientas derivadas que están surgiendo, y al respecto pienso que no debemos esperar ningún cambio profundo, que una gran parte de la sociedad –que irá aumentando- mantendrá la atención sobre su whatsapp y que, en todo caso, sólo nos cabe la posibilidad de dar un giro positivo, a nivel personal pero compartiendo el empeño, si sabemos aprovechar las experiencias que nos provee la situación tan «mejorable» en la que nos encontramos, para alcanzar un mayor desarrollo individual y que siga creciendo el sueño ilustrado que nos mueve a compartir.
¡Un abrazo!
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¡Hola a todxs!
Después de los varios meses pasados en inhibición libronsayesca, a causa de arduo parto literario
(@admin, tú lo sabes 🙂 pero no lo haré público hasta que pueda afrontar la demanda 😀 ),
y ahíto de reseñar el colosal tomo de Josep Fontana,
esperaba yo participar en el debate sobre Historia de la lectura en el mundo occidental, libro que invocamos este mes;
pero, tras dejar transcurrir la primera mitad del febrero febril (valga la apropiación etimológicogripal),
y habiendo llegado a la conclusión de que los apuntes retomados para ello serán horneados próximamente con vistas a nuestro sillón de Montaigne,
aprovecho la inaugural intervención de @juanpabloserra (a quien quisiera dar calurosa, afectuosísima y reverencial bienvenida) para ¡tener al fin una excusa e intervenir!
Porque a propósito del debate sobre este libro de Han que me pasó desapercibido (no obstante, leí vuestros comentarios disciplinadamente), y de lo indicado ayer por Juan Pablo sobre el autor (que abre el apetito), me gustaría exponeros una reciente experiencia cotidiana: de hoy mismo. Esta mañana he recibido la visita de una pareja de esos comerciales de la fe y la esperanza que en su momento supieron vencer la competencia de los Hare Krishna, pero hoy por hoy no logran hacer frente a la eficacia sin fronteras de los libros de autoayuda; y mientras ellos trataban de explicarme la diferencia abismal entre el sentimiento religioso del ser humano y esas religiones que andan haciendo estragos por el mundo, y me mostraban la celebérrima revista en cuyo número vigente se pregunta al cliente -con perdón- si es feliz en su trabajo, yo pensaba «¡Qué
barbaridad!, si supiérais que hace cinco minutos estaba disfrutando del placer inmenso de leer a Schopenhauer…».
Pues sí. Como afirmó @maria-ripoll-cera hay un cambio de ciclo, y como dijo @ignaciogallego hay que HACER menos para empezar a SER más, y como subrayó @conchi las referencias a seguir están en algún tiempo o espacio conocidos… Personalmente me inclino a creer que están en la filosofía, sin duda, y que no habría que remontarse tanto como hasta Aristóteles (aunque las enseñanzas de Epicuro, con todo el desprestigio escolástico que ha sufrido su supuesto hedonismo, se estudian ahora mismo en muchas recopilaciones de consejos prácticos para el saber-vivir; y qué decir de esas reiteradas ediciones del Oráculo manual de Baltasar Gracián, por ejemplo, o alguna antología de aforismos clásicos o los incontables textos orientales, meditación, yoga y derivados…).
Yo me estoy remontando hasta Schopenhauer, con vistas a una próxima conferencia de Carlos Javier González Serrano. Y según la excelente biografía que compuso Safranski en torno al filósofo alemán, el completo fracaso que sufrió la filosofía de éste ante la sociedad de su época, silenciada teoría de la voluntad y la representación frente al jolgorio espíriturracionalista hegeliano, a mi juicio demuestra, como insinúa el biógrafo, que los individuos que forman sociedad no quieren que se les indique dónde se puede buscar el ser de cada cual, porque hay cientos de corifeos dispuestos a encontrárselo, por módico precio.
El otro día recordaba yo cuando era joven… Y debe de hacer mucho tiempo, porque por aquel entonces estaba muy mal visto eso de «venderse al mejor postor» -por no hablar de aquello de «vender tu alma al diablo»-; luego crecí, menguó mi cabello y no he tenido más remedio que acudir a varias terapias sobre cómo aprender a «venderme mejor».
También en Los años salvajes de la filosofía evoca Safranski nuestra mítica Rebelión de las masas de Ortega y Gasset, al hilo de lo cual me he preguntado si no será que sucede cierta combinación de factores, fatalmente compatibles, en la generación de tanto desbarajuste como padecen las sociedades ociosas: algo de hacer pereza a la hora del esfuerzo reflexivo, se mezcla con otro poco de privilegios culturales que mejor no arriesgamos, más ese tanto por ciento de intereses creados que sacan cuantioso beneficio económico mercadeando con la mediocridad… De ser así, pienso que es una lógica que ha comenzado a resquebrajarse, víctima de incurables contradicciones internas; y mientras se muda el paradigma, la riquísima filosofía del siglo XX, heredera de Schopenhauer y potenciada por Nietzsche, puede haber comenzado a popularizarse, lo que sería un comienzo nada desdeñable.
Al menos eso espero 🙂
¡Abrazos!
¡Hola de nuevo!
No leí el libro 🙁
pero os aseguro que el próximo lo tengo en la mesilla 🙂
Sólo quería comentar que estoy de acuerdo con vosotros en que, por mucho que se empeñen los que tienen potestad para empeñarnos a todxs, el sistema está en declive y va a ser difícil mantenerlo -como hasta ahora- a fuerza de esos ajustes que aprietan a los desfavorecidos y dejan impunes a los favoritos;
pero, no obstante, la aceptación del nuevo paradigma cooperativo tendrá que esforzarse en romper los resortes, pilares y andamios de los mitos que aún nos someten, principalmente el del enfrentamiento constante por la supervivencia, el que nos han infiltrado en la conciencia colectiva: entre la lucha de clases y la competitividad, esos dos fundamentos ideológicos que hasta ahora se han complementado (y se implementan) perfectamente para mantener la explotación de nuestra actividad económica, social, política, científica, cultural y artística, en aras de una más que sospechosa utilidad, aunque sea útil, sin duda, para los dictados/dictadura de la Megaproducción.
Estoy de acuerdo en que el cambio es inevitable, pero no tenemos que descuidar la retirada de los escombro de los dioses caídos. Y como muestra un botón: el mito de la selección natural, pretendidamente científico, eleva a Darwin a los altares sin permitir que sus detractores pasen de simples fanáticos; y no me refiero a los creacionistas (que, en la práctica, son fieles devotos del darwinismo social), sino a esos ejemplos del esfuerzo intelectual hecho hasta ahora en la definición de una evolución humana verdaderamente integrada en la naturaleza, como el que hizo Kropotkin con El apoyo mutuo, o el que muestra en su Vida y hábito el simpar Samuel Butler (contemporáneo -primero entusiasta y después feroz crítico- de Darwin), a quien por fin podemos leer en castellano gracias a la argentina Cactus (algún ejemplar disponible en España). Por usar un lema algo frívolo: «Menos Gen egoísta y más Lamarck».
Pero insisto: creo que es sólo una mínima muestra de las mimbres sobre las cuales se puede construir una salida airosa ante el declive. Porque la sociedad (sobre todo sus voceros y sus telespectantes) pedirán resultados inmediatos, y no hay nada bueno que se consiga a corto plazo (aquí tenemos otro mito para el cajón: el de la sagrada inmediatez).
¡Un abrazo y Feliz año Librosensayino!
yo voy a rendirme a la evidencia, pero dejaré mi granito en la tercera posición
– “El precio de la desigualdad” –> 10
– “La sociedad de cansacio” –> 9
– “La República de las letras –> 8
saludetes!
<div>Hola a todxs!</div>
<div></div>
<div>Creo que poco puedo aportar a la cuestión «técnica» que suscita el libro, puesto que no conozco la actualidad del sector y, creo, los puntos que abarca ya han sido mencionados; de hecho, pienso que las mismas preguntas con que Antonio inicia el debate, llevan implícitas las respuestas, como si estimulasen nuestra memoria colectiva.</div>
<div></div>
<div>A propósito de lo comentado por@david-lera, quisiera subrayar la importancia de Internet incluso para la librería más tradicional, puesto que a través de webs como iberlibro.com, podemos consultar sus catálogos, pedir ejemplares a distancia o desplazarnos allí donde sabemos que hay algún libro disponible que está descatalogado y ya no puede encontrarse dentro del circuito comercial; por ello, incluso una librería de viejo debe encontrar en Internet un muy eficaz escaparate.</div>
<div></div>
<div>Sobre lo que indica @conchi, también me parece muy positivo que las librerías deban abrirse a nuevas formas de contacto con el cliente, porque estas nuevas formas no tienen por qué terminar con el viejo contacto, y además añaden la posibilidad de sentirnos más cómodxs; naturalmente, no creo que deban seguir la tendencia de sometimiento al oleaje de estimulación consumista, sino que tienen que aspirar a ser sencillos lugares de encuentro entre personas con intereses comunes.</div>
<div></div>
<div>Pero lo que quisiera es destacar la obra de Carrión como testimonio inigualable en cuanto a su experiencia viajera y sentimental con las librerías, y por sus innumerables referencias, citas, datos históricos, anécdotas, autores y autoras que van instalándose en nosotrxs a medida que avanzamos en la lectura. Han quedado en mi retina, sobre todo, la Silvia Beach de Shakespeare & Co, cuya memoria dejó en un libro que, editado en España por Ariel, espero no dejar de leer (http://www.divertinajes.com/nueva/modules/notices/notice.php?idnotice=551). También ha sido un gran descubrimiento ese Tánger de Bowles (http://elpais.com/diario/2010/10/30/cultura/1288389603_850215.html), a quien hasta ahora no presté demasiada atención, pero cuyo Cielo protector siempre ha regresado a mí como una novela ineludible. Por último, me ha encantado la génesis del Grupo de Barranquilla (http://es.wikipedia.org/wiki/Grupo_de_Barranquilla) que Carrión narra hacia el final del libro; muy digno del universo literario de García Márquez.</div>
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<div>Sólo añadir que este libro me ha encantado, y que no voy a perderlo de vista cuando mis estanterías se conviertan en selvas amazónicas.</div>
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<div>Un saludo a todxs :)</div>
¡Buenos librosensayeros días!
Yo voy a insistir con Fumaroli, porque creo que su postura es muy pertinente: su ofensiva contra la vulgarización de la cultura.
propongo La República de las Letras / Marc Fumaroli
Ya sé que el precio también tiene cierto aroma elitista, pero pensemos que aún es posible usar las Bibliotecas Públicas 😉
¡un abrazo!
Quisiera añadir un apunte friqui :) el físico/filósofo Werner Heisenberg comenta en La imagen de la naturaleza en la física actual, a propósito de los cambios que produce la técnica en la relación del ser humano con la naturaleza, que diversos instrumentos del entorno tecnológico -de uso tan cotidiano que se asimilan como parte de nuestro organismo-, nos facilitan las labores más rutinarias al mecanizar nuestros movimientos, pero también pueden entorpecernos la voluntad, hasta el extremo de dificultar la toma de decisiones. Dice literalmente (según traducción de Gabriel Ferraté, editada por Orbis y disponible aquí [http://es.scribd.com/doc/148698585/Werner-Heisenberg-La-Imagen-de-La-Naturaleza-en-La-Fisica-Actual], página 15 del pdf): "la "incertidumbre en el mando de los actos" es tal vez una de las más acertadas descripciones que darse puedan de la condición del hombre en nuestra actual crisis". Al leer esto me vino a la cabeza la manifiesta simplificación que sufrimos actualmente en el debate político, donde la toma de decisiones se limita al análisis de la rentabilidad inmediata -cuando no al mero capricho de los grandes capitales, o a la necesidad irracional de aumentar laq acumulación de los mismos-, que se antoja y presenta como único criterio de elección posible. Por otro lado, también evoqué los libros de autoayuda, grandes éxitos de lectura en nuestras bibliotecas públicas, donde se buscan soluciones eficaces (también inmediatas) que protejan nuestras debilidades emocionales contra la indecisión patológica. Al hilo de esto, creo que si esa presunta superficialidad viene determinada por el uso que hacemos de la tecnología, no podrá aliviarse variando ese uso, sino girando nuestras expectativas respecto al mismo. ¿Por qué nos empeñamos en buscar nuevas formas de gestionar la sobrecarga de información, en vez de renunciar directamente a ella limitando al mínimo nuestras fuentes? ¡saludos a todxs!
¡Hola a todxs!
Sentía un gran peso sobre mí por no haber intervenido en el comentario de Superficiales (que, como ya excusé, no he podido leer), sobre todo después de mostrarme dispuesto a ello, como anuncié a @conchi a través de twitter (y sumando a esto que me gustaría dar la bienvenida a @pedro pero sin regresar al antiguo debate sobre Bauman, que me recuerda que tengo pendiente un comentario sobre aquel excelente El misterioso caso alemán, de Rosa Sala (http://rosasalarose.es/el-misterioso-caso-aleman/), que me recomendó Antonio y cuya lectura me empujó a leer con placer a los inefables Holderlin y Heine, y me ha colocado sobre las cejas ese interrogante acerca de la conveniencia del liderazgo de Alemania que se antoja tan inevitable para «salvar Europa»); digo, dejaré ahora mi intervención en este debate (cuya vigencia -virtualmente- termina), haciendo referencia al inminente sobre la joya de Jorge Carrión, al resaltar un comentario que hace éste en las últimas páginas de Librerías, que ayer me trajo a la memoria el título de Carr: diferencia Carrión entre la lectura «intensiva» y la «extensiva», siendo la primera aquélla que penetra con mayor fuerza en el lector, se hace más presente en su conciencia y domina mejor su comportamiento, mientras la segunda sería más banal, no colonizaría su forma de sentir o de pensar, ni dejaría tan honda huella en su personalidad, como no fuera la compartida por otras tantas lecturas extensivas; al respeto, comenta Carrión que el lector intensivo aprende de memoria párrafos enteros de unas pocas obras-clave a las que considera guías incontestables, incluso verdades irrefutables, mientras el extensivo (que califica de «superficial») toma más variedad, aumenta sus fuentes, tiende a construir con sus lecturas un universo más amplio y, a la postre, personal. Me ha llamado mucho la atención esta distinción, sobre todo por las posibilidades que, a raíz de nuestro debate sobre el asunto de la lectura líquida, se abren para la creatividad y hacia el aprovechamiento -que aumenta con el esfuerzo en la toma de conciencia- de eso que a través de nuestros postulados epistemológicos ilustrados hoy vemos como una amenaza para el conocimiento profundo, en beneficio de la liviandad. Al respecto, un concepto cuya actualidad va en aumento es el de «lectura eferente», que yo he entendido como una lectura eficaz, completamente entregada al utilitarismo; pienso que el placer de la lectura no debe estar reñido con su eficacia, pero tampoco con la superficialidad del procedimiento.
Aunque creo que el libro de Carr no está enfocado hacia los contenidos, sino hacia el cambio a producir en los procesos de asimilación de lo que leemos, me ha parecido que el comentario de Carrión puede añadir una nueva perspectiva al asunto.
¡Un abrazo!
Yo estoy de acuerdo contigo, @conchi, y no sólo creo que no has sido dura, sino que pienso que te quedas corta.
Creo que hoy en día todo carácter privado en una actividad social, provoca exactamente lo contrario de lo que la propaganda que nos la vende asegura que aportará, y que el término «universidad privada» que se maneja encierra lo contrario a los conceptos “conocimiento” y “calidad científica” (otra cosa es que a su funcionamiento se destinen ingentes cantidades de fondos, de los cuales carece la universidad pública, y por tanto se dé apariencia de logros superiores a los de ésta; pero ¿qué va a descubrir un investigador que sea útil para el colectivo al que pertenece, si se le obliga a preocuparse sólo de su saldo financiero?). Como bien dices, Conchi, el negocio -como viene siendo pomposamente habitual- prima por encima de cualquier valor humano que se precie, y por eso mismo ha dejado de ser cierto el viejo principio liberal («un individuo motivado -y recompensado- aporta, con su iniciativa, trabajo y riqueza a la sociedad»); esto, que dio fe a Adam Smith y credibilidad al utilitarismo, ha quedado inservible, y ello ha sido culpa, básicamente, del propio sistema capitalista, que se ha encargado de agotarlo: expoliando esas aportaciones individuales que se convertían en lo público, haciendo prevalecer la ganancia rápida contra el esfuerzo continuado, premiando la falta de escrúpulos, castigando la honestidad y -no sé si con esto terminaría la lista- privilegiando el amiguismo y los lazos consanguíneos, muy por encima de las capacidades y otros criterios «objetivos».
Pienso que cualquier mal que detectemos en nuestras universidades públicas, no va a subsanarse convirtiéndolas en privadas; creo que el asunto no es tan superficial como para tratar de resolverlo con un cambio de adjetivo, aunque éste supuestamente provea de una ilimitada clarividencia gestora.
¡Un saludo!